miércoles, 19 de junio de 2013

Perfecto


Las personas con trastornos relacionados con el perfeccionismo rara vez acuden a consulta por este hecho, sino más bien por las consecuencias que se derivan del mismo, desde síntomas de ansiedad, hasta depresión, pasando por dificultades en sus relaciones personales más íntimas.

Suelen ser trabajadores  muy apreciados, son empleados fantásticos para las empresas: no dejan de ir al trabajo ni estando enfermos, echan más horas de las que les pagan, se llevan tareas a casa y se quedan hasta tarde completándolas,.. Lógicamente, para quien no es nada bueno todo esto es buenos es para ellos mismos y para su entorno familiar, al que suelen privar de todo ese tiempo que, claro, se lo lleva la ocupación.

Son muy exigentes, especialmente con ellos mismos. A veces, les propongo que anoten, que hagan una simple señal en una libretita, las veces que utilizan la expresión: "tengo que...", "debería...", o similares a lo largo del día y a la semana llegan  asombrados con el registro lleno de rayas. Pero en realidad, no deberían sorprenderse, puesto que, por ejemplo, les cuesta un mundo algo tan simple como seguir el ritmo al que camina su pareja durante un paseo, es como si siempre tuvieran prisa. "Vamos", esa es otra palabra familiar en la casa de los perfeccionistas. "¿Te falta mucho?".

¿Qué subyace a tanto esfuerzo en cada tarea? La idea de que todavía no es lo suficientemente perfecto el resultado, que todavía no se lo sabe completamente bien, que... Obviamente, ese planteamiento genera unas dudas terribles, una incertidumbre crónica, un temor creciente a enfrentarse a la toma de decisiones, así como una preocupación obsesiva por los detalles.

Suelen ser muy puntuales, lo malo es que la puntualidad en nuestra tierra es más bien una falta de educación, así que llegan cuando todavía la sala está vacía, los anfitriones sin vestir y el avión sin aterrizar.

Son personas resistentes a la idea de ir al psicólogo ya que  suelen presentar quejas más bien de tipo somático, cosa por otra parte lógica, teniendo en cuenta el nivel de activación fisiológica casi permanente al que someten a sus pobres cuerpos, y  piensan que sus problemas, más que psicológicos suelen físicos, con lo que se entregan al deporte con el mismo afán perfeccionista y obsesivo que al resto de actividades. ¿Por qué dar un paseo pudiendo hacer 20 km corriendo?

Tampoco es infrecuente que su vida sexual se esté resintiendo, aunque  habitualmente esquivan este aspecto, o simplemente lo achacan al estrés que están viviendo últimamente. Un exceso de estrés inhibe el deseo sexual, entre otras cosas, así que intento no dejar este tema de lado porque suele ser otra fuente de conflictos no siempre abordada adecuadamente en la pareja.

La sensación de que no se tiene tiempo para lo demás y de que casi todo es prioritario antes que el propio ocio o el de la familia, antes que el simple hecho de estar tumbado leyendo una novela bajo el sol o al abrigo de la sombre de un árbol. Bueno, una novela es mucho pedir, es más normal que sean habituales de los ensayos o de otro tipo de obras a las que encuentren cierta "utilidad".

Si usted se encuentra retratado en este perfil procure empezar a trabajar el cambio, el doloroso cambio que suponer volver a ver la vida en color y no en blanco y negro, de permitirse errar, tolerar las sorpresas, escuchar mirando o, simplemente, disfrutar de la brisa de una tarde de playa sin tener su cabeza en la tarea eternamente inacabada. Un esfuerzo que, le aseguro, merecerá con mucho la pena.

jueves, 6 de junio de 2013

Gotas de agua




“Las palabras por sí solas no cambian la realidad, por supuesto, pero convocan a las fuerzas que sí tienen ese poder de transformación.”
Soledad Gallego-Díaz




Una vez hubo un gran incendio en la selva. En cuanto se dieron cuenta, los animales comenzaron a huir despavoridos. En la hilera que se formó, de pronto un elefante observó extrañado que un pequeño colibrí pasaba una y otra vez por encima de sus cabezas. Iba a un lago cercano, cogía unas gotas de agua en su pico y emprendía el vuelo de regreso hasta situarse sobre el incendio. Una vez allí, soltaba las diminutas gotas y volvía a empezar su tarea.

El elefante llamó la atención del resto de los animales respecto al comportamiento del colibrí, entonces el león, preocupado, en cuanto lo vio aparecer de nuevo le gritó:

- ¡¡¡Colibrí, ¿estás loco?, ¿acaso crees que vas a poder apagar el fuego con esas gotas de agua ridículas?

El colibrí se quedó apenas unos segundos suspendido en el aire aleteando.

- No lo sé, la verdad, me limito a hacer mi parte.


Y luego continuó su vuelo con la misma decisión.


Tras una de las manifestaciones en las que solíamos encontrarnos,nos reunimos  los colegas que coincidíamos las mismas y  nos planteamos hacer algo más,  organizarnos y poner a disposición de la sociedad  los conocimientos que teníamos desde la psicología. Así nació un grupo al que denominamos "Psicología y Crisis". Como he comentado en otros posts, el grupo no  ha parado ni de crecer, ni de realizar acciones de distinta índole.

En la última charla convocamos a distintos movimientos sociales, organizaciones de base, asociaciones de vecinos, estudiantes, etc. Queríamos hablar sobre las distintas herramientas que se utilizan para construir y difundir un discurso que logra transmitirnos que no hay alternativa, que todo es irremediable, que nos hace dirigir nuestra ira hacia objetivos tangenciales e improductivos, cuando no a guerras fratricidas, logrando convertirnos  en sutiles agentes del propio sistema que difunden con vehemencia  esas mismas consignas sin darnos cuenta de la trascendencia última del mensaje.

Cuando ves y escuchas la misma idea una y otra vez, en distintos medios y a través de distintas voces, acabas interiorizándolas, pero hay un paso posterior aún más importante.

 El filólogo Víctor Klemperer, en su libro “La lengua del Tercer Reich”, comenta que fue a través de la repetición de las expresiones cotidianas como consiguió que la población interiorizara ese lenguaje.


"Más que la propaganda de los discursos, las octavillas y los carteles,  el instrumento que permitió al nazismo instilar su veneno en las masas fue  el lenguaje: palabras aisladas, expresiones y formas sintácticas repetidas hasta la saciedad y que, favorecidas por su simplicidad, acababan por penetrar en el inconsciente de los individuos, quienes las asimilaban y las reproducían mecánicamente”.

Frente a eso enfrentamos un discurso  apoyado en la razón y la justicia, cierto, que parecería que debiera, por sí mismo, para ser suficiente, pero que a la postre no logra por sí mismo convocar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo a disposición del bien común, no al menos con el número y la fuerza suficientes. No al menos, hasta ahora.

Conté una versión de un chiste de una de las intervenciones del autor de "Gomorra", Roberto Saviano en la RAI3 de la televisión italiana, recogido en el magnífico libro "Vente conmigo":

Dos campesinos van como polizones en un barco a América. Por la noche, a uno de ellos lo despierta el movimiento y sube a cubierta. Allí ve el enorme temporal que está cayendo, se acerca a un marinero y le pregunta por la situación. Éste le contesta que si la tormenta sigue así, en cuestión de media hora el barco se irá a pique. Asustado, corre de vuelta a la bodega y despierta a su compañero:

- Beppe, Beppe, despierta.

- ¿Qué pasa?
- ¡¡Hay una tormenta... un marinero me ha dicho que si sigue así, en media hora el barco se hunde!!

Beppe se da media vuelta despreocupado.


- Y a mí qué, ¿el barco es mío?


Seguramente tendremos que hacer un gran esfuerzo por vencer la indiferencia a la que nos aboca este sentimiento de impotencia,  superar el desconocimiento, acaso el temor,  por comprender que hay muchas formas de ser útil, de no centrar nuestro discurso en lo que nos diferencia, sino en lo que nos une, de avanzar hacia la unidad de acción tan necesaria,..


Mientras eso llega, nos toca aportar esas pequeñas gotas, tal vez improductivas, pero imprescindibles que no dependen tanto de que lleguen o no a conseguir su destino último, como de que sintamos que no estamos traicionando  nuestra obligación de luchar por intentarlo.