jueves, 28 de noviembre de 2013

Esa dolorosa y persistente compañía


El peso del pasado es un tema recurrente en las consultas. Situaciones que no se resolvieron adecuadamente, actos que provocaron sentimientos de culpa, pérdidas inesperadas, rupturas conflictivas, abusos, comportamientos inexplicables a la luz del presente,..

Habitualmente, son recuerdos que de alguna manera nos  quedaron marcados provocando algún cambio significativo en nuestras vidas, pero que han podido diluirse en el transcurso del tiempo sin inducir aquel caudal de emociones que en su día provocaron. Cuando no es así, cuando siguen teniendo un peso significativo en nuestra vida diaria,  tenemos que abordarlos desde otra perspectiva, procede entonces trabajar hacia una adecuada reelaboración de esas experiencias. El caso más dramático lo observamos en aquellas personas que sufren "estrés postraumático", un trastorno en el que la persona  revive con todo lujo de detalles, involuntariamente, episodios terribles que sufrió en un momento de su vida,sintiéndose atrapada por esos pensamientos e imágenes invasivas, vívidas y angustiosas.

Pero quiero referirme hoy a otro tipo de recuerdos, importantes para cada uno de nosotros, pero que no llegan a las consultas, que nos las contamos los amigos en los bares con una cerveza de por medio, o en una conversación que ha ido derivando hacia la nostalgia. Pondré dos ejemplos personales, ambos mal resueltos en su día y que tuvieron cierto peso en mi vida posterior.


Un día, hace ya muchos años, recibí una llamada de teléfono de la que tan sólo recuerdo la siguiente pregunta:

- ¿Eres feliz?

He olvidado el resto de la conversación. Incluso el detalle de lo que le dije . Sí recuerdo, en cambio, que me embarqué en la composición de un discurso que justificara una respuesta afirmativa.

Pasé mucho tiempo utilizando aquella frase como una herramienta de autoexploración. ¿Era feliz? ¿cómo podría saberlo realmente? Sólo con el paso de los meses, un día, sin saber bien por qué, enfoqué la llamada desde otra perspectiva. Entonces me di cuenta de que más que una pregunta, aquello había sido una respuesta. En ese instante se apoderó de mí  un terrible ataque de melancolía por la conversación que nunca tuve, por las incógnitas que se quedaron travestidas por aquel inútil monólogo.


Más lejos aún, en mi adolescencia, una tarde de verano, cumpliendo el encargo de avisar para la fiesta del viernes, -las fiestas de las eternas promesas-, llamé al timbre de la casa de una amiga. Me abrió sonriente, escuchó mi mensaje y acto seguido me lanzó una pregunta-oferta.

- ¿Quieres pasar?

Miré detrás de ella y adiviné que estaba sola y durante unos instantes entre terribles y maravillosos, en mi estómago se concentraron todas las certezas y todos los temores. ¿Se trataba de mí o de la casualidad de ser el que llamó a la puerta en aquel instante? Y entonces,  inexplicablemente, - al menos, inexplicablemente desde esta distancia-  contesté:

- No.

Ella se quedó inmóvil, como si esperara que aquello fuera sólo un farol pasajero. Pero yo, traicionando  todos mis sueños infantiles, me di media vuelta y me marché. Esa misma noche me emborraché con todo el blues que fui capaz de beber y que mis amigos fueron capaces de soportar, mientras me prometía que nunca, nunca más, volvería a decir "No" a nada, ni a nadie.

Las puertas que no crucé, las conversaciones que no tuve, las miradas que nunca se aclararon, los otros caminos que quedaron relegados por elecciones de sus opuestos,.. aquellos que durante mucho tiempo fueron una dolorosa y persistente compañía, hoy aún se asoman y se entremeten sin permiso en mis ensoñaciones. Ya no acudo al blues para olvidar,  ahora las canciones tristes le sirven de fondo y yo los acojo gustoso y construyo para ellos otra historia y un final, el final adecuado, naturalmente.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

El crecimiento personal del pez koi


Mientras miraba los pececitos que hacían cola inútilmente en el estanque del Alcázar esperando la ración de migas habitual, una amiga se me acercó para aclararme que se trataba de carpas, más concretamente, de carpas japonesas, conocidas como koi.  Según me contó,  este pez se adapta al contexto en el que se le ubica, pudiendo cambiar considerablemente su tamaño en función de si la castigamos con  una vida contemplativa en la pecera del salón o de si no queremos fastidiar nuestro karma y la soltamos en el lago Titicaca. Su longitud puede variar, pues, desde varios centímetros en el cuenquecito de cristal,  hasta cerca de un metro contoneándose por las aguas peru-bolivianas.

No por novedoso, me resultó menos interesante este hallazgo metafórico: el contexto determina en gran medida nuestro crecimiento personal.

Mi amiga tuvo a bien enviarme por correo la referencia del libro  "Aplícate el cuento",  de Jaume Soler y M. Mercé Conangla, en el que hacen referencia a  la parábola del  "Entorno Óptimo": el tamaño del pez se relaciona directamente con el tamaño del recipiente en el que va a crecer. Por analogía, igualmente las personas necesitamos un espacio para crecer. Ya luego añaden que ese crecimiento depende no sólo  del espacio real, sino también de las oportunidades mentales, emocionales, espirituales,.. que decidamos darnos.

Aquel día contuve las ganas de darle un abrazo de agradecimiento a mi amiga y las de irme a un rincón a meditar sobre el asunto, pero esa noche me puse a pensar en la curiosa capacidad de los koi. Me acordé de  Zelig, el personaje de una película del mismo título de Woody Allen.


Zelig es un sujeto conocido en sociedad por sus capacidades camaleónicas. Como la carpa japonesa, se adapta perfectamente al contexto en el que se mueve, pudiendo mutar en rabino, con su kipá, su talit y sus barbas y largos mechones de pelo adornándole la cara, o bien en negro tocando en una banda de jazz de negros. Sin embargo, a diferencia de Zelig, los koi no se transforman para ser aceptados, pueden convivir con otras especies sin problema -salvo que sean más pequeñas, que entonces se las comen directamente-, ellos simplemente aprovechan las circunstancias para desarrollarse, para crecer.

Posiblemente, Zelig no sea un posmoderno, es más, seguro que se aleja bastante  del contexto actual; no creo que el miedo al rechazo sea ahora el eje de nuestro comportamiento, aunque pueda seguir presente entre muchos de nosotros. El  presente  se ve mejor reflejado en estos ciprínidos sociales, en ese afán por el crecimiento personal que tanto bien les está haciendo a los autores de libros de autoayuda, a los coach, a los monitores de reiki y similares. Es un mercado derivado de ese otro mercado, el de la insatisfacción permanente, tan necesario para que sigamos siendo consumidores compulsivos y que consigue que asimilemos que el bienestar tiene que estar en algo que aún no poseemos o en eliminar todo atisbo de malestar.

Hace poco le pedí a un paciente con un amplio currículo en la búsqueda del crecimiento personal, que escribiera para la próxima cita qué creía que le faltaba para completar ese "crecimiento": nada de lo que trajo tenía que ver con lo que estaba haciendo.

Es como si el proyecto de vida pudiera resumirse en la palabra: "Yo", y claro, esa una tarea propia de Sísifo, interminable y frustrante.

Habríamos avanzado poco como sociedad si todos hubiéramos elegido el onanismo como estrategia de superación. El crecimiento personal, como meta absoluta, nos deja bastante indefensos como grupo. Las personas que nos movemos en entornos sociales de compromiso vemos con claridad que es ahí, en ese compartir, en el que verdaderamente se produce el enriquecimiento mutuo, el que nos permite encontrar trascendencia a nuestras vidas. Es cuando encontramos al "otro", cuando verdaderamente acabamos hallándonos a nosotros mismos.

La próxima vez intente apuntarse a un taller de crecimiento colectivo, son gratuitos  y están disponibles en todos los barrios y ciudades. Luego me cuenta la experiencia.






viernes, 20 de septiembre de 2013

Psicólogos, amigos y vecinos


- Estoy harta de hablar de este problema con todo el mundo y no me ha servido de nada. Mi marido me  ha dicho que venga al psicólogo, pero yo ya sé que esto no se me va a quitar hablando.

¿Cuál es la diferencia entre acudir a un o una terapeuta, y no a los amigos o vecinos? La realidad es que la mayor parte de las veces, el consuelo y apoyo ayudan a superar o sobrellevar las dificultades cotidianas, ¿por qué pagar por ello, entonces?

Yo utilizo de vez en cuando con los padres una técnica que se llama "la técnica del vecino", que consiste, básicamente, en hacer lo que se supone que haría su vecino. Su vecino sabe lo que tiene que hacer, la diferencia fundamental estriba en que su él/ella tiene menos implicaciones emocionales que pueden llevarnos a actuar de forma inadecuada. Algo similar ocurre con los amigos, aunque dependiendo del grado de amistad, estos tenderán a implicarse emocionalmente también.

Imagine que una amiga le cuenta un problema con su pareja, las cosas han ido cambiando con el paso del tiempo, y ahora la relación le produce  una honda insatisfacción. Le da detalles de episodios, discusiones, reproches, de los escasos contactos íntimos que tienen ya, etc. Usted lleva un rato escuchándolo y como tiene una buena cantidad de neuronas espejo, empatiza, se apena por cómo lo ve y por el deterioro de la relación que observa. Al mismo tiempo que escucha va pensando lo que se supone que tiene que decirle. Es cierto que no le ha pedido que le diga nada, así que igual lo que tiene que hacer es consolarla sin darle consejos, pero también lo ve perdida  y quizás lo que espera es que le de una respuesta diferente a lo que ella mismo se dice o quizás, al contrario, que le diga algo en la misma línea de sus planteamientos. 



Podría elegir, por ejemplo, tomar partido y sumarse a las descripciones peyorativas del comportamiento de su pareja, abundando en detalles hasta entonces no compartidos, que demuestren que en realidad no le conviene. O quizá decirle que es mejor que intente solucionarlo, que la vida está muy mal, que los niños,..

Si tuviera que describir cuál es la diferencia fundamental entre el afrontamiento que se  hace desde la psicología frente al que pueden realizar los amigos o el vecino de enfrente, diría que la clave está en el lugar en el que colocamos el foco. Más que introducirnos en la narrativa en sí misma, intentamos centrarnos en los procesos que subyacen a la historia que está detallando. Pondré otro ejemplo.

Una chica nos dice que ha pasado - y pasa- por un cuadro de tipo ansioso-depresivo, nos comenta que ya no confía en nadie, que todos sus amigos la han defraudado, que lo está pasando muy mal con la ansiedad y la tristeza y  ninguno la ha llamado siquiera, sabiendo cómo estaba. Luego pasa a describir pormenorizadamente todas las inquinas, mezquindades y dejaciones que a lo largo del tiempo ha ido sufriendo por parte de ellos. 

Lo que se supone que hará el psicólogo o la psicóloga será analizar y ayudar a analizar cómo los pensamientos, las emociones y las conductas que lleva a cabo la chica cuando cuenta -y se cuenta- esta historia están interfiriendo en el manejo de sus problemas. Podría preguntarle, por ejemplo, cómo será su vida social a partir de ese momento: ¿se quedará en casa sin salir o buscará nuevos grupos de referencia más afines? Es decir, ¿se orientará hacia la búsqueda de soluciones o se centrará en rumiar sus desgracias? ¿le ayudará a mejorar sus síntomas o los empeorará?

Posiblemente realice una entrevista algo más estructurada o le pase algunos tests para determinar si existen otros aspectos de su personalidad que estén coadyuvando a la duración de su malestar, y por último -simplificando mucho- determinarán unos objetivos consensuados que permitan establecer si las intervenciones propuestas están o no sirviendo para los fines previstos, a partir de lo cual, determinarán cómo se va a llevar a cabo esa intervención.

La idea será siempre, que, igual que a partir de un momento determinado de nuestras vidas aprendimos que para los dolores de cabeza existen unas pastillas, también aquí aprenderá a manejar una serie de recursos para hacer frente a situaciones similares y no sólo a la presente, y que, al igual que con las pastillas, aunque todas sirvan para calmar el dolor, unas técnicas le resultarán específicamente más útiles que otras.

miércoles, 19 de junio de 2013

Perfecto


Las personas con trastornos relacionados con el perfeccionismo rara vez acuden a consulta por este hecho, sino más bien por las consecuencias que se derivan del mismo, desde síntomas de ansiedad, hasta depresión, pasando por dificultades en sus relaciones personales más íntimas.

Suelen ser trabajadores  muy apreciados, son empleados fantásticos para las empresas: no dejan de ir al trabajo ni estando enfermos, echan más horas de las que les pagan, se llevan tareas a casa y se quedan hasta tarde completándolas,.. Lógicamente, para quien no es nada bueno todo esto es buenos es para ellos mismos y para su entorno familiar, al que suelen privar de todo ese tiempo que, claro, se lo lleva la ocupación.

Son muy exigentes, especialmente con ellos mismos. A veces, les propongo que anoten, que hagan una simple señal en una libretita, las veces que utilizan la expresión: "tengo que...", "debería...", o similares a lo largo del día y a la semana llegan  asombrados con el registro lleno de rayas. Pero en realidad, no deberían sorprenderse, puesto que, por ejemplo, les cuesta un mundo algo tan simple como seguir el ritmo al que camina su pareja durante un paseo, es como si siempre tuvieran prisa. "Vamos", esa es otra palabra familiar en la casa de los perfeccionistas. "¿Te falta mucho?".

¿Qué subyace a tanto esfuerzo en cada tarea? La idea de que todavía no es lo suficientemente perfecto el resultado, que todavía no se lo sabe completamente bien, que... Obviamente, ese planteamiento genera unas dudas terribles, una incertidumbre crónica, un temor creciente a enfrentarse a la toma de decisiones, así como una preocupación obsesiva por los detalles.

Suelen ser muy puntuales, lo malo es que la puntualidad en nuestra tierra es más bien una falta de educación, así que llegan cuando todavía la sala está vacía, los anfitriones sin vestir y el avión sin aterrizar.

Son personas resistentes a la idea de ir al psicólogo ya que  suelen presentar quejas más bien de tipo somático, cosa por otra parte lógica, teniendo en cuenta el nivel de activación fisiológica casi permanente al que someten a sus pobres cuerpos, y  piensan que sus problemas, más que psicológicos suelen físicos, con lo que se entregan al deporte con el mismo afán perfeccionista y obsesivo que al resto de actividades. ¿Por qué dar un paseo pudiendo hacer 20 km corriendo?

Tampoco es infrecuente que su vida sexual se esté resintiendo, aunque  habitualmente esquivan este aspecto, o simplemente lo achacan al estrés que están viviendo últimamente. Un exceso de estrés inhibe el deseo sexual, entre otras cosas, así que intento no dejar este tema de lado porque suele ser otra fuente de conflictos no siempre abordada adecuadamente en la pareja.

La sensación de que no se tiene tiempo para lo demás y de que casi todo es prioritario antes que el propio ocio o el de la familia, antes que el simple hecho de estar tumbado leyendo una novela bajo el sol o al abrigo de la sombre de un árbol. Bueno, una novela es mucho pedir, es más normal que sean habituales de los ensayos o de otro tipo de obras a las que encuentren cierta "utilidad".

Si usted se encuentra retratado en este perfil procure empezar a trabajar el cambio, el doloroso cambio que suponer volver a ver la vida en color y no en blanco y negro, de permitirse errar, tolerar las sorpresas, escuchar mirando o, simplemente, disfrutar de la brisa de una tarde de playa sin tener su cabeza en la tarea eternamente inacabada. Un esfuerzo que, le aseguro, merecerá con mucho la pena.

jueves, 6 de junio de 2013

Gotas de agua




“Las palabras por sí solas no cambian la realidad, por supuesto, pero convocan a las fuerzas que sí tienen ese poder de transformación.”
Soledad Gallego-Díaz




Una vez hubo un gran incendio en la selva. En cuanto se dieron cuenta, los animales comenzaron a huir despavoridos. En la hilera que se formó, de pronto un elefante observó extrañado que un pequeño colibrí pasaba una y otra vez por encima de sus cabezas. Iba a un lago cercano, cogía unas gotas de agua en su pico y emprendía el vuelo de regreso hasta situarse sobre el incendio. Una vez allí, soltaba las diminutas gotas y volvía a empezar su tarea.

El elefante llamó la atención del resto de los animales respecto al comportamiento del colibrí, entonces el león, preocupado, en cuanto lo vio aparecer de nuevo le gritó:

- ¡¡¡Colibrí, ¿estás loco?, ¿acaso crees que vas a poder apagar el fuego con esas gotas de agua ridículas?

El colibrí se quedó apenas unos segundos suspendido en el aire aleteando.

- No lo sé, la verdad, me limito a hacer mi parte.


Y luego continuó su vuelo con la misma decisión.


Tras una de las manifestaciones en las que solíamos encontrarnos,nos reunimos  los colegas que coincidíamos las mismas y  nos planteamos hacer algo más,  organizarnos y poner a disposición de la sociedad  los conocimientos que teníamos desde la psicología. Así nació un grupo al que denominamos "Psicología y Crisis". Como he comentado en otros posts, el grupo no  ha parado ni de crecer, ni de realizar acciones de distinta índole.

En la última charla convocamos a distintos movimientos sociales, organizaciones de base, asociaciones de vecinos, estudiantes, etc. Queríamos hablar sobre las distintas herramientas que se utilizan para construir y difundir un discurso que logra transmitirnos que no hay alternativa, que todo es irremediable, que nos hace dirigir nuestra ira hacia objetivos tangenciales e improductivos, cuando no a guerras fratricidas, logrando convertirnos  en sutiles agentes del propio sistema que difunden con vehemencia  esas mismas consignas sin darnos cuenta de la trascendencia última del mensaje.

Cuando ves y escuchas la misma idea una y otra vez, en distintos medios y a través de distintas voces, acabas interiorizándolas, pero hay un paso posterior aún más importante.

 El filólogo Víctor Klemperer, en su libro “La lengua del Tercer Reich”, comenta que fue a través de la repetición de las expresiones cotidianas como consiguió que la población interiorizara ese lenguaje.


"Más que la propaganda de los discursos, las octavillas y los carteles,  el instrumento que permitió al nazismo instilar su veneno en las masas fue  el lenguaje: palabras aisladas, expresiones y formas sintácticas repetidas hasta la saciedad y que, favorecidas por su simplicidad, acababan por penetrar en el inconsciente de los individuos, quienes las asimilaban y las reproducían mecánicamente”.

Frente a eso enfrentamos un discurso  apoyado en la razón y la justicia, cierto, que parecería que debiera, por sí mismo, para ser suficiente, pero que a la postre no logra por sí mismo convocar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo a disposición del bien común, no al menos con el número y la fuerza suficientes. No al menos, hasta ahora.

Conté una versión de un chiste de una de las intervenciones del autor de "Gomorra", Roberto Saviano en la RAI3 de la televisión italiana, recogido en el magnífico libro "Vente conmigo":

Dos campesinos van como polizones en un barco a América. Por la noche, a uno de ellos lo despierta el movimiento y sube a cubierta. Allí ve el enorme temporal que está cayendo, se acerca a un marinero y le pregunta por la situación. Éste le contesta que si la tormenta sigue así, en cuestión de media hora el barco se irá a pique. Asustado, corre de vuelta a la bodega y despierta a su compañero:

- Beppe, Beppe, despierta.

- ¿Qué pasa?
- ¡¡Hay una tormenta... un marinero me ha dicho que si sigue así, en media hora el barco se hunde!!

Beppe se da media vuelta despreocupado.


- Y a mí qué, ¿el barco es mío?


Seguramente tendremos que hacer un gran esfuerzo por vencer la indiferencia a la que nos aboca este sentimiento de impotencia,  superar el desconocimiento, acaso el temor,  por comprender que hay muchas formas de ser útil, de no centrar nuestro discurso en lo que nos diferencia, sino en lo que nos une, de avanzar hacia la unidad de acción tan necesaria,..


Mientras eso llega, nos toca aportar esas pequeñas gotas, tal vez improductivas, pero imprescindibles que no dependen tanto de que lleguen o no a conseguir su destino último, como de que sintamos que no estamos traicionando  nuestra obligación de luchar por intentarlo.




martes, 30 de abril de 2013

Amor y crisis


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La crisis ha hecho que los conflictos de pareja aumenten. Mientras antes apreciábamos picos en las demandas de terapia en unas épocas determinadas, ahora se está produciendo una especie de progresiva atemporalidad. Las discusiones propias de la convivencia estival tenían como referente salvador el regreso a la rutina laboral.  Ahora esa puerta iluminada al fondo es cada vez menos frecuente. En el horizonte sólo se vislumbra más de lo mismo. Si se gestionaban mal las diferencias, ahora a esa praxis se le une una creciente carga emocional, la percepción de que estamos "A puerta cerrada", como en la obra de Sartre.

Las tensiones propias de la incertidumbre sobre el futuro, el temor a las consecuencias nunca imaginadas, la desvalorización del rol social asociado a "desempleado/a",.. Toda esta carga pesa no sólo sobre el estado de ánimo, sino, obviamente, sobre todo aquello que nos rodea. Si antes disponíamos de más salidas de casa, con amigos o solos,  en las que ventilar las emociones o simplemente cambiar de escenario, ahora estas oportunidades se han reducido drásticamente fruto de la escasez de recursos económicos. La  vida imaginada se desvanece ante nuestros ojos y se hace muy duro reconducir de algún modo nuestra propia vida, cuanto más la de la familia al completo.

Hace unos días hablaba con un paciente  que me decía que no podía quitarse de la cabeza su futuro y eso no le dejaba espacio para ocuparse del afecto que le demandaba su esposa. Es como si dedicar tiempo a compartir amor fuera una especie de traición a su obligación de buscar trabajo o, al menos, a la de imaginar una posibilidad de trabajo.

Los problemas de gestión del tiempo se convierten en otra fuente de conflicto. Cuando la línea divisoria entre días de descanso y días de trabajo desaparece, cuando todo es tiempo libre, aparecen problemas en la gestión del mismo. A la ilusión inicial por aprovechar para aprender, levantarse temprano para buscar empleo, hacer deporte, compartir tiempo con los hijos,.. a ese proyecto compensador le sigue la cruda realidad de empezar a prolongar las noches, alargar el tiempo en la cama por las mañanas, pasar más tiempo pasivamente ante el televisor, descuidar la imagen,.. No son aspectos que se den en todos los casos, pero es un peligro real, incluso entre aquellas personas que tienen aficiones que podrían hacerles más llevadera su nueva vida. Como antes, en estos casos, o bien la persona se autocritica por hacer uso de estas actividades cuando debería estar buscando empleo activamente, o bien es la pareja la que le recrimina por ello.

Más del 30% de los desempleados y desempleadas actuales son ya desempleados de larga duración, con más de dos años sin empleo. No cuesta imaginarse las repercusiones que para la salud mental y la física tiene esta situación. A este coste añadido hay que sumarle la disminución de los servicios que podrían paliar estos trastornos o enfermedades derivadas, fruto de los recortes a que nos someten con asiduidad de gota malaya este gobierno inmisericorde,  más crueles por cuanto inciden recaen especialmente sobre aquellos que más lo necesitan. Teniendo en cuenta, para mayor indignación, que sabemos por las diversas investigaciones en contextos de crisis similares al actual, como reiteramos una y otra vez desde el grupo "Psicología y Crisis" en nuestras charlas, que aquellos países que incrementaron el gasto social durante las crisis redujeron considerablemente estas consecuencias en la población.

Sería bueno que los psicólogos y psicólogas no olvidásemos esto tampoco en nuestras intervenciones. Hay que explicar a los pacientes que deben tener en cuenta el contexto en el que se dan sus conflictos, que siempre que se pueda, que se impliquen en su resolución más allá de las cuatro paredes de su casa, que compartan, que reivindiquen, que hagan visible ese nuevo conocimiento sobre las verdaderas causas de este latrocinio, de este fraude travestido de sacrificio por el bien futuro que nos venden. Pero además tenemos la obligación de hacer frente a lo concreto, a ayudarles  a recuperar sus recursos personales para que puedan encontrar un espacio que les permita sentirse seguros y respaldados, que no sumen otra fuente de insatisfacción a las que nos han impuesto.

Contaré brevemente, en línea con el anterior post sobre terapia de parejas, una técnica clásica que utilizamos los psicólogos desde hace años. La llamo "El bote de los deseos". Consiste básicamente en que cada miembro de la pareja se hace con un bote en el que introduce diez papelitos con deseos personales concretos: "Comer en el marroquí de la esquina", "Un masaje a la luz de las velas", "Un ramo de tulipanes amarillos",.. De vez en cuando vamos al bote de nuestra pareja y pillamos un papel e intentamos cumplir el deseo que leemos.

Antes de aprender a gestionar las dificultades asociadas al nuevo estatus familiar, al nuevo patrón de convivencia, hay que garantizar que estamos fuertes, que nos sentimos respaldados y queridos por la pareja. A esto hay que dedicar el tiempo necesario. Si se intentan resolver los conflictos sin este colchón de seguridad, los reproches pesarán tanto que harán imposible no ya solucionarlos, sino que se afianzará la idea de que es imposible, autoafirmándonos en nuestras cerriles posiciones cargadas de razón.

Si en el horizonte de su vida familiar empiezan a aparecer discusiones sin fin sobre los mismos temas, le sugiero que vaya buscando un par de botes y  se centren en sí mismos, en la demanda de lo que consideran que podría ayudarles a sentirse mejor dentro de su relación. El resto le resultará más fácil.



miércoles, 27 de marzo de 2013

Sobre lo invisible


"He visto en las noticias a Ada Colau llorando.

Algo va mal cuando llora quien no debe."
Ana.



- ¿Qué esperas de la mili? - me preguntó un sargento chusquero en un alarde de democracia.
- Que la "mili" no sepa que he pasado por aquí - respondí yo algo atolondrado.
- Serás un buen soldado - aprobó el demócrata.

A veces elegimos ser invisibles. Otros no pueden, aunque luchan denodadamente por ello.  Muchos de mis pacientes con fobia social darían lo que fuera por la capa mágica que otorga ese poder. También existe otro tipo de invisibilidad, una especie de mullido anonimato que permite realizar cualquier barbaridad sin que tenga trascendencia alguna para el que la ejecuta.


Un diputado que hace un gesto y de pronto, otros cientos miembros de su partido,  abandonan su ensoñación durante un instante para apretar el botón que le indica su colega. Hay que obedecer. Milgram demostró  hace muchos años que las personas hacen lo que se les ordena que hagan. De alguna manera eso te exime de responsabilidades. Te da cierta tranquilidad espiritual. Las consecuencias que tengan ese simple gesto queda fuera de tu espacio vital. Lo escuchas o lo lees, quizás, pero te resulta distante, ajeno, un daño colateral necesario, posiblemente. Basta entonces con pasar la hoja del periódico y buscar la cartelera o leer una noticia sobre lo que otros hacen, los otros, y entonces te preguntas cómo puede haber gente así.

La PAH (plataforma de afectados por la hipoteca) comenzó hace poco una campaña que pretende que esas personas anónimas y distantes sean desenmascaradas públicamente. Mientras los responsables del sufrimiento humano sean entes abstractos como la "crisis",  los humanos que toman decisiones  que avocan a  un futuro sin esperanza sin trabajo y sin techo a miles de familias, tendrán un escudo protector que los aísle y proteja. La PAH ha decidido personificar, visibilizarlos, hacerles llegar la información que parece que no les llega, porque es inasumible para cualquier ser  humano que si sean conscientes de las consecuencias de sus actos,  no pueden ser tan malos, simplemente necesitan ver los rostros desesperados de las personas sobre las que van a recaer y escuchar sus historias.


Con este panorama el PP ha comenzado lo que Saviano llama "la máquina del fango". La estrategia es bastante, los medios están a su disposición. A la hora de cerrar filas no hay fisuras. Prácticamente todas las tertulias, informativos, prensa escrita y radio han pasado a centrarse en la acción en lugar de en la causa que provoca tal acción.

Una vez escuché a Asunción Balaguer contar en una entrevista que cuando Paco Rabal, su esposo, llegaba tarde de un rodaje y ella ya mascullaba echarle una bronca y pedirle explicaciones, él entraba por la puerta, se iba corriendo a la cocina  y comenzaba a gritarle por tener la cena fría. Ella se alteraba de tal forma que entraba en la discusión, justificándose una y otra vez.

No es difícil  desviar el debate hacia el terreno de la acción, etiquetarla como "violenta", utilizar el mismo lenguaje una y otra vez, encadenar los términos necesarios para crear emociones negativas, para hacer aparecer el recelo hacia aquella organización o persona a quien se asocia a esas palabras cargadas de connotaciones peyorativas en el imaginario colectivo.

"Intolerable", "intromisión en la vida privada" , "líneas rojas", "fascismo",...

Y entonces se desarrolla una  narrativa que se convierte en dominante y que ejerce una gran presión sobre la opinión pública,  no sólo  sobre ese circo de contertulios asentados cómodamente en el discurso políticamente correcto, que viene a ser algo como: "Yo estoy de acuerdo con vosotros, incluso firmé la ILP (para que veáis que soy buena persona)... pero esto es intolerable", sino también sobre muchas personas honestas que pierden el foco. Entonces  los debates de la calle reproducen ese mismo esquema  transmitido por el discurso hegemónico.

Ese, al menos, es el plan. Entonces, en esta tesitura,  comprendo aún más el calado de las reivindicaciones, esas de mínimos, como repiten una y otra vez los afectados. Entiendo la necesidad, la urgencia de que todos los movimientos ciudadanos, organizaciones no gubernamentales y partidos políticos que comparten estas demandas logren unirse también a la misma, en hacer causa común, porque esta es la bandera que señala la posición sin ambages: o apuestas por tu pueblo o apuestas por los que masacran a tu pueblo. Esa es verdaderamente la línea roja.

Orwell decía que para ver lo que tenemos delante de las narices, se necesita un esfuerzo continuo. Hoy probablemente es incluso más cierto que cuando lo afirmó, pero en el momento en el que hacemos  visible esa marca, la que nos separa, sólo entonces, el miedo cambia de bando.








lunes, 11 de marzo de 2013

Revolviendo problemas de pareja: ¿Qué me llevo a la barbacoa?



En psicología sabemos que la convivencia continuada acarrea muchas dificultades. Después de cada periodo vacacional las demandas de asistencia por estos motivos aumentan considerablemente.

Es en esos momentos en los que los conflictos no resueltos, ocultos bajo la rutina diaria del trabajo y las obligaciones, suelen aflorar con más facilidad. A veces esas dificultades acaban traspasando la organización doméstica para adentrarse en el terreno de las emociones, y entonces la situación empieza a ser más difícil de resolver.

Voy a centrarme en este post en las relaciones de pareja y no en los conflictos materno-filiales.  Digo los materno-filiales y no tanto los paterno-filiales, puesto que la mujer, en general, sigue ejerciendo ese rol de cuidadora-educadora (desgraciadamente, las mujeres no cambian de roles, suman los nuevos a los anteriores) con mucha más frecuencia que su pareja masculina, por lo que la intensidad de los conflictos con los hijos se deja entrever con mayor virulencia con la madre.

Las promesas de cambio sustentan durante años  innumerables relaciones, a veces incluso  durante toda la vida de la pareja, creando finalmente una frustrante sensación de incapacidad que hace que los intentos sean cada vez más débiles o esporádicos, cuando no se abandonan directamente, aceptándose la inmutabilidad de las cosas, o como resumiría el poeta, aceptando que  Nunca fuimos lo pensado.

Les propongo una técnica que llamo "¿Qué me llevo a la barbacoa?", y que se sustenta en dos puntos básicos: Qué y Cómo.

Es muy simple. Imagine que organizamos una barbacoa en grupo y que en lugar de centrarnos en lo que tenemos que llevar, cada uno le exige a otro que traiga los platos  que nos gustan  a nosotros.

- Tú traes una tortilla de espárragos y tú una empanada gallega... ¡bien cargadita de mejillones, eh!

No es difícil concluir que la comida habrá acabado antes de empezar.

Nos gusta la idea de pasárnoslo bien en grupo, pero en lo que pensamos es en qué podemos llevar nosotros, no en exigirle a los demás que lleven algo concreto.

 De la misma manera, si tenemos que resolver un conflicto con nuestra pareja conviene centrarse en aquello que está en nuestra mano cambiar.

Que no haya reglas explícitas que regulen el comportamiento, no quiere decir que no existan. En determinadas culturas, como por ejemplo, en Andalucía, se entiende de forma tácita que si yo invito a una ronda estoy exento de la siguiente. Es más difícil establecer pautas adecuadas a una relación en la que las emociones juegan un papel tan importante, pero es esencial distinguir entre aspectos funcionales y aspectos afectos porque los conflictos, como comenté antes, tienden a crear una peligrosa mezcla entre las dos que imposibilita un afrontamiento eficaz. Por lo que tenemos que tener alguna estrategia consensuada para resolver los problemas que surjan, dando por hecho que surgirán.

Esta es la técnica en su desarrollo esencial.

Qué: La forma de trabajar inicialmente este aspecto consiste en realizar una puesta en común sobre lo que cada uno está dispuesto a poner encima de la mesa para solucionar los conflictos abiertos. No se trata, en este caso, de hacer peticiones al otro miembro de la pareja, sino simplemente,  de reflexionar sobre lo que cada uno considera que debe aportar para hacer viable la relación.

Este primer punto es esencial porque es mucho más difícil chantajear las propuestas propias que las ajenas.  Por otra parte, esto conlleva un proceso en el que nos involucramos como parte activa del problema, evitando monitorizar los comportamientos ajenos a la espera de que haya un error que confirme nuestras pesimistas expectativas.

- ¡Ya sabía yo que esto no iba a funcionar!

Cómo: La segunda parte se centra en cómo hacer viable aquello que uno está dispuesto a cambiar. No basta con pensar y declarar las buenas intenciones, se tienen que atisbar o recordar los posibles obstáculos personales por los que antes no hemos sido capaces  de llevarlos a la práctica  adecuadamente y establecer los mecanismos que esta vez lo hagan posible.


Entonces, en lugar del clásico: "Te prometo que cambiaré!", fruto más que de la necesaria reflexión, de la necesidad de  eliminar el malestar del momento y el que se adivina de concretarse la separación, se invita a la pareja a pensar y a exponer qué cosas concretas son capaces cada uno de ellos de aportar y cómo van a conseguir que fructifiquen con éxito.

Es un punto inicial, desde luego, pero sin el cual todo el arsenal terapéutico del que disponemos se desmorona a veces como un frágil castillo de naipes al poco de ir aplicándolo.

Lo habitual es que las parejas lleguen a consulta con un historial previo de fracasos que con el tiempo han derivado en una tendencia  a sabotearse mutuamente para confirmar sus propias expectativas sobre las verdaderas causas de los conflictos y eso hace muy difícil que tengan éxito los intentos venideros.

Cuando ya se dan por vencidos acuden a un agente externo para que medie, pero casi siempre con la intención de que cambie el otro, al que atribuyen habitualmente la base del problema.

A veces realmente es así; uno no aporta, ni ha aportado y los intentos son siempre sólo de un miembro de la pareja, entonces, si no hay un compromiso mutuo todo intento será estéril. Esta técnica ayuda también a desenmascarar este aspecto: igual que nos alimentamos a nosotros mismos, las relaciones necesitan ser alimentadas por los miembros que la componen, en caso contrario, termina con carencias de algún tipo, igual que le sucede a cualquier organismo vivo. Puede que esa carencia no acabe con el mismo, pero sí ocasionará trastornos que harán que el día a día se haga cada vez menos placentero, cuando no doloroso.

Le propongo que la próxima vez (que la habrá) en la que los problemas afloren se pregunten a sí mismos: ¿Qué me llevo a la barbacoa?,  en lugar de: "¡Si no llevas pollo empanado a la barbacoa, conmigo no cuentes!"



martes, 5 de marzo de 2013

Ansiedad: La voz sanadora

- ¿Y si cuando salga de mi casa se me cae un avión encima?
- ¿Y si el ascensor se cierra y no puedo salir y me asfixio?
- ¿Y si me bloqueo y no me sale la voz?

¿Cómo reaccionaría usted si su pareja, por ejemplo, le dijera algo de esto?



Los familiares, parejas y amigos  perciben con claridad meridiana que lo que atormenta al paciente es algo irracional e intentan  hacerle comprender al mismo por todos los medios que aquello no tiene sentido. No entienden por qué no se limitan a tranquilizarse, sin más, y ponen fin a ese sufrimiento estéril.

Pero los propios pacientes también son conscientes de esa irracionalidad -en caso contrario estaríamos hablando de otra patología- y ya han intentado una y otra vez tranquilizarse infructuosamente.

- Estoy harta de decirle que se tranquilice- me comenta la pareja con gesto cansado -, pero no me hace caso.

Desde hace años utilizo una técnica que denomino: "La voz sanadora".  Reconozco que si viera un libro que se titulara así  no me lo compraría ni muerto, pero un día descubrí que a determinados pacientes este tipo de nombres les funciona como una especie de catalizador, ampliando las expectativas y el deseo de ponerla en práctica, y ante tal evidencia opté por dejar de hablar de autoverbalizaciones y otros palabrotas y colocar enunciados más descriptivos y esperanzadores para denominar a determinadas técnicas.

La voz sanadora tiene poco que ver con esa voz racionalizadora que intenta convencernos de lo erróneas de nuestras apreciaciones en esos trances. No funciona cuando nos lo dicen y tampoco cuando intentamos decírnoslo a nosotros mismos. El efecto esperado de la frase: "Me voy a tranquilizar", suele ser el de un incremento paradójico de la ansiedad. Como ya he comentado en otros posts sobre ansiedad, reducir el nivel fisiológico asociado tiene más que ver con lo que hacemos que con lo que nos decimos (o nos dicen).

- Imagínate que la ansiedad, ese temor que experimentas, es un niño pequeño al que tienes que consolar. Apenas puede entender lo que le dices, así que te limitas a intentar aliviar su malestar por otras vías, la cercanía, el tono de voz cálido, el contacto físico,... Necesitarás un espacio, un rato dedicado exclusivamente a proteger, a sanar ese temor, sin intentar vencer ni convencer. Esa voz está dentro de ti, la has utilizado muchas veces con los demás, ahora tiene que guiarte a ti, dejar que te seduzca ese tono tranquilizador. Puedes utilizar la imagen de un bebé de pocos meses alterado por un ruido extraño o por alguna incomodidad que no puede explicar pero que se traduce a través de su llanto o de su gimoteo. Basta con que te centres en hacer que se calme, sin prisas, con paciencia,...

Esto es algo similar a lo que utilizo. Muchas personas me piden que lo grabemos para poder utilizarlo en casa, pero lo que me interesa -no sólo porque mi voz de pitufo enfadado es poco terapéutica - es que sea su propia voz la que graben y que finalmente no necesiten un audio, sino que la utilicen directamente. Entonces la técnica cobra toda su intensidad y eficacia.






martes, 26 de febrero de 2013

Contra la voluntad

Casi podía haber ampliado el título a "Contra la voluntad y la razón", entendida esta última como esas extenuantes batallas que libramos por demostrar que la verdad está de nuestra parte.  Posturas  que han permitido justificar innumerables guerras, ocultando los verdaderos intereses de las mismas.Pero al final me he decidido por el que aparece, sin más, contra la voluntad, porque considero que merece un post en sí mismo.

Voluntad viene del verbo latín volo (querer) y es un término con gran predicamento en nuestra sociedad. Nos venden la idea de que "querer es poder", de forma  que aquel o aquella que no consigue lo que supuestamente debería es porque no le da la real gana.

Una ventaja inmediata de asumir este constructo es que nos libera de explicaciones más profundas de buena parte del comportamiento humano. Así, por ejemplo, si un niño tiene malos resultados escolares podríamos decirle a los padres que tiene que esforzarse más, mensaje en el que subyace la idea de que si el niño quisiera, podría. La consecuencia inmediata de eso es que los padres empezarán a castigar al niño con la curiosa intención de "motivarlos", porque asumirán, a su vez, que si le quitan sus diversiones habituales, el niño responderá aumentando el esfuerzo. La espiral que sigue a continuación es posible que la conozca, en caso contrario tampoco creo que le cueste mucho imaginársela.

Cuando la voluntad se convierte en la única herramienta de cambio, los problemas pueden empezar a cronificarse. Los ejemplos los podemos extraer de cualquier tipo de relación, por ejemplo, las de pareja. Movidos por el malestar que genera la tensión tras un nuevo episodio de discusiones, alguno o los dos miembros de la pareja optan por prometerse mutuamente que no volverán a repetir lo mismo. De nuevo aquí asumimos que si queremos, podremos.

Los más listos me parecen los psicólogos que están detrás de los anuncios de publicidad. Ellos nunca apelan a que usted "quiera" comprarse el coche que le muestran, sino a que "desee" comprárselo, a que se imagine conduciéndolo mientras las chicas sacan número para poder montarse con usted a darse un garbeo por la eterna carretera del Cañón del Colorado. No se dirigen a ese sobravalorado constructo, sino a algo más primitivo: las emociones.

Más allá de la etimología, cuando nos referimos a voluntad queremos expresar la capacidad de ser capaz de llevar a cabo algo superando los obstáculos que se presenten para conseguirlo. No se me ocurre nada que ocasiones más frustración. Piense en la cantidad de veces que se ha planteado una meta, que se ha prometido a sí mismo que esta vez sí, y luego no ha sido capaz de conseguirla. En determinadas personas ese planteamiento reiterado puede dar lugar a serios problemas de inseguridad, de falta de confianza en sí mismos.

Cuando el padre o la madre ven que quitarle la Nintendo,la Wee y el PC no es suficiente, lo que suelen hacer es dejarlo sin salir. No suelen plantearse la posibilidad de que la estrategia usada sea errónea. También a las parejas les puede suceder a veces algo similar. Discusiones, promesas, discusiones,..

Peor aún se me antoja que, a pesar de la evidencia contraria,  un pueblo entero fantasee con la idea de mejores tiempos venideros fruto de la inequívoca voluntad mostrada por nuestros dirigentes para que ello tenga lugar. Igual que en los casos anteriores, durante ese sueño, durante esa etapa de falsa ilusión, podremos confiar en que los deseos se cumplirán y evitar así, comprometernos, analizar, esforzarnos por  entender qué ocurre y poder actuar en consecuencia y no sólo mantener la esperanza de que las medidas más simples, por drásticas que estas sean, nos conducirán al destino imaginado.




miércoles, 20 de febrero de 2013

Morir como alternativa

Imagine que tiene varios hijos y que de pronto, debido a una sobrecarga laboral, a usted y a su pareja les entra una extraña sensación de impotencia, de incapacidad para hacer frente a la educación y cuidados básicos de los niños. Entonces va a la consulta de un especialista en estas vicisitudes. Allí, en la sala de espera,  se encuentra con otras familias en circunstancias similares y entabla conversación con ellos. Algunos llevan mucho tiempo aplicando las recomendaciones del terapeuta pero las cosas no parecen ir muy bien.

- Nos dice que les dejemos sin TV, sin Nintendo, sin... lo que vaya haciendo falta.
- ¿Y eso les funciona? - pregunta usted esperanzado.
- No, cada vez los dejamos con menos cosas. A mi hija pequeña le he dicho que este año no habrá Reyes, por ejemplo, pero cada vez  hay más conflictos en casa.
- Y entonces, ¿por qué siguen haciéndolo? - vuelve a preguntar, esta vez preocupado.
- Este es el mejor terapeuta. Él sabe lo que se hace. Nos pide paciencia.

Entonces usted, que todavía no ha ingresado en la secta decide marcharse en busca de otro profesional y le cuenta lo que ha escuchado. Extrañado, éste le comenta que las técnicas que le ha citado se han mostrado ineficaces sistemáticamente, por lo que actualmente no hay ningún profesional que no sepa cuáles son las consecuencias de empeñarse en utilizarlas como remedio para tales dificultades.

- Es más - le dice- no sólo son ineficaces; son perjudiciales. A ese profesional hay que denunciarlo para que le retiren la licencia o le pongan una sanción.


Le voy a contar justamente lo que sabemos, desde el ámbito socio-sanitario, respecto a recortes sociales y sus repercusiones en la  morbi-mortalidad.

Mire, estos son algunos datos que aparecían en octubre de 2005 en    El libro Verde de la Salud Mental,"Mejorar la Salud Mental de la población":

Se estima que más del 27 % de los europeos adultos sufren al menos una forma de alteración  psíquica en algún año de su vida 

En la UE, las formas más comunes son los trastornos de ansiedad y la depresión. Se espera  que en 2020 la depresión sea la causa de enfermedad número uno en el mundo desarrollado

Actualmente, unas cincuenta y ocho mil personas se suicidan cada año en la UE, cifra que supera la de muertes anuales por accidentes de tráfico, homicidios o VIH/SIDA.

Incluía también una conclusión de importante calado:


La salud mental y la salud física están estrechamente interrelacionadas. Esto significa que si  se integra la salud mental en la prestación de servicios hospitalarios generales se pueden  acortar significativamente los periodos de hospitalización, liberando así recursos económicos.

En su declaración de intenciones, instaba a sus miembros a "... dar prioridad a la salud y el bienestar mental en sus políticas de salud y elaboren estrategias y/o planes de acción sobre salud mental que abarquen la prevención de la depresión y del suicidio".

Parece que no han ido por ahí los tiros.


En esta gráfica, recogida en dicho documento, se apreciaba la diferencia en gasto en salud mental, respecto al gasto total en salud. Sí, España, está en la cola con un raquítico 5%. Sólo tres países gastaban menos en salud mental: Portugal, República Checa y Eslovaquia. Esto ha variado poco a día de hoy, a pesar de las peticiones expresas por parte de la OMS.

El tratamiento farmacológico se está convirtiendo en la única vía para atender a los problemas de salud mental, con el enorme gasto que ello implica, aparte de que en muchos casos no es el tratamiento de elección.

Con la llegada de la crisis, los problemas relacionados con la salud mental se han disparado. Pero al mismo, tiempo, los recursos atencionales han disminuido. No es complicado entender cuáles van a ser  -están siendo-  las consecuencias.

Grecia, por ejemplo, ha pasado de ser el país con la tasa de suicidio más baja de Europa a tener una de las más altas, con un incremento oficial del 37%, posiblemente mayor debido al ocultamiento de casos, por cuestiones religiosas. Se ha descrito la relación también con otro tipo de muertes, tales como los infartos de corazón o las enfermedades relacionadas con el sistema inmunulógico, por ejemplo.

Tenemos otros antecedentes no muy lejanos respecto al efecto de las crisis sobre la morbi-mortalidad. Por ejemplo, en la crisis postsoviética (1989-1999), aumentó el paro, la mortalidad y ¡disminuyó la esperanza media de vida! Ese incremento de la mortalidad se debió especialmente al aumento de causas externas, tales como los suicidios o los homicidios y por enfermedades cardiovasculares. La esperanza de vida cayó del 64 a 58 en los hombres y de 74 a 71 en las mujeres.

Los estudios longitudinales de Stockler y cols., muestran que el incremento de un 1% en la tasa de desempleo supone un incremento de 0,8% en la tasa de suicidios.

Otros estudios abundan en la misma dirección, no sólo se incrementan las desigualdades sociales, sino también, aparte de la mortalidad y las enfermedades, las desigualdades en esperanza de vida.

Quiero llamar aquí la atención a un hecho crucial: tanto en uno como en otros estudios, cuando se adoptan medidas paliativas, el incremento vertiginoso del desempleo no conlleva una subida en la tasa de suicidios ni en los otros indicadores citados. Es decir, cuando los niveles de protección social son adecuados actúan como amortiguadores vitales.

Por ejemplo, en Finlandia, entre 1990 y 1993, el desempleo pasó del 3% al 16%, sin embargo la tasa de suicidio descendió. Lo mismo que con la crisis en Suecia a principios de los noventa. Mientras, en ese periodo, la crisis azotaba a España también, pero mientras la correlación fue inversa en Suecia (-0,13), en nuestro país fue positiva (0,59), es decir, aumentaron los suicidios.

La conclusión del estudio de Stockler fue que cuando la inversión en políticas activas de empleo supera los 140% per capita, un determinado incremento del desempleo no afecta a las tasas de suicidio.

Al mismo tiempo, investigaron qué efectos producían los recortes sobre la mortalidad. Estimaron que por cada 80€ recortados por persona en ayudas a desempleados, discapacitados, jubilados, familias y niños, la mortalidad general podía incrementarse un 1%, los debidos a problemas relacionados con el alcohol un 2,8% y las cardiovasculares un 1,2%, entre otras.

Otros investigadores, como Hopkins, habían señalado anteriormente que obedecer ciegamente las directrices del Banco Mundial o del FMI en la crisis del sureste asiático tuvo un coste significativo en mortalidad en Tailandia e Indonesia, mientras que en Malasia, que, frente a lo recomendado por el Banco Mundial, no redujo el gasto social, estas tasas no tuvieron tal repercusión.

Hay más ejemplos, pero creo que con los citados basta para hacerse una idea de la diferencia entre  lo que sabemos actualmente y lo que ponen en práctica nuestros dirigentes, convertidos en marionetas de otros intereses y voceando el discurso neoliberal de la imposibilidad de otras opciones: No hay alternativa. No sólo las hay, sabemos además que las implantadas provocarán no sólo el empobrecimiento del país con una duración incierta, sino la muerte de cientos y miles de seres humanos, daños colaterales ante los que alguna ministra o dirigente del PP esbozará un amago de lágrimas en TV.

Quisiera detenerme, por último, en las medidas que han mostrado su eficacia, entre otras, las políticas activas de empleo. 

A pesar de que en España el gasto en políticas de empleo ha llegado a triplicar a la media de los países de la OCDE. Sin embargo la mayor parte de ese gasto en España está destinado a políticas pasivas, a las imprescindibles prestaciones  por desempleo, gastando proporcionalmente muy poco en formación y en servicios públicos de empleo, intermediación laboral, (véase, por ejemplo, los recientes despidos de profesionales dedicados a este área), mientras que el gasto en incentivos a la contratación y a la creación de empresas es muy superior incluso a países como Francia o Alemania.

Estos señores no realizan un seguimiento del gasto en programas de este tipo, que pudiera determinar itinerarios ajustados a las nuevas necesidades. Se limitan a describir los gastos y a citar las tasas brutas de inserción laboral, y así es imposible que funcione, más bien al contrario, así será dinero dilapidado, que durará -como ocurrió con el plan Ñ-, lo que dure el dinero. 

Si usted hiciera eso en su casa, con su economía doméstica, tardaría poco en ver los resultados. Luego podría concluir que es mucho mejor privatizar la planificación de su gasto familiar y decidir  contratar a un gestor para que la llevara.

Algo parecido hacen ellos, en lugar de dimitir por ineptos, temerarios, arrogantes como sólo puede serlo la ignorancia,.. en lugar de eso, se aferran a la fe, o bien, como alternativa, hacen lo que hacen conscientemente, sabiendo cuáles van a ser los resultados.

No quiero estar gobernados por fanáticos religiosos, ni por títeres sin alma. Ni nosotros, ni nuestros hijos nos merecemos esta barbarie.

Un ejemplo, de la estulticia que tenemos que soportar: 

Lo que dice: “Los profesores son un cuerpo privilegiado”, entrevista a la diputada del PP, M.Carmen Martín Irañeta.


Próxima cita: 23F











miércoles, 13 de febrero de 2013

Crisis, desempleo y salud mental

El próximo viernes día 15, el grupo al que pertenezco, Psicología y Crisis, imparte una charla en una Asociación de Vecinos sobre crisis, desempleo y salud mental.



Una de las consecuencias de la crisis es el progresivo aumento de la exclusión social, que va acaparando a  capas sociales que antes quedaban al margen. El desempleo prolongado  más la percepción de falta de control sobre los acontecimientos y la desesperanza ante el futuro, está abocando a muchas personas no ya a dificultades diarias de supervivencia, sino también al nacimiento de una epidemia de trastornos mentales que acaban cada vez más frecuentemente, como en países de nuestro entorno, en suicidios o en conductas de huida, como adicciones de diversa índole.

Ante esta situación, la respuesta es básicamente, un incremento de la medicalización, hasta el punto de que en la UE el gasto farmacéutico se está disparando en los últimos años, especialmente en los relacionados con la ansiedad y la depresión.


No podemos permanecer impasibles, no sólo como sujetos individuales, sino como colectivo conocedor de los mecanismos que subyacen a estos procesos y de los recursos que es preciso implementar para modular dichos efectos.

Estructurar redes de apoyo social es un elemento que ha demostrado ser clave en tal sentido.  Contar con apoyo emocional para ventilar las emociones, recursos asistenciales, establecer vínculos cooperativos sobre las necesidades detectadas, aprender y divulgar estrategias para paliar los efectos del estrés, difundir actividades de ocio activo,.. Son muchas las tareas y las posibilidades. En su conjunto conducen a lo que llamamos empoderamiento, capacitación como colectivo para hacer frente a las dificultades desde óptica.

Somos un grupo entusiasta que creemos firmemente en lo que hacemos, que intentamos predicar con el ejemplo y no limitarnos a actuar como supuestos "expertos" que exponen asépticamente los conocimientos derivados de la investigación. Estamos en todas las batallas que podemos, queremos transmitir esa ilusión por cambiar las cosas, por hacer posible lo que se presenta como inviable, por desenmascarar los discursos que nos arrojan a la desesperanza. Esperemos poder transmitirlo.






martes, 12 de febrero de 2013

Hoy es el día




Hoy es un día clave. No sólo para comprobar si se admite o no a trámite la Iniciativo Legislativa Popular (ILP), con cerca de millón y medio de firmas recogidas,  que intenta detener los desahucios. Mañana, pase lo que pase deberá seguir la lucha. Pero hoy es un día para comprobar dónde ponen algunos diputados y diputadas el límite de su dignidad como seres humanos.


Buena parte de la dirección del PP abanderó una campaña por el derecho a la objeción de los médicos ante el aborto. ¿Acaso no son estos desahucios unos crímenes de lesa humanidad? ¿Basta con las lágrimas de Soraya Sáenz hablando de las familias que se quedan -cerca de dos millones- sin ningún ingreso y son además despojadas del techo que habitan?

Es la hora de pronunciarse. Muchos de los militantes del PP han firmado la ILP. Es difícil no hacerlo. Tienes que tener un corazón de piedra. Pensar, como escuché los otros días al director de La Razón, que él tenía vivienda porque había "estudiado", o pensar que los desahuciados se lo merecen por vagos o imprudentes,.. Tienes que creerte que eso supondrá la ruina de la banca, mientras que te despreocupa que el rescate de la misma suponga la ruina de buena parte de los nuestros. Tienes, probablemente, que estar en otro mundo, ser ajeno al dolor que te rodea, a lo que la mayoría (el 90%) demanda desde el salón de su casa o desde la plaza de cada ciudad. Y entonces, señor Diputado, señora Diputada, usted ya ha perdido cualquier legitimidad para representarnos.

Hoy es el día de saber si vivimos o no en una democracia. Si  un millón y medio de firmas no es capaz de hacer atravesar la barrera que supone permitir un debate abierto, entonces esto es otra cosa, el capitalismo sin disfraz y sus lacayos sin sentimientos, pero no, no nuestros representantes.

El sábado continuará la lucha. Me gustaría que estuviéramos todos, que hiciéramos un hueco en nuestras agendas para compartir. Ese, como tantos, nos tocará a nosotros.

miércoles, 30 de enero de 2013

Manual para perdedores (que esperan dejar de serlo algún día)




Hace un par de días leí la reflexión de una activista griega sobre la lucha en su país. Se sentía desmoralizada, después de batallar día tras día, de 8 huelgas generales desde 2008. Finalmente  se marchó a Londres a buscar empleo, porque en Grecia ya no había trabajo “ni de camarera”. 

Ella sugiere actuar de una forma completamente diferente, por ejemplo:

“…ni luchar, ni confrontar, sino desertar; ni reivindicar, ni pedir, desplegar aquí y ahora el mundo en el que queremos vivir; ni actuar, ni movilizarnos, sino entregarnos a cierto abandono. Hacer fuerza de nuestra debilidad.”

Si les soy sincero no acierto a ver la fuerza de esta iniciativa, pero sí me gusta la idea de ser capaz de planteársela. En un primer instante, sin embargo, lo primero que pensé mientras la leía fue en la desesperación de tantas personas que se enfrentan diariamente a esta sinrazón que nos invade sin que obtengan los resultados esperados. Me imagino a esos millones de Sísifos  griegos recobrando las fuerzas cada noche para volver a la batalla al día siguiente, probablemente con el mismo penoso resultado. Ya hay una legión de imprescindibles brechtianos, ahora necesitamos comenzar a ganar.


Aunque no llega todavía al mismo nivel de enfrentamiento campal que en Grecia, en nuestro país ya quedan pocos colectivos por movilizar, pocos conjuntos de población que no hayan secundado, protestado, maldecido, etc., contra los recortes y las estafas del día a día y las que vamos descubriendo de días y años atrás.

Algunas de las imágenes que cuelgo eran impensables hace muy poco. A los que vemos en las portadas de los periódicos es a los jóvenes descamisados, con el rostro tapado, incendiando lo que encuentran (da igual que la foto sea de hace 10 años o de otro país: la estigmatización no necesita a la realidad como vehículo). Pero no, estas personas obstinadas en luchar día tras día, relevándose para mantener la ocupación, no son noticia de portada.




La cuestión entonces es por qué seguimos perdiendo si hay tantas personas hartas de seguir pagando lo que deben los bancos con el dinero público y que expulsen de su hogar cada día a más de 200 familias, arrojadas a la calle y a la miseria, de que hagan ostentación de su riqueza mientras nos recortan los sueldos miserables o nos lanzan directamente al desempleo indefinido, que obliguen a lo mejor de nuestra juventud a emigrar como emigraron ya sus visabuelos,..  ¿por qué, siguiendo lo planteado por la chica griega, no se ha conseguido aún darle la vuelta a esto?


Guía práctica para perder batallas


¿Por qué perdemos? Estas son algunas respuestas posibles:
  • Estamos en el mismo bando. Tienen el control absoluto de los medios de comunicación. Se nota especialmente en los elementos claves. En lo demás pueden aparentar controversia, pero tienen claro dónde tienen que poner la barrera. A la hora de la verdad, piña común. 

  • Nosotros o el terror.Cualquier miedo o propuesta difundida desde el establishment repercute profundamente sobre una población ya acongojada: “nosotros o el terror”, no me diga que no elegiría usted a nosotros. Cuando les digo a mis pacientes, ¿prefieres eliminar tu angustia con esta técnica o con esta otra?, no ofrezco como opción la respuesta: “Con ninguna, prefiero seguir así”.

  • Atacar es ganar. Mantienen a la defensiva a los colectivos afectados. Basta con atacarlos. Todo el que se defiende es susceptible de aceptar peores condiciones que las inicialmente existentes. Es psicología del comportamiento básica. 

  • ¿Jugamos a las batallitas? Conseguir que determinadas organizaciones sindicales simulen algaradas esporádicas y comedidas ayudará a hacer cundir el desaliento. Una huelga general que no esté inscrita en una estrategia más general y con unas propuestas alternativas que puedan ser abrazadas por otras organizaciones, está abocada al fracaso más allá del número de asistentes que la secunden. Una huelga general es a la política lo que el órdago al mus; te la juegas. No puedes lanzarla si no estás seguro de que la vas a rentabilizar.

  • No son lo suficientemente de izquierdas. El sectarismo es imprescindible para que fracase cualquier movimiento. Ser tan corto de miras, tan inconsciente de las necesidades concretas del momento, ha sido siempre una barrera para el avance de la izquierda. Entre los que quieren una revolución ya y los que simplemente quieren recuperar el poder adquisitivo perdido y volver a soñar con comprarse un piso mayor, hay un abismo sin duda. ¿Cuál cree usted que es la proporción entre soñadores de “Todo pasará, como siempre, y al final podré comprarme el A4” y los soñadores de “Por fin todo el mundo se dará cuenta de la verdadera cara del capitalismo y haremos la revolución”? Pues eso.

  • Los intocables. Mantener al capitalismo en el búnker. Igual que al Rey, al capitalismo, como concepto, como sistema e incluso como simple nombre pronunciable, se le ha mantenido durante años en un limbo inexpugnable fruto de la represión y de la auto-represión. Hasta tal punto es así, que tanto uno como otro, monarquía y capitalismo, comienzan a lucir sin sonrojos sus verdaderos miserables rostros, y entonces casi podrías aventurarte a gritar: "Vaya mierda de capitalismo"  o en su defecto o al mismo tiempo, "Vaya mierda de monarquía", pero lo que te sale en realidad es: "Vaya mierda de monarca" o bien, "Vaya mierda de políticos", y entonces habrá pocos que no estén dispuestos a pactar una reconstrucción para que todo siga igual.

  • No puedo parar. Otra cuestión es la incontinencia misma del capitalismo, sintiéndose libre de oposición, de alternativa. El capitalismo no puede parar de devorar, es su esencia, detenerse es perder su identidad. 
    • Una pareja está haciendo el amor en la vía del tren. De pronto, ella ve un resplandor a lo lejos y lo avisa desesperada a él:
    • ¡¡Pepe, Pepe, que viene el tren!!
    • Pues que pare el que pueda – contesta él sin inmutarse.
         Créame, Pepe es el capitalismo: ¡No puede parar! 
  • Los pobres eran otros. Luego tenemos el papel de los pobres, especialmente los recién llegados, los que aún no han adquirido conciencia de serlo y los que están a un cuarto de medida del gobierno de pasar a engrosar su ejército. El sistema teje para ellos  una guerra no siempre incruenta: la guerra de los pobres. La guerra de los pobres asegura el sustento de los ricos. El caldo ideológico del que se nutren es el discurso hegemónico, el más fácil de digerir, el que da sentido al sufrimiento y sitúa la causa en la otra esquina, en la casa de los pobres de enfrente.

    • Los culpables son los empleados públicos (hay muchos), los inmigrantes (nos quitan el trabajo), los viejos (se llevan todos los recursos), las mujeres (tendrían que quedarse en casa, como toda la vida), los políticos (son unos corruptos),..
Estas guerras dispersan la atención y las fuerzas. Cada vez que hablas de política tienes que realizar un sobreesfuerzo para intentar paliar esto, pero da igual que des datos o argumentos, entre la razón y la emoción hay tanta brecha como entre los ricos y los pobres, o como dice Anguita, matizando el eslogan del 15M, “entre los de abajo y lo de arriba”. Entonces ves con tristeza que hace falta muy poco ejército enfrente, con ese virus en el cuerpo es cuestión de tiempo que nos diezmemos entre nosotros mismos.


  • La desesperación silenciosa. Más antiguo aún que el concepto de mayoría silenciosa es el que planteaba Thoreau, la desesperación silenciosa, para referirse a esas personas rendidas a la impotencia, que intentan alejar sus vidas de los conflictos a pesar de no ser ajenos a ellos. 
          A muchos de ellos, un día también llamarán en su puerta, a lo mejor ya es tarde, como en el famoso poema (1), pero entonces no será sólo tarde para ellos, sino para todos nosotros.


  • ¿Y cuál es la alternativa? Por último, la falta de referente alternativo tiene también un peso importante porque cada colectivo marca objetivos que, aún con nexos de unión con otros, son incapaces de confluir en un proyecto unitario. Pero la evidencia -¿o necesitamos más? ¿o no aprendemos de griegos y portugueses?- es que así nos desgastaremos, ninguna organización individualmente puede oponerse de forma consistente y eficaz en tal tesitura. Hay que saber medir las fuerzas. Nos asiste la razón y la justicia, pero no parece que sea suficiente. Es necesario una acción conjunta y para ello hay que utilizar las opciones que nos da este sistema que tan pocos resquicios deja. No podemos dejar pasar más tiempo sin aglutinar y constituir un referente conjunto, con un programa que abandere la ilusión por otro tipo de vida y de sociedad que acabe con tanta injusticia. Hace un par de años pensé que la propia acción llevaría, como ha sido finalmente en Túnez, a la constitución de un frente en el que se inscriban las organizaciones que tienen un único y legítimo fin, más allá de las diferencias. Habrá que gritarlo más alto. Todo lo anterior podría ser modulado por el efecto esperanzador de un referente común. En ello estamos.



    Vuelvo al principio, a la propuesta de la activista griega, aún sin estar de acuerdo en lo que plantea, sí estoy convencido de que el cambio implica acabar con lo viejo, y lo viejo está aún en nuestras mentes como  lo único


    (1) Cuando los nazis vinieron por los comunistas
                                                                      Martin Niemöller

    Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
    guardé silencio,
    porque yo no era comunista,

    Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
    guardé silencio,
    porque yo no era socialdemócrata,

    Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
    no protesté,
    porque yo no era sindicalista,

    Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
    no protesté,
    porque yo no era judío,

    Cuando vinieron a buscarme,
    no había nadie más que pudiera protestar.