martes, 23 de octubre de 2012

14 rodean el Parlamento

Esta entrada es un homenaje a todos aquellos que alguna vez, como esta tarde, como otros días atrás, como otros años aquí y en otros muchos lugares,  han sido capaces de desobedecer el poder establecido y enfrentarse a las injusticias, saltando desde el mullido sillón de la conformidad.

"Si una ley es de tal naturaleza que requiere que usted sea el agente de injusticia para otro entonces, rompa la ley".
"Desobediencia civil" Thoreau (autor de  "Walden").

En 1955 el psicólogo Solomon Asch publica un artículo en el que aborda el papel que las influencias sociales desempeñan en la modelación de las creencias, comportamientos y opiniones de las personas.

En el experimento que sirvió de base a dicho artículo, Asch expuso a una serie de sujetos (estudiantes, en este caso) a una prueba visual. Tenían que decidir cuál de las líneas que se les presentaban era igual a un modelo determinado (ver foto).



Cada sujeto era introducido en un grupo de unas 5 u 8 personas que eran, en realidad, colaboradores de Asch. El experimento estaba organizado de forma que el sujeto experimental era siempre el último o penúltimo en responder. Se realizaban 18 ensayos. Los "compinches" decían la respuesta correcta en los seis primeros, pero daban otra incorrecta (la misma todos o casi) en los otros doce ensayos.

La tarea es bastante sencilla, ¿Sería usted capaz de mantener su criterio o se adheriría al del resto? ¿Qué cree que ocurrió?

Un grupo mayoritario sucumbió más de una vez (uno incluso 11 de las 12 veces) a la "respuesta normativa", pero  otro pequeño grupo se mantuvo firme y coherentes y no sucumbieron a la presión ni una sola vez.

Este experimento se ha replicado muchas veces con resultados similares, pero llegándose a distintos índices de conformidad según el contexto cultural. Así, en aquellos países en las que la pertenencia al grupo tiene mayor peso, el nivel de conformidad era mayor.

Años más tarde, en 1963, un alumno de Asch, Stanley Milgram, publica otro artículo ("Estudio de la conducta de obediencia") que es desde entonces un referencia en la psicología social.

A Milgram le llamó poderosamente la atención la respuesta de un criminal nazi en el juicio que se le realizaba: "Sólo cumplía órdenes", expuso escuetamente. La  opinión popular era que para poder llevar a cabo tales conductas inhumanas,  tales sujetos deberían poseer algún rasgo de personalidad diferenciador. El experimento de Milgram mostraba que no; nuestra conducta no está tan determinada por el tipo de persona que somos como por la situación en que nos encontramos.

Milgram se preguntó si una persona bondadosa, nuestro vecino o el señor que ayuda a cruzar la calle a la anciana, podría llegar a actuar en contra de sus principios humanitarios si algún tipo de autoridad se lo requería.

Para contestar a ello ideó el siguiente experimento:

 Se explicó a los sujetos que iban a participar en un experimento para investigar los efectos del castigo sobre el aprendizaje. Se establecía una pareja de forma aparentemente aleatoria, uno de ellos era un voluntario que hacía de víctima siempre, o sea, de "aprendiz", y el otro de "maestro". Se le presentaban una serie de palabras emparejadas ("azul-casa", "bueno-reloj",..) que el "alumno" tenía que memorizar y en caso de fallar, el "maestro" diría la respuesta correcta y avisaría  acto seguido de que le iba administrar una descarga eléctrica. Esta descarga iría subiendo de intensidad con cada ensayo erróneo, desde 45 voltios (una descarga ligera y la única real que podía aplicar la máquina), hasta una de 450 voltios (muy severa, no sé si alguna vez ha recibido en un descuido alguna aunque sea de 125, para que se haga una idea), descargas que en realidad no se aplicaban pero que el voluntario fingía recibir con gritos que a partir de los 300 se volvían golpes en la pared y lamentos pidiendo ser sacado del experimento.


La tercera persona incluida representaba a la autoridad. Con su bata gris de laboratorio y un semblante severo e inexpresivo, otro colaborador hacía de "científico".

Cuando los sujetos presentaban dudas ante las quejas del "aprendiz", el "experimentador" se limitaba a decirles cosas que iban desde   "Continúe, por favor", hasta  "Usted no tiene opción alguna. Debe continuar".

En una encuesta previa al experimento, absolutamente todos los encuestados apostaron a que nadie llegaría hasta el final, salvo los sádicos, pero el resultado fue justo el contrario al previsto por ellos: el 65% llegó hasta el final y un porcentaje muy alto llegó hasta los 300v.


Estamos entrenados para obedecer a las figuras de autoridad, pero esa autoridad debe ser percibida como legítima.

En una entrevista a un mosso d'Essquadra en el programa "Salvados", preguntado sobre por qué actuaban así, este se limitó a responder: "Es nuestro trabajo", algo que me hizo recordar  aquella respuesta dada por el lugarteniente de Hitler que dio pie al experimento de Milgram: "Sólo cumplía órdenes".

Una de las teorías por las que Milgram explicó los resultados es la denominada "teoría de la cosificación". Para poder obedecer órdenes que van en contra de nuestros principios debemos primero cosificarnos a nosotros mismos, convertirnos en objetos que se limitan a cumplir los deseos de otros que tienen legitimidad para  ello. La respuesta del mosso d'Essquadra va en esa dirección. La segunda parte consiste en cosificar al otro posible sujeto, el "aprendiz", el "manifestante", y todas las instrucciones que recibirá desde que se monta en sus "vehículos acorazados" intentarán que vayan en esa dirección: ocultar al ser humano con las mismas dificultades que el que tiene enfrente, bajo esa sucesión de capas que atrincheran la dermis contra la razón.

Me quiero referir aquí, por último, a los 14 sujetos que se negaron a seguir, a los que en un momento del experimento desobedecieron y se mantuvieron en su postura.  Esos 14, esa minoría, que ahora ha decidido ponerse al otro lado de la pantalla desde la que la "mayoría silenciosa" los observará. Aquellos, pocos, primeros que decidieron desobedecer y quedarse a pernoctar en Sol. Igual que aquella, solitaria mujer negra que decidió un día no levantarse de su asiento.

Les recuerdo, para ello de  nuevo a Asch,  una "curiosidad" de sus resultados: si uno solo de los colaboradores, -atención ¡solo uno!-, daba una respuesta correcta, la probabilidad de que el sujeto dejara de comportarse según la "norma impuesta por el grupo" y se adscribiera a lo que "veía", aumentaba considerablemente.

Un número determinado de personas manteniendo consistentemente su discurso y su obra, hace que partes cada vez más numerosas del gran grupo se cuestione la realidad establecida y pueda finalmente cuestionar la legitimidad de la autoridad establecida. Así pasó no hace mucho en Islandia. Así pasó también en Ecuador. Así tendrá que pasar en el resto del mundo.

PD.: Poco tiempo después del experimento de Milgram, durante la Guerra de Vietnam, uno de sus sujetos experimentales le envió una carta que les transcribo:


Fui un participante en 1964, y aunque creía que estaba lastimando a otra persona, no sabía en absoluto por qué lo estaba haciendo. Pocas personas se percatan cuándo actúan de acuerdo con sus propias creencias y cuándo están sometidos a la autoridad. [...] Permitir sentirme con el entendimiento de que me sujetaba a las demandas de la autoridad para hacer algo muy malo me habría asustado de mi mismo [...] Estoy completamente preparado para ir a la cárcel si no me es concedida la demanda de objetor de conciencia. De hecho, es la única vía que podría tomar para ser coherente con lo que creo. Mi única esperanza es que los miembros del jurado actúen igualmente de acuerdo con su conciencia [...]
Cita: http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram





Le dejo un documental basado en el experimento de Milgram: "El juego de la muerte". Si quiere también puede echar un vistazo a la película "I de Ícaro", una película de  Henri Verneuil, protagonizada por Yves Montand, que aborda igualmente lo anterior.



Un clásico imprescindible sobre desobediencia es el de Francisco Fernández Buey: "Desobediencia Civil". Se lo puede descargar desde este enlace:

http://www.upf.edu/materials/polietica/_pdf/paudesobediencia.pdf







4 comentarios:

Celia dijo...

Al principio pensé que yo hubiera sido uno de esos 14 pero luego recordar que se me da mejor cumplir ordenes que a mis compañeros que suelen revelarse.
Aunque si es algo que me parece injusto no dudo en enfrentarme a quién haga falta por lo que sinceramente no se como actuaria en una situación creo que sería mas fuerte el echo de no soportar ver a nadie sufrir que el hecho de querer cumplir lo que me han ordenado.
Pero esta claro que habrá personas que si primero les hacen creer que quién da las ordenes tiene la verdad absoluta , no dudaran en hacer lo que les mande. Y eso me da miedo.

Ana dijo...

Acabo de ver "El juego de la muerte" (ahora me tocará correr para hacer todas las tareas pendientes pero no podía dejarlo). Impresionante. Lo he enlazado en facebook.
¿Habría yo seguido hasta el final? Demasiado obediente en mi vida para pensar que no.
Un abrazo. Y gracias de nuevo por todo lo que nos ofeces en este blog. Lo he recomendado también en el face.

Walden dijo...

Sí, Celia, lo que sabemos al respecto sobre la obediencia a la autoridad da un poco de miedo. Menos mal que siempre habrá 14 que nos hagan reflexionar.
Un beso.

Walden dijo...

Hola Ana.
Como escribo en la entrada, estamos entrenados para obedecer a la autoridad y en el caso de las mujeres aún es peor.
No obstante, algún acto de desobediencia de vez en cuando viene muy bien para reafirmarse.
Me alegra que te haya gustado. La otra peli también merece la pena.

Un beso.