jueves, 30 de agosto de 2012

Las tetas de la estanquera




La idea de que los síntomas  “neuróticos” que experimentamos son una muestra de conflictos internos más profundos sigue teniendo gran predicamento en el imaginario popular respecto a la psicología. Buena parte de las personas que acuden a la consulta intentan aclarar esa relación  que no son capaces de descifrar, labor para la que acude al psicólogo.  A mí, particularmente, se me da bien resolver enigmas, no ya tanto porque fuese parte integrante de la formación psicológica –que no lo es- , como porque soy un amante del cine negro y me cuesta poco vestirme de Marlowe. El cuerpo me pide entrar en el juego e intentar sacar a la superficie los traumas infantiles mediante largas sesiones de diván, pero me contengo. Tiene que ser por tener tan desgraciadamente desarrollado el  superyó.

La forma en que la psicología se coló en nuestras vidas está más ligada a la visión del diván y la asociación libre, propia del  psicoanálisis más ortodoxo, poco usado en la actualidad, que a lo que realmente hacemos en las consultas, pero sigue teniendo un peso importante, no porque se haya escuchado o leído sobre el tema tanto como porque las imágenes calan de forma más profunda que cualquier discurso verbal.

En el primer año de carrera me leí buena parte de la obra de Freud publicada en edición de bolsillo por Alianza Editorial. Sólo recuerdo divertirme con “Psicopatología de la vida cotidiana”, un manual que explicaba traduce como síntomas  determinados gestos cotidianos de nuestra vida, como por ejemplo, los lapsus, los olvidos,… tropezarse con la esquina de un mueble en tu casa o estar sacándose y metiéndose continuamente el anillo de casado en el dedo (conflicto de pareja a las puertas). Me resultó igual de útil que la lectura de la línea de las manos como tema de conversación para intentar ligar y aunque tienen la misma base científica –no hace falta que le diga cuál- debo confesar que me funcionaron afortunadamente mucho mejor que hablar de Sartre o Camus, que eran por aquel entonces mis lecturas obsesivas -aparte del Interviú, naturalmente.  Por ello, estoy en deuda con la psicología de las pulsiones y algunas veces, en conversaciones de bar, especialmente si me cuesta articular el discurso por el efecto de la cerveza sin alcohol, me dejo llevar por el psicoanálisis, que es probablemente la mejor de las terapias de barra de bar, bodas y bautizos que me he encontrado a lo largo de todos estos años.

Si lo pienso, no sé cómo no me convertí en psicoanalista teniendo en cuenta que he estado preso de las pulsiones –más  de la sexual que la de la muerte, tengo que confesarlo- prácticamente toda mi vida, con el pensamiento invadido continuamente por las macrotetas de la estanquera de Amarcord de Fellini: mi cerebro preadolescente, adolescente y postadolescente en lugar de dos hemisferios divididos por una cisura, consistíó hasta una edad tardía que no cito, en  dos tetas divididas por un canalillo. La reflexión, la edad, el maldito superyó, la cocina y las setas (¿serán las setas una sublimación de las tetas?), han conseguido diversificar mi pensamiento y ahora gano enormes cantidades de karma, que me acercan plácidamente al nirvana, ese espacio del postdeseo y postsufrimiento  que tiene tan buena prensa.

Pero como en tantas cosas en la vida, tuve que elegir entre la ciencia y lo que me pedía el cuerpo.  Seguramente me asaltaron dudas semejantes a las de Melanie Klein, una seguidora de Freud, que en lugar de investigar al niño desde el adulto tumbado en el diván, se puso a trabajar directamente con ellos. Su teoría  del “pecho bueno” (el que te llena de satisfacción) versus “pecho malo” (el que no está cuando lo necesitas) me resultaba interesante y estuvieron a punto de agregarme a la secta, pero el materialismo dialéctico ya me había reclutado por aquel entonces y lo que más se acercaba a esta visión del mundo dentro de la psicología era el conductismo radical.

Bien, seguramente a usted buena parte de estos términos le sonarán a chino, pero los apunto con el sano intento de mostrar que hay distintas formas de acercarse a la psicología, tanto por parte de los usuarios, como por parte de los profesionales, y que si usted va a un psicólogo  con la intención de que hurgue en su pasado para poder comprender lo que le ocurre en el presente, sin saber qué tipo de orientación tiene, puede llevarse la misma sorpresa que si entra en una farmacia a por tornillos.



Es absurdo negar que nuestra infancia nos marca, como ya he dicho, es más,  si yo hubiera descubierto antes las tetas en directo que a través del LIB, ahora no sería un pre-viejo-verde, sino un señor escoliótico y romántico con canas, pero al romanticismo llegué tarde. Sí, la infancia influye, marca, aún más si has sufrido un trauma terrible que te hace dudar sobre el orden natural de las cosas, pero el malestar lo vive ahora, bien porque el recuerdo de aquello lo trastorna; bien porque adoptó una serie de conductas que han sido disfuncionales y han acabado por traerle problemas de distinto tipo.
Podría decirse, recordando una de esas historias al uso, que sería como si el elefante fuera al psicólogo quejándose de que la cuerda a la que lo ató su amo en la infancia le impide realizarse, ser libre. Ese impedimento es más mental que real; bastaría con que diera un tirón, pero el paquidermo sigue empeñado en librarse de una cuerda que ya no existe, en lugar de poner todo su empeño en la que tiene al alcance de la mano, perdón, de las pezuñas.

Claro, me dirá usted, puedo disfrutar del presente, pero el pasado siempre está ahí, acechante, recordándome lo que ocurrió. Sí. Es lo que tiene el pegamento emocional de la memoria. O bien, que sigue haciendo su labor sorda de desgaste sin que sea capaz de traerlo a la consciencia.

Una paciente me comentaba que su familia estaba muy extrañada con su comportamiento reciente y que, aconsejada por ellos, quería volver a ser la persona previa a ese cambio. Una especie de: “Vengo a que me resetee a un estado anterior”. Esta mujer tenía la medalla nacional-familiar que se le da a las “niñas buenas y obedientes”. Había sido tan premiada en su infancia que  tuvo que arrastrar durante años con el rol de sumisa y un día, gracias al estrés de roles femenino, su paciencia estalló y empezó a gritar contra las injusticias cotidianas de cada casa, la tiranía de hijos, padres y esposo, y toda su familia empezó a decirle que fuera al psicólogo (se agradece el detalle), porque le estaba ocurriendo algo. Es muy probable que esa familia no vuelva a derivar a nadie más al psicólogo, vistos los resultados posteriores.

Concluyo: el pasado es la leche, pero es el pasado.

Concluyo de verdad: Ahora sabe lo que quiere, cómo le gustan las relaciones, las personas, el café y las posiciones de lo que quiera imaginarse; las miles de cosas intangibles que le pueden permitir disfrutar  porque no son tan perecederas como los objetos obsolescentes de los que nos rodeamos… Simplemente, hágalo.

jueves, 23 de agosto de 2012

Cómo dominar el mundo en diez sencillos pasos


  1.  

  1. Desregular el mercado financiero


Hay que eliminar cualquier traba legal  que impida que un banco de depósito (ese en el que le ingresan a usted la nómina) pueda jugar con su dinerillo y especular con él.

¡Ah, que esto ya está conseguido! Bien, menos trabajo. Sigamos.

Pero - dirá usted -  y si acumulamos y acumulamos y luego esto salta por los aires, ¿qué haremos? Don’t worry, el estado se encargará de rescatarnos. ¿Qué con qué dinero? Fácil, emitiendo deuda pública, o sea, con el de los contribuyentes, obviously.


     2. Debilitar la resistencia

Es fácil ser sindicalista y organizar movidas cuando estás en una empresa que concentra a cientos de trabajadores, urge pues debilitar cualquier obstáculo organizado que podamos encontrarnos en el camino: si permitimos a las grandes empresas externalizar los costes mediante contratas y disminuir sus plantillas mediantes EREs o prejubilaciones a costa del estado, precarizar el empleo a través reformas laborales, etc., minaremos su base social, bajará la afiliación, los tendremos que financiar para que subsistan y  una vez en gato en la talega, cuando ya sean parte orgánica del aparato,  ¡a ver quién moviliza y con qué credibilidad!


             3.  Fabricar barato, vender caro


Otro problema a solucionar es el de las fronteras, el de las trabas al libre comercio; necesitaremos  poder fabricar en el sitio en el que la mano de obra se acerque a la esclavitud y vender en los lugares que permitan más diferencia frente a lo invertido.

¿Cómo, qué ya hace años que la OMC  y otros similares resolvieron este tema?

           4.  Si lo dicen todos los medios tiene que ser verdad: el pensamiento único

- Pero recortar derechos, salarios, las expectativas de futuro y crear un ejército de desempleados y hacerles creer que es por su propio bien, ¿no sería demasiado peligroso para nuestros intereses?

- Sí, si fueran conscientes de ello y estuvieran organizados y hubiera un modelo alternativo visibilizado  y líderes carismáticos y... Pero a ver, ¿tú qué crees que pasaría si pusieran una manifestación a la hora de un Madrid-Barça? No hace falta que respondas. Lamento comunicarte, de todas formas, que nuestro querido Silvio ya lo solucionó también en Italia: 5 televisiones ayudan más que la legión romana.

La gente protestaría, en todo caso, si entendiera que hay alternativa a lo que les planteamos, pero ¿quiénes ofrecen esas alternativas? Verán  lo que queramos que vean y luego pensarán lo que queramos que piensen, porque cualquier otra información será marginal y si es preciso la sepultaremos (llama a nuestra compi Espe para que te explique la forma).

 Pregunta, si no, en la calle, quién es el presidente de Venezuela y quién es el presidente de Colombia, ¿cuál crees que será más conocido? Ves, ese trabajo también está muy adelantado.

         5.  Sembrar el miedo

Tenemos dinero especulativo, poder para invertirlo dónde más beneficios nos deje, debilitado al movimiento obrero y convencida de que “esto es lo que hay” a buena parte de la población, pero para dominar el mundo necesitamos además, utilizar el miedo y el caos a nuestro antojo.
Melanie Klein se ha tomado la molestia de manualizar el proceso. No se preocupe por qué pueda ser algo subversivo; a usted le servirá por si no sabía cómo hacerlo y a quiénes acudir  (los Chicago Boy’s son muy serviciales) y no crea que lo leerá mucha más gente (salvo los que ya están convencidos y a esos los tenemos localizados).

www.youtube.com/watch?v=gP591bZNc0I (La doctrina del caos)

6       6. Los tomates se le tiran a los que se les puede tirar

Dominar el mundo y salir en la tele es muy aburrido, y lo que es peor, si le pones cara a los que lo dominan igual te la acaban rompiendo. Hace falta títeres a los que se les pueda tirar tomates y poder reemplazarlos para que todo siga igual.

- No creo que tenga dificultad para encontrarlos.

7            7. La ilusión de la libertad es más importante que la libertad misma

Para dejarlo bien  atado hay que crear, por encima de todo ello, la percepción de que tienen  opciones:  ¿Prefieres que te lo recorte todo en un año(PP) o en un trienio(PSOE)?
-         
-       - Mmmm, mejor de golpe
-            - ¡Ey, habla por ti! A mí me gusta más poquito a poco.

              8.Una buena guerra siempre ayuda

Pero (mira que tiene usted ganas de poner pegas) el aumento de las desigualdades, el empobrecimiento, al agotamiento de los recursos del planeta,.. al final, quién va a comprarnos los tablets que fabricamos en China, con materiales del Congo y que cobramos como si fuera made in losMásHonestos.

Pssst… Sí,..  hará falta reconstruir algo, claro,.. de vez en cuando provocamos alguna guerra, una guerrita localizable, lejana, claro. Eso ayuda a regenerar el ambiente y si se matan entre ellos nos liberan a nosotros de inventar cómo hacerlo, que ya tenemos bastante con que el cambio climático nos estropee las vacaciones en el fiordo.

www.youtube.com/watch?v=ykfp1WvVqAY (La historia de las cosas)

      9.    Las corporaciones unidas jamás serán vencidas

Vamos acabando. El número de habitantes de París equivale actualmente al número de personas que tiene el 90% de la riqueza del planeta. No dirá usted que el plan que le hemos preparado para que se incorpore no tiene respaldo empírico. Además somos un club muy solidario, aunque alguno te apuñale y te haya vendido subprimes como si fueran el oro del Vaticano, lo hacen pour soulever un poids si lourde, que la monotonía se hace muuuy pesada, pero en el fondo,  si te decides a incorporarte, no dudes que estaremos a tu lado en todo momento.


           10.   Siempre nos quedará Marte

Y si destruimos este mundo, ¡qué caray!: ¡¡ siempre nos quedará Marte!!

martes, 21 de agosto de 2012

La reconstrucción del amor



En septiembre suelo atender a bastantes parejas. Convivir a jornada completa parece menos relajante de lo que uno pudiera imaginarse. Los conflictos que descansan amparados en los horarios, los niños, la televisión, los amigos y el cansancio laboral, suelen despertar a tiempo para llegar a la playa con toda la familia.

En esas situaciones tienes que intentar optar por reconstituir, si es posible, el entorno anterior, o bien aprovechar la crisis para repensar la relación. Esta parte es más costosa, no sólo económicamente, así que  me voy a centrar en  la primera: la reconstrucción.

- ¿Construcción o reconstrucción?
- ¿A cómo está el kilo de construcción?
- A tanto sin IVA.
- Pónganos una de reconstrucción.
- ¿Vía rápida o lenta?
- Rápida, of course.

No sabes cómo te quiero o el día de los enamorados

Una vía rápida y eficaz para volver a olvidarnos de todo aquello que descubrimos en las vacaciones, consiste  en fingir que vivimos en el día de los enamorados, igual que  el protagonista de "Atrapado en el tiempo" se despertaba  una y otra vez en "El día  de la marmota".

Sí, ya sé que es difícil, pero usted eligió la vía rápida.

En este punto tengo que hacer frente a las objeciones típicas que relacionan actuar con sentir, como si cada cosa que hacemos diariamente tuviera una relación causal en esa dirección. "Es que yo no puedo dar un beso si no lo  siento"

Les pongo un ejemplo gráfico en la consulta misma.

- Cierre los ojos, por favor - le pido.
- ¿Y por qué no ella? - recuerde que están todavía con el cliché de las vacaciones.
- Vale; a cara o cruz. Ahora, por favor, - le pido al que le ha tocado tener los ojos abiertos- dele un beso a su pareja, un beso tierno, ¡y no diga ni una palabra!

Cuando se lo da, le pregunto al que lo ha recibido si lo ha notado y si sería capaz de distinguirlo de un "beso tierno y dado con todo el amor del mundo".
- Pues sí, - me reta - hubiera sido más largo.
- Repitamos, déselo más largo.

Y así hasta que conseguimos que diga que se parece al "de verdad".

Recuerdo una escena de una peli, de la que he olvidado conscientemente  el título para que no ocupe espacio en el disco duro. Un chico de pueblo que se había metido en el mundo del porno estaba disfrutando de una fiesta en la mansión del productor. Lo encontramos  tumbado en la piscina, apoyado sobre los brazos en el borde de la misma y con los ojos cerrados disfrutando de su éxito. De pronto nota como alguien se acerca nadando, baja y comienza a jugar con su instrumento de trabajo. En todo momento vemos la cara de satisfacción del actor. Una vez acabada la faena, abre los ojos y ve salir de debajo del agua a un señor calvo con igual cara de felicidad. Nuestro protagonista da un respingo y sale de la piscina  espantado, con una profunda mueca de asco.

Naturalmente, si hay que fingir  continuamente  es mejor dedicarse a la reconstrucción o a la destrucción, si quiere. Lo que hacemos en el proceso de reconstrucción es volver al punto en el que el cariño, la ternura, cierto grado de camaradería y de complicidad, estaban por encima de los conflictos que surgen en la gestión del tiempo libre.

La pareja parece que funciona bien entre los cuervos, las palomas y algún que otro pájaro o especie despistada; los seres humanos somos más de comuna, aunque no he logrado en toda mi vida convencer a nadie de ello. Posiblemente ahora este abnegado gobierno y la santísima troika que lo dirige conseguirán vía supervivencia lo que no he podido conseguir yo en tantos años de conversaciones entre copas y estrellas.

viernes, 17 de agosto de 2012

Conviértase en activista


"La alternativa  al neoliberalismo es la conciencia"
José Saramago


El presente post aboga por participar activamente en los movimientos, acciones y actividades reivindicativas. No sólo es una cuestión de reclamación de derechos, libertades y justicia; también es una cuestión de salvaguardar nuestra salud mental, de poder sentirse integrante de algo que nos es común y que evita que nos alienemos cuando se nos arroja fuera de nuestro espacio de dignidad y pertenencia, al incierto mundo de los disponibles.

Buena parte de los tratamientos actuales en psicología incorporan una especie de módulo -del que ya he hablado en otros posts- que llamamos “psicoeducación”. La psicoeducación consiste básicamente en darle al paciente una explicación sobre su trastorno según los conocimientos científicos de los que disponemos. Los hilos que van desde "lo que me pasa" hasta "¿por qué me pasa?" no siempre son visibles. 

Tras explicarle a la persona en la primera o primeras consultas las verdaderas causas del problema  o del mantenimiento del mismo, suelen salir pletóricas: ¡Por fin sé por qué! Pero lo mismo que en política,  saber cuál es la causa no es suficiente para provocar el cambio. 

Cuando alguien se siente mal intenta buscar los motivos, dependiendo de cuáles crea que son, así actuará: Si piensa que la asfixia que está notando es una señal de que va a morirse, acudirá a urgencias; si lo atribuye a la hiperventilación, tomará una bolsa para respirar dentro.





Para “tener conciencia”, en términos sociales,  tenemos que acceder a información y ¿cómo se accede a dicha información si quien tiene que suministrarla es a quien menos interesa difundirla? Por ejemplo, para comprobar quién está detrás de los medios de comunicación puede consultar aquí (es llamativo que entre el accionariado del Grupo Prisa (El País y otros), se encuentre Goldman Sachs y Morgan Stanley, así como el grupo Santander).

La circulación de la información no está favorecida, más bien al contrario, por esos medios. Se realiza a sus espaldas. El sistema ha creado unas condiciones que favorecen la concentración de capital con una velocidad impensable en los últimos cuarenta o cincuenta años, pero al mismo tiempo,  ha posibilitado cauces para coordinar una lucha a unos niveles igualmente inimaginables hasta ahora. El surgimiento del movimiento 15-M permaneció oculto a los medios durante casi todo el proceso de su gestación. La realidad puso doscientas tiendas de campaña una noche en Sol y el sábado de la semana siguiente ya había miles. A los mass-media no les dio tiempo a otra cosa que no fuera recoger esos hechos, incluso con las tergiversaciones que  quisieron y que resultaron insuficientes para desmontar las simpatías despertadas.  


Que el incremento del nivel de conciencia no se traduzca en mayor nivel de revuelta social se debe básicamente a dos cosas, permítanme la simplificación:

  • a.       Una parte importante de la población todavía puede permitirse cierto nivel de miedo “paralizante” (posiblemente es cuestión de tiempo que no podamos permitirnos ya, ni siquiera, blandir la bandera mental del miedo)
  • b. La dispersión, cuando no el descrédito, de buena parte de las fuerzas movilizadoras.

Hasta ahora, una parte de la progresía en este país ha lavado sus conflictos internos en luchas de salón, porque es menos peligroso –incluso puede ser rentable- integrarse en batallas políticamente correctas, como la de cualquier minoría, que en una lucha frontal contra el sistema que genera no sólo la  marginación de esas minorías, sino también la depauperación y debilitamiento de la clase trabajadora. 

En la última manifestación me encontré con un conocido del PSOE. Le pregunté por qué no había banderas de su partido y me dijo que eso era muy antiguo (debe ser que ya sólo es moderno utilizarlas en los mítines propios). Grupos importantes de militantes que se arrogan la etiqueta de progresistas, y desde luego, mucho más sus dirigentes, tienen más miedo a las consecuencias imprevisibles de las manifestaciones y huelgas que a los recortes del gobierno,  ante los que su reacción más visible ha sido la de plantear un pacto de Estado para poder hacerlos más “indoloros”.

Pero la toma de conciencia no se adquiere sólo a través de la información, de hecho es la forma más lenta y dificultosa si queremos llegar a una mayoría significativa, sino a través de la acción y la acción va a llegar, aunque sólo sea porque ya no hay espacio detrás para huir.

 El paradigma de la toma de conciencia  era en mi juventud la novela de Gorki, “La madre” (de obligada relectura a mi entender). Los ejemplos de la participación en el movimiento 15-M  son ejemplos  más cercanos culturalmente, pero le traigo otro adecuado. En la película “La batalla de Seetle”, un policía tiene que cruzar la manifestación para hacer llegar gases pimienta y lacrimógenos  a sus compañeros antidisturbios. Mientras la cruza, un manifestante le pide que sujete una pancarta. Los gritos de protesta son coreados y él se ve impelido a proferirlos igualmente –y a poner cara de manifestatante-. En un momento dado se produce una carga policial y al compañero camuflado lo muelen a palos –como al resto, porque para golpear a un semejante que blande las manos vacías ante ti hay que cosificarlo-. Seguramente será una buena lección de empatía.


Hoy no sólo se puede fabricar unos zapatos en el sitio más barato del planeta y venderlos en el más caro, también podemos gritar en un pueblo recóndito y ser escuchados por millones de personas. Pero no será lo suficientemente eficaz para poder dar un giro a esta barbarie que va a transformar nuestro planeta en una versión azul de Marte, si no nos convertimos cada uno de nosotros en activistas, si no difundimos, debatimos y nos documentamos para tener argumentos, frente a los demás y ante nosotros mismos.

Hágame caso, no hay nada mejor para la conciencia que participar. Seguro que le sobran motivos.

Comenta Melanie Klein en su libro "La doctrina del caos", una anécdota incierta sobre Roosvelt, el presidente americano que cuenta aún con más simpatías en aquel país; según parece, cuando se reunía con los sindicatos y estos le pedían cambios, él  les contestaba, "Vale, ahora salid a la calle y obligadme a aplicarlos". Durante su mandato tuvieron lugar cientos de manifestaciones y huelgas y se produjeron avances significativos para las clases desfavorecidas y medias. En el documental del mismo título, Klein está dando una conferencia mientras cuenta esta anécdota, entonces pregunta a los asistentes si conocen el número de manifestaciones durante la etapa Obama. Nadie responde. Apenas una veintena, subraya la escritora.


Un ejemplo de lo que podemos difundir es este video de la activista canadiense Annie Leonard.


viernes, 10 de agosto de 2012

La fábula de la espiral


Una compañera de trabajo me dice que si el PP está tomando las medidas que está tomando será porque no tiene otras, "porque no van a tirar piedras contra su propio tejado". Es una lógica básica pero aplastante, sólo que creo que no hablamos del mismo "tejado". Mis argumentaciones no sirvieron para sembrarle duda alguna. Es más, llegó un momento en el que ella cortó por lo sano: "Es que tú eres de izquierda". Tiene que ser eso.

Me acordé entonces de una viñeta de una versión de "El Capital" en comic que salió hace años, que la tengo llena de polvo en casa, pero que ya se puede descargar incluso desde internet  (http://elociodelpueblo.blogspot.com.es/2011/12/el-capital-en-comic-marx-engels-y-max.html). Les invito a que vean el razonamiento de Marx, que seguro que tampoco le habría servido a mi compañera por el mismo y comprensible motivo expuesto arriba.








miércoles, 8 de agosto de 2012

La tercera parte o nada de lo que hagamos servirá


Cuando era estudiante me impresionó la investigación por la que el psicólogo Martin Seligman mostraba cómo podía inducir síntomas depresivos en animales. Al modelo surgido de tal investigación lo llamó: "Indefensión aprendida".  Se trata, básicamente, de provocar la percepción de que cualquier intento por controlar una situación dada será inútil. Cuando el sujeto esté convencido de que no puede, dejará de intentarlo, incluso cuando sí sea ya posible modificar la situación.

Hay determinadas emociones que podríamos llamar, activadoras, como el miedo o la ira, por ejemplo, pero  la desesperanza provoca un efecto motivacional contrario: abandono de toda lucha.

En el experimento clásico allá por los años sesenta, Seligman, expuso a dos perros a una situación idéntica, con la única diferencia de que sólo uno de ellos podía interactuar para conseguir un resultado determinado; el otro, hiciera lo que hiciera no conseguiría nada.


Encerrados en jaulas separadas, a ambos animales se les aplicaba una descarga eléctrica cada cierto tiempo. Uno de ellos podía acabar con la descarga de las dos jaulas simplemente accionando una palanca con el hocico. El otro, sin embargo, hiciera lo que hiciera no conseguiría ningún resultado.

Tras un periodo de tiempo, el primer perro estaba casi como si cualquier cosas, mientras que el segundo mostraba síntomas típicos de la depresión: apenas se movía, tenía la cola entre las piernas, la cabeza gacha,..

Posteriormente, se igualó la situación experimental en las dos jaulas, permitiendo también al segundo perro detener la descarga, pero el chucho se quedaba quieto, recibiendo la descarga sin hacer algo que no fuera meter el rabo entre las piernas y orinarse encima.

Inducir indefensión aprendida es relativamente fácil. Si tiene interés en ver cómo lo consigue en menos de cinco minutos una profesora con sus alumnos adolescentes le invito a ver el siguiente vídeo:






Cuando el 11 de julio  escuché al sr. Rajoy decir que: "..para animar la búsqueda activa de trabajo, los nuevos receptores que se incorporen a la prestación la verán reducida a partir del sexto mes del 60% al 50% de la base reguladora", me acordé de la etapa en la que trabajaba en un servicio de orientación con desempleados de larga duración. Había una acción -así se llamaban los protocolos que teníamos que llevar a cabo- que trataba de desarrollar aquellos aspectos personales que podían incidir negativamente en la búsqueda de empleo. Digamos que había un perfil de usuarios dentro de los desempleados en los que el modelo citado de indefensión aprendida hacía estragos: desempleados de más de 45 años, hombres y mujeres que habían sido arrojados fuera del mercado laboral por reformas salvajes que prometían que la flexibilidad y el ajuste de las plantillas allanarían el terreno al paraíso. Personas que habían intentado durante bastante tiempo conseguir incorporarse de nuevo a alguna actividad laboral, y que habero que habían sido rechazados una y otra vez.



Un mensaje del tipo: "No es que no haya trabajo; ¡¡es que usted no busca bien!!", parece diseñado por el Colegio Oficial de Psicólogos para que tengamos clientela suficiente durante los próximos tropecientos años.

Imagino que en el Código Penal estará estipulado como delito el envenenamiento colectivo, pero no sé por qué me da que provocar la desesperanza entre amplios sectores de la población no está recogido como tal en el citado tocho, a pesar de que las consecuencias para la salud pública serán similares.

Curiosamente, entre los muchos sujetos experimentales que utilizó Seligman,  aproximadamente una tercera parte no mostró esos síntomas; es decir, muchos  de sus perros fueron resistentes al mensaje desesperanzador, a pesar de la experiencia previa,  siguieron luchando.

Quizá este capítulo del experimento se les ha escapado a nuestros queridísimos y sobreprotectores gobernantes.