miércoles, 28 de diciembre de 2011

Formas de amargarse en el 2012


En realidad esta entrada debería haberse titulado, "Formas de amargarse(o amargar) en el 2012". Entiéndame, para nosotros es preocupante que pueda llegar a cumplirse tanto deseo de bienestar adornado con copos de nieve, trineos y chimeneas.

Como en estas fechas suelo hacer un recopilatorio de casuística,  he aprovechado para sugerirle lo que ha estado más de moda para amargarse durante el año anterior, por si tiene a bien aferrarse a lo malo conocido y ponerlo en práctica durante el año entrante.

AMARGARSE EN PAREJA

No ha experimentado un alza espectacular, pero sigue siendo un motivo recurrente para amargarse, si bien es posible que no necesite muchos consejos para conseguirlo, me voy a permitir alguno que sigue mostrándose infalible año tras año.

1. Preguntar (o preguntarse, si prefiere el formato individual).

Por ejemplo:


 ¿Por qué no me escuchas?

Insista en esta pregunta a su pareja, ya sabe cómo acaba, no falla.

 ¿Qué fue de lo nuestro?

En la línea anterior, pero con más calado, permite replanteárselo todo. Si la suman a la anterior su psicólogo se lo agradecerá enormemente.


¿Por qué te pones así?

Pocas cosas empeorarán más una discusión que esta pregunta. Téngala siempre en su mente.

 2. Comparar

Si uno está mal, una buena forma de conseguir estar peor consiste en compararse con cualquier momento, real o idealizado. En pareja, ni le cuento lo útil que puede llegar a ser.

 3. Reprochar

Si quiere sentirse mal y que su pareja experimente lo mismo, bastará con que cada vez que aborden un tema determinado no deje pasar la oportunidad de reprochar algún error del pasado.

4. Quejarse

Un día, una señora con depresión lloraba desconsolada describiendo cómo sus amigos y conocidos se cambiaban de acera cuando la veían. Las quejas reiteradas alejan de nosotros  a todo aquel que puede permitírselo, puesto que su pareja no se encuentra entre los privilegiados, no me diga que no se lo van a pasar mal utilizando esta artimaña sin escapatoria.

AMARGARSE CON LOS HIJOS

Puede desprenderse por la presión popular que ejerce todo hijo de vecino sobre las parejas jóvenes, que los niños son la auténtica fuente de la felicidad, pero con el paso del tiempo y muchos años de análisis estadísticos en diciembre, he constatado que sí, que son la fuente de felicidad, pero de los psicólogos.

En el número uno, sin faltar a su cita anual, encontramos  un truco increíblemente fácil de instaurar:
¡Pedirle que haga las cosas 20 veces! Repetido un día tras otro lleva de cabeza a la consulta.En algún momento Constantemente, sus hijos se olvidarán de que tienen padres -salvo para las peticiones oportunas-, pero usted no podrá quitárselos de la cabeza casi en ningún instantede su vida; siempre habrá algo por lo que preocuparse.
 Siempre tengo la tentación de preguntar por qué no hacen lo que funciona a la primera, en lugar de enfadarse tanto en la vigésima, pero me contengo, obviamente.

Las tareas escolares son otra forma más moderna de amargarse con los niños. No entiendo cómo aprobaban antes las criaturas.

Relacionado con lo anterior, y si es tan amable de ir haciendo cantera para los gabinetes, podría reducir toda comunicación con sus hijos al tema de las tareas, ya sean de casa o del colegio. Ellos, tras un tiempo sólo pegarán portazos, gritos, etc., pero no desespere, con el paso del tiempo acabarán sentados en algún mullido sillón , contando  su vida a un desconocido semi-calvo y con gafas.

No obstante, tengo que reconocer que hablar de los niños permanentemente, en todos los contextos, venga o no a cuento, puede ser una estrategia de  anti-afrontamiento muy útil -para usted, para los demás será insufrible-, por lo que si su pareja, o usted mismo si quiere, se dedica a ello en cuerpo y alma debería pararle los pies haciéndole alguna pregunta del tipo: "¿Por qué no hablas de otra cosa nunca?" (Gracias, por anticipado)

AMARGARSE CON LOS AMIGOS

"¿Eres feliz?"  es mi pregunta favorita cuando quiero amargar a mis amigos. Funciona mejor cuando los veo relajados, como entregados al psicólogo en lugar de a Juan, entonces, claro, el amigo igual te pregunta si te has fijado en lo ajustados que llevaba los pantalones Pepi, pero el psicólogo tiene que mirar por lo suyo... La otra pregunta es una pregunta global, pero no acaba en la consulta, estoy trabajándola para ello. Consiste en preguntar al grupo: "¿Adónde vamos ahora?". Naturalmente no se pondrán de acuerdo y empezarán a aparecer las diferencias, los machos alpha, los agrupamientos,.. todo un interesante repertorio de conductas que me encanta explorar, pero que, ya le digo, pasa tras la segunda copa en el sitio que sea.

El año pasado, la que ha ganado la palma de oro en este apartado sigue siendo Tuenti, seguido de cerca por Facebook. Google+ todavía no ha aparecido en las listas. Ese afán por compartir intimidades y colgar todas las fotos del cumple (de tu amigo, claro), o de lanzar dardos en la intimidad del foro, ha funcionado igual de bien que el año anterior y no creo que disminuya en el próximo, afortunadamente.

Los desengaños también siguen de cerca en los primeros puestos. Para que un desengaño sea lo suficientemente útil a nuestros fines, es necesario que usted eleve lo más posible sus expectativas o bien que lo de todo pero esperando reciprocidad y atención plena.

AMARGARSE SOLO

Amargarse solo no tiene mucho mérito, hay tantas cosas dentro de nosotros y alrededor para ello que lo extraño es que no vayamos todos disfrazados de don Triste por las calles. Como sabe, si se dedica a la vida contemplativa, a rumiar sus miserias, tiene un amplio surtido de trastornos con los que vestirse. Lo normal es que incluso pueda ponerse vestido sobre vestido, depresión sobre ansiedad, pro ejemplo.

Por si todavía no ha probado este arte, le doy unas breves, pero útiles,  instrucciones. La clave esencial para  amargarse de forma duradera consiste en asociar lo malo que le sucede consigo mismo, es decir, evitar realizar atribuciones externas del tipo: "el examen ha sido difícil", "hay mucho paro", "aquella persona -la que me fastidió- tenía un trastorno o no lo hizo con intención",.. Es mejor: "Soy tonto", "Soy un inútil, no valgo para nada", "Lo provoqué",...

La alternativa contraria también puede provocar malestar, pero tiende a ser menos duradero, no interesa tanto.

La ansiedad viene bien porque suele implicar también a todo miembro activo de la familia, pero para que funcione necesita un buen trabajo individual de continua instrospección y vigilancia, olvidar que ningún temor ha llegado a confirmarse y declararse fervorosamente defensor de la ansiedad anticipatoria, para poder poner patas arriba todos los planes que pudieran acabar con el sufrimiento. Es de mis prefes, pero tengo mucha competencia, todos los psicólogos se rifan a las personas con ansiedad, no hay derecho.









jueves, 22 de diciembre de 2011

Amar y planchar la ropa


-Échate para allá.

Seguramente, unos años atrás, cuando la relación comenzaba, la distancia entre ambos nunca era lo suficientemente corta, pero ahora, una vez consolidada, sentados en el sofá, de pronto, se vive la cercanía casi como una invasión del espacio propio. “Échate para allá”, le dice. Cuando no, simplemente, actúa de hecho, empujando poco sutilmente para liberarse de la “opresión”.

No creo que el amor esté sobrevalorado. Es así de maravilloso. El problema estriba más bien en la sobredimensión, en la creencia de que esa efervescencia que anula cualquier espíritu crítico, que te hace entregarte sin reparos, de que ese “vivo sin vivir en mí, vuestra soy, para vos nací” –perdón, Santa Teresa-,  seguirá siendo así hasta comerse las famosas perdices.

“Creí que esto sería otra cosa”, podría ser la continuación, la segunda parte pocas veces revelada en el cine. Lo curioso, al menos en los casos que veo en la consulta, es que cuando llega alguien deprimido por una ruptura no deseada y repasa cómo era su vida de pareja antes, a uno sólo le quedan ganas de sacar el champán para brindar, pero ella o él están ahí delante, llorando desconsoladamente, intentando entender por qué ha pasado lo que ha pasado.
Una vez que empiezan los conflictos, las fases de resolución tienen más que ver con la intención de no prolongarlos, con la voluntad más que con la elaboración. Entonces se van acumulando reproches, se compara lo que imaginamos con la realidad y  el amor y la  plancha comienzan a mostrarse en el mismo plano.

Unos meses atrás acudió a la consulta una pareja. Acababan de separarse de mutuo acuerdo tras convivir un año aproximadamente. Él era divorciado y ella había tenido un par de relaciones previas que no acabaron bien. Al poco de conocerse comenzaron a salir, pasaban tanto tiempo juntos y siempre con escasez de horas para seguir hablando que decidieron irse a vivir juntos al mes de estar saliendo. No les costaba nada complacerse mutuamente. “No te levantes, cariño, te lo traigo yo”, podríamos titularlo.

En toda relación hay un momento en el que tienen que comenzar a establecerse los límites. En psicología sabemos bien, que cuando esos límites son difusos, los problemas comienzan a hacinarse con facilidad. Es algo que no se aborda nunca – yo no recuerdo ningún caso- abiertamente. Se van estableciendo a base de hechos consumados.

Lo que me llamaba la atención de esta pareja era el hecho de que justo cuando habían decidido separarse para tomar distancia era cuando habían comenzado a sentirse más libres dentro de la relación, habían recuperado las ganas de contarse cosas y acabaron con los reproches y los temores a ser engañados, así como las exigencias mutuas. Previsiblemente iban a pasar por otra luna de miel. Ahora estaban allí, sin tener muy claro cuál debería ser el siguiente paso para no repetir el proceso anterior.

He visto también a muchas parejas  en las que el desigual crecimiento de uno de ellos ha ido provocando de forma insidiosa  un socavón  en la relación, que ha hecho que, en un momento determinado, la misma se derrumbre de forma aparentemente inesperada.

El capítulo dos de una relación de pareja necesita un alto grado de maduración personal, sentarse con la ilusión de construir espacios que permitan el desarrollo personal, pero también de solventar la tortura de las rutinas diarias de forma que no deje cadáveres en el camino.

Como usted comprenderá, las parejas no llegan a las consultas cuando comienzan los problemas, sino más bien cuando están enquistados, y a veces, buscando que alguien externo certifique el grado de razón que tienen en sus quejas respecto al otro, por lo que pasan mucho tiempo poniendo ejemplos y más ejemplos que permitan corroborar su tesis. Si entre esos ejemplos aparece con insistencia el planchado de la ropa, empiezo a sospechar que habrá que hacer un proceso de reconstrucción del capítulo I, y sólo cuando –si es posible, se produzca la reconquista, sentarse a negociar las consecuencias funcionales de la convivencia.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El síndrome de la vejiga tímida



Hace unos meses estuve en Londres, un día, paseando por el laberinto del mercado de Candem Town llegué a una sala de exposiciones con cuadros de The Beatles y un espacio para actuaciones en directo. Me pareció un sitio adecuado para hacer una paradita en el excusado. Al cruzar la puerta de taberna del oeste que daba al mismo, me encontré con un señor típicamente candemtiano, con su chupa de cuero negra con un dibujo de Iron Maiden en la espalda, sus botas con chapas de metal y una cresta rojo-imposible coronando la calva y haciendo más siniestra las calavera que adornaba el lóbulo izquierdo de su oreja (el derecho no me quedaba a la vista). Una vez recobrado del impacto inicial la vista se me fue al urinario, una especie de abrevadero de latón en el que se dibujaban con claridad -parda claridad, habría que decir- años de exposición continuada al mismo protocolo.

- Jai -dije titubeando. Podría haber dicho: Hi, man, pero me pareció excesivo para una primera cita en los urinarios públicos.

Seguramente mi voz no cruzó la barrera del sonido con el timbre adecuado como para que lo percibiera, así que ahora te quedas con la duda de si ponerte a su lado, meando en el pesebre  y mirando al techo o si vuelves a la sala y esperas hasta que salga. Como las piernas no me permitían lo segundo me quedé allí y con cierta dificultad fui soltando la botonera del vaquero mientras tragaba saliva y dudaba si encontraría o no algo con lo que orinar.

Justo ahí recordé, como entretenimiento distractor,  todos los casos de paruresis que he visto en estos últimos años y pensé que sería una suerte disponer de uno de estos abrevaderos colectivos para poder trabajar la última etapa del trastorno, porque el que lo supere ya puede colgar en su casa el diploma honorífico correspondiente.

Lo que resulta difícil es entender cómo no hay más casos, dado lo vulnerables que somos los hombres con la exposición pública de nuestra cosita y ese especie de competición de machos-alfa en torno al tamaño de la misma.

Acabar con el síndrome de vejiga tímida o paruresis no es especialmente fácil, requiere un grado de implicación muy alto. Muchos de estos pacientes han presentado tal nivel de ansiedad que son capaces de estirar el tamaño de la vejiga hasta límites increíbles, permitiéndoles estar jornadas enteras aguantando. Igual por eso los ingleses son capaces de beber esas jarras sin moverse del taburete.

Puede llegar a ser bastante deteriorante a nivel social  puesto que a veces limita mucho la vida diaria a través de rutinas tales como intentar no alejarse demasiado de casa, orinar siempre antes de salir, asegurarse de que los lugares a los que va a ir tienen cuarto de baño con pestillo interior (lástima que en aquella sala no hubieran caído en ese invento), etc. Casi más agobiante aún es la anticipación negativa ante las situaciones en las que prevén que no van a poder tener a mano los elementos que le proporcionan la intimidad necesaria, por lo que evitan  muchas de esas situaciones.

Aunque se suele asociar con la fobia social, no todos los pacientes que he tenido con este trastorno reunían los criterios para la misma. A veces son personas muy sociables, sin dificultades para relacionarse con sus iguales. Se necesita trabajar duro, como con todos los problemas relacionados con la ansiedad, pero al final merece la pena, aunque sólo sea para poder mear silbando y salpicando al lado de un hard-rock con un toque de punk.