- Todo se ha ido desmoronando y no me he dado cuenta. Ahora lo miro y no me gusta imaginarme que el resto de mi vida tenga que transcurrir así. No estoy muy segura de si sigo queriéndolo.
En cuanto aparece una duda se comienza la recolecta. Escogemos, de forma selectiva, aquellos recuerdos coherentes con nuestro actual estado de ánimo. Los que confirman nuestros pesares.
- ¿Cómo crees que se siente él? – le pregunto.
- No sé… posiblemente confundido al verme tan distante.
Tendemos a pensar que la comunicación válida es aquella que transcurre mediada por el discurso verbal. Nos extraña ver la actitud defensiva de nuestra pareja o de nuestros hijos cuando decimos la estremecedora frase: “Tenemos que hablar”. No he conocido a nadie que la utilice para analizar lo bien que va todo, sobre cómo le gustaría que las cosas siguieran por ese cauce. En esos casos no nos paramos. Una vez le pregunté a unos padres de un niño tipo Daniel el travieso que qué hacían cuando el niño estaba jugando tranquilamente. Se miraron extrañados y me respondieron al unísono: “¡¡Sentarnos en el sofá y no respirar!!. Todos sus esfuerzos estaban centrados en las conductas disruptivas. Cuando hacía lo adecuado no le daban ni la limosna de una mirada complaciente. Así, igualmente, vamos gestionando nuestro malestar interior. Luego un día, una vez elaborado el discurso lo sacamos a la luz pública. Pedimos explicaciones. Anunciamos medidas.
En la espléndida serie “Tell me you love me”, una de las parejas lleva más de un año sin hacer el amor. Tienen dos hijos. Todo parece ir estupendamente. De pronto ella descubre una mañana a su marido masturbándose. ¿Cómo es que cubre de esa forma sus necesidades? ¿qué pinto yo en su vida? . Comienza a cuestionarse la relación y va a visitar a una terapeuta. El marido lo encuentra absurdo. “¿Acaso no nos queremos? ¿No es suficiente?”. A lo largo de los capítulos vamos descubriendo qué es lo que ocurría en realidad. El mundo interno de cada uno. Cómo han ido ocultando sus propias emociones incluso a sí mismos.
Un día, de pronto, queremos abordar lo que vivimos de forma problemática. Antes ha habido intentos parciales. Ahora queremos una sentada oficial. ¿Aprendimos en algún momento a hablar sobre nuestros problemas o pensábamos que el amor acabaría con todos los obstáculos?
Entonces, a veces, algunas de esas parejas acuden a consulta. Quieren abordar un problema pero compruebo que apenas saben cómo plantearlos sin que ese hecho, en sí mismo, no se convierta en un problema adicional que enturbie lo que verdaderamente se quiere abordar.
En esos momentos, entre otras cosas, saco mi libro de recetas y les pido que hagan algunas de ellas. Tiempo atrás hacían cosas juntos, luego se repartieron las tareas como si fueran una empresa. Ahora hacen salmorejo de remolacha.
Un bolsa de remolacha. 50 g de aceite. 10 g de vinagre, 1 diente de ajo, un par de pellizcos de sal, miga de pan.
Todo a la batidora (yo empleo la Thermomix) hasta que quede con la textura típica de salmorejo. Yo lo sirvo en copa, rematándolo con ralladura de queso de Los Balanchares (cabra) con esa maravilla de Microplane.
- ¿Cómo va la cosa?
En cuanto aparece una duda se comienza la recolecta. Escogemos, de forma selectiva, aquellos recuerdos coherentes con nuestro actual estado de ánimo. Los que confirman nuestros pesares.
- ¿Cómo crees que se siente él? – le pregunto.
- No sé… posiblemente confundido al verme tan distante.
Tendemos a pensar que la comunicación válida es aquella que transcurre mediada por el discurso verbal. Nos extraña ver la actitud defensiva de nuestra pareja o de nuestros hijos cuando decimos la estremecedora frase: “Tenemos que hablar”. No he conocido a nadie que la utilice para analizar lo bien que va todo, sobre cómo le gustaría que las cosas siguieran por ese cauce. En esos casos no nos paramos. Una vez le pregunté a unos padres de un niño tipo Daniel el travieso que qué hacían cuando el niño estaba jugando tranquilamente. Se miraron extrañados y me respondieron al unísono: “¡¡Sentarnos en el sofá y no respirar!!. Todos sus esfuerzos estaban centrados en las conductas disruptivas. Cuando hacía lo adecuado no le daban ni la limosna de una mirada complaciente. Así, igualmente, vamos gestionando nuestro malestar interior. Luego un día, una vez elaborado el discurso lo sacamos a la luz pública. Pedimos explicaciones. Anunciamos medidas.
En la espléndida serie “Tell me you love me”, una de las parejas lleva más de un año sin hacer el amor. Tienen dos hijos. Todo parece ir estupendamente. De pronto ella descubre una mañana a su marido masturbándose. ¿Cómo es que cubre de esa forma sus necesidades? ¿qué pinto yo en su vida? . Comienza a cuestionarse la relación y va a visitar a una terapeuta. El marido lo encuentra absurdo. “¿Acaso no nos queremos? ¿No es suficiente?”. A lo largo de los capítulos vamos descubriendo qué es lo que ocurría en realidad. El mundo interno de cada uno. Cómo han ido ocultando sus propias emociones incluso a sí mismos.
Un día, de pronto, queremos abordar lo que vivimos de forma problemática. Antes ha habido intentos parciales. Ahora queremos una sentada oficial. ¿Aprendimos en algún momento a hablar sobre nuestros problemas o pensábamos que el amor acabaría con todos los obstáculos?
Entonces, a veces, algunas de esas parejas acuden a consulta. Quieren abordar un problema pero compruebo que apenas saben cómo plantearlos sin que ese hecho, en sí mismo, no se convierta en un problema adicional que enturbie lo que verdaderamente se quiere abordar.
En esos momentos, entre otras cosas, saco mi libro de recetas y les pido que hagan algunas de ellas. Tiempo atrás hacían cosas juntos, luego se repartieron las tareas como si fueran una empresa. Ahora hacen salmorejo de remolacha.
Un bolsa de remolacha. 50 g de aceite. 10 g de vinagre, 1 diente de ajo, un par de pellizcos de sal, miga de pan.
Todo a la batidora (yo empleo la Thermomix) hasta que quede con la textura típica de salmorejo. Yo lo sirvo en copa, rematándolo con ralladura de queso de Los Balanchares (cabra) con esa maravilla de Microplane.
- ¿Cómo va la cosa?
- Regular, pero ¿tienes más recetas?
(La foto es de un salmorejo de fresas que presentamos en un concurso hace un par de años. ¡Qué fijación con los salmorejos!)