miércoles, 29 de diciembre de 2010

Cómo alcanzar la felicidad




Ya lo anticipé hace justamente ahora un año, la base de la felicidad es la ilusión. Ahora bien, si su ilusión es tan desaforada como la mía, seguramente sufrirá ciertos daños colaterales.

Un día cualquiera del siglo pasado.

Tras mirar la radiografía al trasluz, el médico me señala extrañado un nudo (él dice que es un nudo). “Es la primera vez que veo un colon anudado”. Contengo las ganas de hacer un chiste malo y mi mente busca una explicación, mientras él extiende las recetas que se supone deben contrarrestar la conflictiva compostura de mi tripa. Cuando me ilusiona algo doy un salto de alegría y el colon da otro por su cuenta. Yo vuelvo a poner los pies en el único sitio posible, la tierra. El colon ascendente, en cambio, gira en el aire y se enreda a su vuelta a casa con el descendente, que estaba en otras tareas. Eso, una y otra vez. Podría haber cambiado de órgano diana para celebrar las fiestas. No sé, otro más estable, con menos capacidad de movimiento. Pero, que le voy a hacer, la costumbre es la costumbre.

De vueltas a finales de 2010

No quiero que contenga todo lo ilusionante que puede ser fantasear con grandes cambios positivos en el año venidero. Es lo que procede. Seguramente durante el presente año le habrán pasado cosas malas, pero habrán sido muchas más los desastres que intuyó y que luego no se cumplieron.

Entre enterrar a mi colon por imaginar lo que me iba a deparar la lectura de “Una habitación de invitados” (cómo envidio a los que aún no la han leído), o certificar su defunción por agorero, siempre elegiré la primera.

Centrémonos un poco

Me parece que escribir esto bajo los efectos del champán no está siendo muy fructífero, pero como tampoco me estoy enterando no creo que importe.

Imagino que habrá llegado hasta aquí para ver cuál es el truco para alcanzar la felicidad. Bien. Los capítulos 1 y 2 están en las entradas citadas de los años 2008 y 2009. Este es el tercero y definitivo. Si completa la colección habrá construido finalmente el puente. Aquí tiene mis diez tareas preferidas para cumplir lo prometido:

Tarea 1: Volver a los siete años.

Cierre los ojos. Imagine que es su cumpleaños y que ha pedido un deseo. Imagine que se lo han concedido. Quédese un rato largo disfrutando de su “regalo”.


Tarea 2: La felicidad está muy cerca, tóquela

Échese hacia atrás. Mire a su alrededor. Anote en un papel su nivel actual de felicidad, de 0 = peor que nunca, a 10 = máxima felicidad. Haga algo que esté a su alcance para aumentar dos puntos lo anotado. No tiene por qué ser real, puede imaginarlo.

Tarea 3: Boomerang

Escriba en el procesador de texto, Word o el que utilice: “Me ha encantado esta entrada. Un beso”. Copie lo escrito (Control +C). Entre en veinte blogs y pegue el texto.
Alternativa para los que no tienen blog (aunque los puede sumar para que el efecto sea más potente): Llame a un número importante de amigos y dígales, simplemente, que tenía ganas de saludarlos.
Si tiene pocos amigos en la agenda, pásese por la consulta.

Tarea 4: Contagio

Haga una lista, puede preguntar a otros también, con las diez canciones que, en cuanto comienzan a sonar, uno no puede evitar salir a la pista a bailar. Luego reúnalas y quémelas en un cd. Regálelo para Reyes a todo el mundo (incluido a mí, ya me las arreglaré con mi colon saltarín)

Tarea 5: Contacto físico

Lo más moderno para la felicidad es lo más antiguo en nuestra estructura cerebral. Toque y déjese tocar.

Tarea 6: Trátese como a su mejor amigo

Tenga siempre como referencia ser, al menos, tan bueno y condescendiente con usted, como lo es con sus mejores amigos.

Tarea 7: Una piedra en el camino

La habilidad que más le va a alejar de las consultas de psicología tiene que ver con ser capaz de poner una piedra en el camino. Para que pueda utilizar la razón como soporte de sus actos, necesita interrumpir el caudal de emociones durante el tiempo suficiente como para que la torre de control tome el mando. Trabaje en ello y hará que me dedique definitivamente a la cocina.

Tarea 8: Fahrenheit 451

Fahrenheit 451 es la temperatura a la que arde el papel de los libros (y una peli de Truffaut). Atrévase a quemar todos los libros de autoayuda que le instan a buscar el equilibrio. La homeostasis se parece más a la muerte que a la felicidad. Vivir es desequilibrio, ya sabe: robar un beso o un Boli en El Corte Inglés, levantarse de madrugada en cama ajena, su tripa haciendo malabares, … Atrévase.

Tarea 9: Compromiso

No pase por aquí sin fu, ni fa. Agárrese a mi brazo y cambiemos algo.

Tarea 10: Historiasymentes

Leer asiduamente este blog no lo hará más feliz en 2011, pero a mí sí. Y ya sabe, en el top ten de la felicidad, la máxima puntuación la obtiene hacer feliz a otro. Me encantará ser su objeto-diana.

Feliz, hip (pedrón, quiero decir, perdón) 2011.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Pensamientos obsesivos




Los pensamientos fluyen en nuestra cabeza. Entran y salen por una puerta giratoria. Se asoman al hall del hotel y casi nunca consiguen atraer la atención del recepcionista. La CPU que corona nuestros hombros es potente, pero no tanto como para dejar un hueco a cada uno de esos anónimos solicitantes de hospedaje. Si quieren quedarse han de venir de la mano de alguna emoción, ellos, por sí solos, no son más que pensamientos vulgares.

Si alguien llega a una oficina de la administración pública gritando, tenga a buen seguro que el resto de usuarios desaparecerán del escenario de la atención. Imagine que usted es un empleado de esa oficina que cumple diligentemente con su tarea, pero escucha gritar a una persona, ahí, en medio de la cola:

- ¡¡Cómo no me atiendan YA, me cargo a todo el que coja!!.

Usted me llama al móvil y me dice:

-Quiero que desaparezca ese señor, no puedo concentrarme en otra cosa, porque… ¿y si le da por matarme a mí?.

Es lógico asustarse.

Cuando a su hotel sin reserva de derecho de admisión llegan pensamientos de este tipo, tan vehementes y amenazantes, probablemente no pueda apartar su vista de él. Le ofrecerá, primero por las buenas, una habitación alejada para que no de la lata, pero no, el muy… quiere la principal y que no paren de traerle cosas. Todo el servicio, que antes se ocupaba de tareas diversas, está ahora pendiente de sus peticiones. Le angustia tanto lo que siente que decide quedarse en su casita, tentado, una y otra vez, de pulsar el botón rojo de urgencias, y que aparezca Mr Megaserotoninen, por ejemplo. Cuanto más intenta controlar al intruso, más se acercan sus temblorosos dedos al botón rojo.

Va por la calle y ve un Ford fiesta rojo pasión. En su mente aparece: “Ford fiesta rojo”, pero se diluye bajo el peso de, “caca de perro a estribor”. Sin embargo, cuando su pareja, la del Ford fiesta rojo pasión, le dijo: “Ahí te quedas, guapo”, todos los coches se han vuelto rojos, Ford o pasión, incluso las cacas de perro tienen cierto tono rojizo” La abstracción selectiva llega a ser agobiante y al final, entre la alternativa del botón rojo y la de la consulta de Walden, acaba en la segunda.

- Sé que no puedo conseguir que desaparezcan todos los Ford rojos de la ciudad (es un ser racional, después de todo), pero sí de mi cabeza, ¿dígame cómo?
Yo gasto poco tiempo intentando expulsar del paraíso a los ford. Ya de esos infructuosos intentos se han encargado ellos y sus familiares. No tendría más éxito que mis antecesores en el intento. Mi tarea consiste en convencer de que hay que cambiar el foco de atención hacia el acompañante: no es el recuerdo de la cara de su pareja diciéndole: "Se acabó lo nuestro", sino lo que siente al recordarlo, lo que atornilla la angustia y le da visos de invencibilidad.
- Vale, vale, pero... ¿cómo puedo quitarme estos pensamientos de mi cabeza?

jueves, 2 de diciembre de 2010

TODO LO INTENSO ES DEFINITIVO





- Me acaban de llamar de casa, mi capitán. Mi padre está bastante mal.
- Cuánto lo siento hijo, ahora mismo te firmo un permiso, pero a esta hora, ¿hay algún tren o autobús para tu tierra?
- No se preocupe, tengo quién me lleve.

Diez minutos antes de contarle aquella mentira al bondadoso capitán de ingenieros con el que trabajaba de 9 a 14, iba corriendo por el pasillo hacia su despacho con el corazón dando tumbos entre mis temblorosas manos. Y mirando un poco más atrás, sentado en la sala de estar, con el pijama ya puesto, hablaba por teléfono con ella, a 500 km de distancia. Conforme la escuchaba el corazón se me iba desplazando hacia un lugar más habitable. Colgué, pegué un salto y me puse el uniforme de “bonito” de soldado raso, en plan Supermán en esa cabina de teléfono que siempre tiene tan a mano, e inmediatamente después volaba por el pasillo ideando una excusa completamente irrefutable.

La certeza de que si no la veía inmediatamente, esa misma noche, no llegaría vivo al día siguiente, era tan aplastante que los obstáculos se caían antes de aparecer. Los kilómetros, la falta de trenes y autobuses, de coches o de alguien dispuesto a dejármelo, la noche en ciernes, el posible asesino de autoestopistas abandonados en las cunetas, los aullidos del campo que me metían la cabeza entre las sábanas en mi infancia,… nada, ni siquiera mi preclaro compañero de litera, con su razonamiento epicúreo fueron capaces de detenerme.

- No podré vivir si él - me dice la paciente, como me han dicho tantos y tantas otras antes en esa misma silla. “No podré soportarlo”.

Cada vez que llega un paciente a punto de ahogarse en su negro futuro anticipado, me devuelve a aquel chico exánime con el dedo extendido por las carreteras de Despeñaperros. Entiendo lo que siente y comprendo que si lo que nota en su interior es tan intenso es porque es infalible, cierto y definitivo. Luego me toca matizar: Le aseguro que usted podrá seguir viviendo sin él, que un día incluso, es posible, que se alegre o que, simplemente, lo vea todo lejano y absurdo. Ahora bien, le va a resultar mucho más difícil permanecer mucho rato manteniendo esa intensidad (bueno, también esperaba eso los otros días, viendo al Barcelona) emocional. ¿Qué le parece si antes de tirarse a la carretera en su búsqueda le enseño a tranquilizarse un poco?

Una pena que aquel capitán, - capitán, oh, mi capitán- se dejara seducir por el dolor imaginado en el triste muchacho que lo abordaba cuando estaba antes de marcharse a casa. Cualquier sargento al uso me habría puesto a hacer flexiones delante de él. Qué revelador habría sido.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Una niña como las demás




Cuando llegaron a la playa, lo primero que hizo Marta fue dirigirse hacia un señor que estaba sentado encima de una torre de madera muy alta:

- ¡¡Señor, señor...!!

- Sí, dime, guapa.

- ¿Por que se sienta usted ahí arriba?

- Para vigilar la playa, respondió sonriendo.

- ¿Por si alguien quiere quitar el tapón y vaciarla?.

- Nooo, las playas no tienen tapones; tienen mareas.

- ¿Y qué hacen las mareas?.

- Las mareas van y vienen - respondió de nuevo con paciencia desde lo alto de su alta torre.

- ¿Y por dónde se van?

- Se alejan; después vuelven otra vez.

- ¿Y hay que pagar para montarse en la marea y que te lleve?

- No, es gratis - dijo el señor echándose para atrás con intención de ocultarse.


"Creo que mi hija tiene demasiadas fantasías en la cabeza", me comenta preocupada la madre de Marta en la consulta. Le pido que haga más explícita su demanda, porque no tengo claro si quiere saber si es o no normal tener ese tipo de fantasías o bien si lo que pretende es que le de un toque de realidad a su hija para equilibrarla un poco. "Quiero que sea como las demás niñas"


- ¡¡Señor, señooor!! ¿Y me traerá de vuelta antes de la hora de la tarea?

viernes, 1 de octubre de 2010

Matones virtuales




Mientras me mostraban los pabellones penitenciarios unos colegas, oí a un preso gritar: "¡Hey, Orta!". Por un momento creí que estaba en "El día de la Marmota". Era la misma voz grave que resonaba en el patio del cole: "¡Hey, Orta, orejones!". No es que tuviera una fijación especial con mis orejas, cualquier elemento físico o intelectual ajeno le valía para intentar amedrentar o buscar pelea. Conmigo no lo consiguió. Yo veía Kung-Fú todos los sábados por la noche, pero a pesar de ello no fui capaz de aplicar mi imaginado y templado oi-zuki sobre su garganta verborréica.

Los colegios, desgraciadamente, siguen con acosadores y matones. Buena parte de las víctimas sufren en silencio el acoso, intentan evitarlos, huyen del sitio en el que se presentan, tiemblan cuando los ven, les sudan las palmas de las manos y parece que el pecho fuera a estallarles o que se van a caer redondos al suelo por la falta de oxígeno. Por las noches los tienen en sus pensamientos, los domingos por la tarde se muestran tristes y anticipan continuamente la presencia del matón y las terribles consecuencias que se derivarán de ello, bien por la vía física -"me dará una paliza de muerte"- o por la social -"se reirán todos de mí".

Pero no es de este tipo de acoso del que quiero hablar, sino de otro más ladino e intangible. Ese que se aplican inconscientemente tantas personas.


En los trastornos de ansiedad, los acontecimientos transcurren un 20% en la vida real y un 80% en los pensamientos, esos pensamientos anticipatorios y catastróficos que nos empujan a quedarnos arrinconados en la supuesta seguridad del sofá, a sentarnos en el asiento más cercano a la puerta, a subir al sexto por las escaleras,... Huir, evitar. Siempre representan el mismo y terrible papel en su imaginación. Cuando me cuentan la película que viven una y otra vez entiendo su sufrimiento. Sería como si me obligaran a ver atado a la butaca del cine todas las películas de Esteso.

En los primeros episodios es cuando se se está más cerca de la realidad. Un ataque de ansiedad, una discusión que acabó con taquicardia y sensación de anoxia, una punzada extraña justo en el brazo que anticipa el ataque al corazón,... En ese momento, esa persona manejó la situación, da igual si fue de forma adecuada o no. Puede ser poco terapéutico, pero hizo algo que la ayudó a que ese temor desapareciera. Bien, ir a urgencias o irse del sitio corriendo a casa, o llamar a su pareja,... O sea, cuando realmente ocurre, la persona saca a flote sus recursos.

Luego, en cambio, conforme avanza la serie, el temor es ya más de tipo anticipatorio: "¿Y si me vuelve a dar?". Entonces, se imaginan la escena y el final es horrible. Una y otra vez, todos los finales de todas las situaciones que van sucediéndose empiezan a parecerse sospechosamente. El prota repite. Está encasillado. ¿Se imaginan a Mr Bean haciendo una de miedo?

Cuando llegan a la consulta, muchas de estas personas llevan bastante tiempo batallando contra los matones "reales": morirse, desmayarse, hacer el ridículo, volverse locos,.. Dedicando, en cambio, poco o ningún tiempo a enfrentarse al verdadero matón, a pesar de aparecerse tantas y tantas veces y de las enormes collejas con que saluda a su llegada. Frente al tenebroso escenario que imagina no se le ocurre cambiar el papel que interpreta el protagonista en esa peli etérea. A lo sumo intenta distraerse, hacerse el longui, como me lo hacía yo con aquel bocazas. Sin embargo, hay donde elegir: el pasota, el filósofo, el vitalista, el maniático sexual,..

Le propongo que cambie un poco. Notará la diferencia. Igual al que me insultaba como si fuera parte de su oficio nunca le di mi terrible golpe seccionador de garganta, pero no puede imaginarse la de malvados que ayudé a vencer a David Carradine en aquél polvoriento desierto de mi infancia.


viernes, 10 de septiembre de 2010

Se acabaron los milagros



Ya sé que ahora la insurgencia y la contestación se nos antojan ajados vestidos del pasado y que lo único revolucionario es seguir teniendo pelos en las piernas. Parece que estuviéramos irremediablemente avocados a lo inmutable. Nada puede cambiar. No hay alternativa. Entonces, ¿para qué luchar?. Camus decía que el libro de las excusas es el más fácil de escribir

Las niñas con anorexia, no quieren comer porque piensan que entonces engordarán. Así, ni siquiera se mantienen en su escuálido peso actual, porque en su intento de no engordar, adelgazan aún más. Esta situación que vivimos me recuerda estos casos que veo en la consulta.
Desgraciadamente, hasta Hawkins ha certificado que las cosas hay que resolverlas aquí, que ya se muere definitivamente, que los milagros tienen más que ver con que se ponga de nuestra parte, que con que se espere rezando a que lleguen. Es una evidencia absurda. Que se lo pregunten a Galileo. Estéril. Cuando discutía con inconsciente fervor adolescente sobre estos temas con mi madre , socialista practicante de entreguerras, ella finalmente cerraba la charla con un: “Es lo que me ha enseñado mi madre desde pequeñita”.

Las creencias son difíciles de modificar. La percepción que tenemos de nuestro entorno están condicionadas por esas gafas tan poco críticas.

El conductor escucha en la radio: “Atención, un peligroso kamikaze circula en dirección contraria por la A-3”, “¿Uno? – se pregunta cabreado-¡¡ Hay cientos!!”.

Ayer, durante una reunió en la que una de las personas manifestó su deseo de hacer huelga el día 29, uno de los asistentes preguntó: ¿Huelga, pero qué motivos hay para una huelga? Me recordó la famosa escena de “La vida de Brian”:

- Esta bien pero aparte de la sanidad, la educación, la justicia, los acueductos, las carreteras, el comercio, la seguridad, la representación política, el derecho de asociación, la libertad de expresión…, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?

lunes, 30 de agosto de 2010

El espejo que dejé al marcharme




Esta mañana, al mirarme en el espejo, que me esperaba en el mismo sitio en que lo dejé al marcharme, me di cuenta de que las canas y la calva habían avanzado considerablemente durante las vacaciones. “Vaya –pensé- para esto mejor nada. Como siga así tendré que hacerme cantautor en lugar de rockero". Uf. Luego, enseguida, le he dado la vuelta al asunto. Si no fuera por mi presbicia, la confirmación de la calva y las sienes plateadas tipo Clooney, pero en guapo, sería difícil que mi voz aflautada, versión pitufo, tuviera cierta credibilidad entre mis pacientes.

Te das cuenta de cómo, a base de “vender el producto”, vas aplicándotelo en la vida, en el día a día. Hay pocas cosas que puedan amargarte, salvo todas las que elijas para ello. Hasta los ocho años, mi vida era como la de un personaje de Dickens. Desde ahí sólo podía hundirme en la miseria o dar las gracias por cada destello de alegría que se posara entre mis dedos.

Ahora, cuando hacemos las maletas de vuelta, empezarán de nuevo con la pesadez del síndrome post-vacacional y de lo que cuesta adaptarse, el Madrid seguirá lastrado por las individualidades y el yin y el yang, el Corte Inglés nos convencerá de que es mejor gastarse 90 por tres, que 50 por lo que realmente necesitas, los padres rezarán para que sus hijos se reformen y se vuelvan espontáneamente responsables y estudiosos, mientras los psicólogos rezaremos por lo contrario, .. Lo cotidiano. La alegría de lo cotidiano. Unos lucharemos por desalienar y otros por alejar al ser humano del vecino. Se publicarán más libros de autoayuda para que nos encontremos a nosotros mismos a través de la meditación, en lugar de para encontrarnos con nuestro semejante, que es un sitio más confortable y barato,.. La rutina. De la que no puedes huir más que a trozos.


Un “Anónimo” publica un comentario a una entrada de junio de 2009, preguntando “cómo hace uno para dejar de sentirse vacío”. El sentimiento de vacío es algo patológico. Hay que mirarlo siempre. Pero, créame, los coches no se llenan solos de gasolina, aproveche a los demás.

Ahora que se acercan les sanglots longs, des violons de l'automne prefiero no mirar con nostalgia las calas desiertas que habité estos días, ni a aquel que dejé pendiente en el espejo. Prefiero saborear las nuevas tapas del Cikitrake, la marisma con sus serpenteantes calles plateadas, las tardes con los amigos retomando el punto en que lo dejamos, la lucha pendiente por cambiarlo todo,.. en suma, lo que tengo al lado, esperando a que lo coja.

martes, 6 de julio de 2010

Et l'aurore va dissiper la nuit

" Je dis à cette nuit : Sois plus lente ;
et l’aurore Va dissiper la nuit."
Lamartine. Le lac.




En enero de 1898, Emile Zola publica en el diario L’Aurore un alegato defendiendo la inocencia de Dreyfus, un capitán de 35 años, judío, acusado de alta traición, al que se condena a cumplir cadena perpetua. Zola desmonta la trama conspirativa que dio lugar a dicha sentencia. A consecuencia de de esta carta, el escritor es juzgado y condenado al exilio.

Siempre he tenido en mi mente esta carta que leí en mi adolescencia. Era un referente del papel de los intelectuales en las sociedades que no tienen más elementos de control que el de las voces que quieren clamar contra las injusticias.

Muere Benedetti, muere Saramago. Apenas hay alguien que levante la voz. Los intelectuales orgánicos del sistema campan a sus anchas. Los que se atreven pueden acabar como el autor de Gomorra, o bien, en el extra-radio, presentados como discursos anacrónicos y pintorescos.
Leo la entrevista a Roberto Saviano, en El País:

P. Si pudiera volver atrás, ¿escribiría otra vez Gomorra?
R. No. Y no por las amenazas, sino por todo lo que trajeron consigo: el comportamiento de los editores y de muchas personas cercanas. La solidaridad es sólo una palabra.

Desempolvo el “Informe Petras”. A mediados de los años 90 James Petras, miembro del tribunal Russell de los Derechos Humanos, aclamado sociólogo de la Universidad de Nueva York y antiguo colaborador de Chomsky, pasa unos meses en Barcelona, realizando una investigación bajo los auspicios del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) . El estudio trata sobre el proceso de “modernización” de España a través del gobierno de Felipe González.




“Esta era la nueva España moderna: trabajadores retirados jugando al dominó de lunes a viernes y bailando pasodobles el fin de semana en los clubs de la tercera edad, y sus hijos trasegando cervezas en el margen de una vida sin futuro”

Más atrás en el tiempo, me encuentro leyendo clandestinamente ( a pesar de estar ya en democracia) un libreto que, al igual que el ensayo de Petras, que finalmente el CSIS decidió dejar dormir en un cajón, acabó siendo “secuestrado”. Se trata de “El libro rojo del cole”. Una curiosa forma de educar el espíritu crítico que fue objeto de una censura tal que incluso al día de hoy es mucho más fácil encontrar todos los tomos de Enciclopedias que utilizaban nuestros padres para ser adoctrinados durante el franquismo, que este pequeño y modesto librito.

Parece que hay nada fuera del discurso oficial. No hay otro mundo posible. Incluso en psicología, el espíritu de nuestro tiempo sopla en la misma dirección. Las causas del malestar tienden a situarse dentro del individuo. Los libros de auto-ayuda, los cursos para el descubrimiento personal, los planes de estudio universitarios,… Todo tiende a descontextualizar el malestar. Me siento igual de culpable por tirar una botella de cristal en el contenedor de plásticos que por el malestar que siento al no saber manejar mi malestar. Si quiere saber cómo paliar su inquietud sólo tiene que darle al botón del mando a distancia. En pocos segundos encontrará las respuestas más adecuadas a su bolsillo.

Muchos de los problemas que veo en la consulta están salpicados del estrés que supone vivir en una sociedad en la que tu bienestar depende de tu completa disponibilidad, de tener los contactos adecuados, de militar en el sitio correcto, de transigir hasta que no tengas estómago, de racionalizarlo todo para que sea digerible, de comprobar que no puedes sacar tiempo para atender los problemas escolares o de conducta de tus hijos.. Personas con cargas de trabajos – o mejor dicho, de micro trabajos, basados a veces en proyectos sin respaldo- que no pueden permitirse renunciar a ese modelo sin temor a no volver a incorporarse a la rueda laboral. Personas que no encajan en modelos educativos homogéneos, en los que la apariencia de modernidad choca con la escasez de recursos reales que ponen a su disposición.

En los foros sociales en los que participo, como el Colegio de Psicología, intento que crucemos los tercos muros burocráticos que asolan a las organizaciones, para presentar alternativas sociales más sanas a la sociedad en la que estamos inmersos. ¿Puede alguna organización cuyo referente sea la salud mental estar al margen de esos mecanismos que generan individuos asilados, aislados de su propio proyecto vital?

¿Puede una militancia anónima, pagada con PayPal, en cualquier ONG on-line, mitigar la necesidad real y concreta de solidaridad y participación colectiva en proyectos de cambio?

La doble moral está ya cómodamente instalada. Con la misma boca con la que se protesta al conocer cómo se emplea el dinero público, se pregona abiertamente que se estaría dispuesto a formar parte de lo que se critica. "Pertenezco al Sistema de Secondigliano", dice el chico al pillar las chocolatinas del supermercado en un barrio napolitano, como justificación de por qué no paga. ¿Le resulta familiar?

Habrá que releer a Petras. He aquí algunos extractos, igual anima a leerlo entero.
Informe Petras, año 1995:

“….Los únicos parados por los que la clase media progresista se preocupa son sus propios
hijos. El aislamiento social de los jóvenes trabajadores refuerza su sentimiento de impotencia social
y confirma su punto de vista individualista.”

“Los hijos no suelen dejar el colegio por "necesidad económica"; la razón más corriente es el aburrimiento en la escuela, el deseo de ganar dinero para diversiones o el fracaso escolar. En comparación con sus padres, son
una generación "mimada" (dentro de la familia)…”

“Los barrios donde crecieron los jóvenes trabajadores ya no son el terreno de la movilización de
los debates sociales y la organización politica.
Hacia finales de los 80 y principios de los 90, las asociaciones de vecinos se habían convertido
en apéndices del gobierno socialista, que administran los clubs de jubilados y tienen poca vida
política interna. Sus padres, durante los últimos 70 y los primeros 80, eran activos en las luchas
vecinales por mejoras sociales en infraestructura, educación y un gobierno local responsable.”

“De aquí que el barrio no sea un mecanismo de socialización para introducir nuevos valores sociales de solidaridad sino, más bien, un terreno de encuentro informal para que los amigos se libren a pasatiempos
privados…”

“La decadencia de la cultura cívica del barrio alimenta el comportamiento "consumista privado"
que los jóvenes reciben a través de los medios de masas…”

“El rock mercantilizado, con sus surtidos estandarizados de chaquetas negras, pendientes y
peinados, brinda símbolos "externos" de "rebelión" que enmascaran la interiorizada conformidad
con un estilo de vida consumista e individualista.”

“Las políticas anti-laborales del régimen neoliberal, la movilidad de las corporaciones multinacionales y la nueva legislación laboral que facilita los despidos y los cierres patronales, han creado un sentimiento general de miedo entre los trabajadores jóvenes y mayores, entre los fijos tanto como entre los temporales. El
miedo ha reducido la disposición de mucho trabajadores fijos a comprometerse en huelgas a favor
de mejoras. En la mayoría de los casos, las huelgas tienen lugar contra nuevas pérdidas salariales o
de protección del empleo, o cierres patronales. Las luchas son a la defensiva. A falta de ataques
directos, la mayoría de los trabajadores se "bunkerizan" y tratan de "evitar conflictos" o consolidan
lo que han logrado. En este contexto, la mayoría de sindicatos y partidos políticos de izquierda ya
no ofrecen una visión de una sociedad alternativa a la pesadilla neoliberal.”

viernes, 25 de junio de 2010

La marmita del druida



Detrás del sillón de relax tengo una marmita con una pócima en permanente ebullición. Es lo suficientemente grande como para zambullir a un niño, pero desgraciadamente, a los adultos sólo les caben los pies. Hacia los cuatro años, alguien me agarró entre las axilas, me sacó del sitio confortable en el que braceaba pidiendo leche de vaca y me llevó a un lugar oscuro e incierto. Allí me metieron en una palangana de hojalata llena de un humeante y tibio líquido blanco. Años más tarde descubrí el nombre de aquel brebaje espeso: resiliencia.

Cuando saco a los niños de la marmita sé que sabrán enfrentarse a todas las vicisitudes que les espera en la vida, sin los colorantes artificiales que solemos añadir a los ya de por sí dolorosos trances. La pócima no previene el dolor, sólo hace efecto ante el sufrimiento, ese plus que le agregamos.

Un ejemplo habitual y ya varias veces comentado en estas líneas, hace referencia a ese malestar psicológico que acompaña a las sensaciones corporales de la ansiedad. “¿Por qué vuelve a pasarme?”, o también al sitio o sobre la persona que vierte sus enfados, o también cuando se exige –o exige- que las cosas sean como le gustaría que fueran, o cuando le pide a su pareja que deje de hacer algo porque sólo así se sentirá usted bien, o… para qué seguir.

Al escuchar a unos padres, tras darle al niño el paquete de chucherías justo antes de la hora de la comida, para evitar que monte una pataleta que ya anuncia con sus gritos, decir: “Es para que no sufra”, me entran ganas de decirle: “Será para que no sufra usted. Su hijo dentro de poco no me cabrá en la marmita.”

No logré averiguar quién fue aquella misteriosa druida que me trasladó hasta su marmita en medio de la noche, llorando por la pérdida de lo más valioso. Me desperté tres años más tarde, vestido con la indumentaria futbolística de la Unió Esportiva Sant Andreu y con las espinillas cosida a moretones. Ahora soy yo el que se dedica a mover la olla, a coger a niños sollozantes y sumergirlos en ese líquido carminativo. No se me ocurre qué otra cosa mejor podría estar haciendo.

viernes, 18 de junio de 2010

En terapia: examen de psicología



Como cada año por estas fechas, toca comprobar hasta qué punto la lectura detenida de los manuales de psicología, los libros de autoayuda y sobre todo el estudio a fondo de este magnífico blog, le han convertido a usted en un experto en psicología.
Elija la opción correcta.

1. Gracias a su despiste, al llegar a la sala de espera se encuentra con dos pacientes en lugar de uno, ¿cómo actúa?

a. Atiende en primer lugar a la que tiene un perfil emocionalmente más inestable
b. Hace un trío
c. No le cobra a la que atiende en segundo lugar.


2. En terapia de pareja, ella dice cosas como: “Parece darle más importancia a los objetos y a su rutina que a mí”, “No aguanta que lo critique”, “Nunca me habla de cómo se siente”, “No tolera que haga bromas con su calva”,… Él dice: “Hago de todo y ella no para de criticarme”, “No sé cómo contentarla, ni lo que quiere que haga” ,… ¿Qué haría usted?

a. Sospechar que está ante un caso de Asperger, por lo que debería aclarar que los cambios, si se producen van a ser muy pequeños y dificultosos.
b. Esperar a ver quien gana el set.
c. Aplicar una técnica habitual para terapia de pareja, como por ejemplo, “pillar a tu pareja haciendo cosas agradables”.

3. Mientras le cuenta lo que le sucede, usted observa que su paciente no para de suspirar, tomar aire y hacer respiraciones superficiales, ¿cómo actuaría?

a. Intentaría calmarlo, para que pudiera continuar con su explicación sin que sus emociones interfirieran.
b. Aprovecharía para hacerle notar cómo somatiza cada vez que relata su experiencia.
c. Le pediría permiso para tomarle la mano, pues el contacto físico está demostrado que es bastante relajante

4. Se da cuenta de que cuando intenta transmitirle algo, su paciente no la escucha, sino más bien parece estar pensando en cómo continuar con su historia. Ejerza de psicóloga.

a. Puesto que está semi-auto-hipnotizada, podría introducir algunas pautas que empezarían a trabajar desde el inconsciente.
b. Le hace tomar conciencia de tal hecho y le pregunta si le ocurre algo similar habitualmente.
c. Se calla, para que tome consciencia de lo que está ocurriendo.

5. La hermana gemela de Eva Mendes le está diciendo que se encuentra desesperada, que su relación de pareja es un desastre, que nadie la entiende, que si al bajar a la calle cualquier hombre la abordara para pedirle fuego se iría con él directamente a la cama. ¿Qué? (Puede cambiar a la paciente por el hermano gemelo de Pattinson o Clooney, si procede)

a. Le pide que se centre en el malestar que está sintiendo y en cómo manejarlo con las estrategias que se han comentado en la consulta.
b. Le da el alta, se despide, sale corriendo al estanco y sale al encuentro de ella.
c. Llama a su mejor amigo para decirle que coja un taxi al centro.


6. Está estudiando psicología, le explican los síntomas de un trastorno de personalidad determinado y se va poniendo nervioso (a) al comprobar que están haciendo un retrato robot de su pareja. ¿Cómo procedería?

a. Se lo diría e intentaría tratar de ayudarlo.
b. Lo dejaría con cualquier excusa.
c. Pediría consejo a algún experto sobre cómo abordar el tema.


7. Una persona llega a su consulta pidiéndole ayuda porque se desmaya cada vez que van a ponerle una inyección, incluso cuando ve sangre. Actúe.

a. Le digo que tome comprimidos en lugar de inyectables y que deje de ver CSI y Bones.
b. Hacemos una lista de situaciones, la jerarquizamos, le enseñamos relajación y le enseñamos a exponerse paulatinamente a los distintos ítem de la lista
c. Le explicamos cómo evitar los desmayos con las técnicas de Öst para ayudarle a que le suba la presión arterial.


8. En la primera cita, la persona que tiene enfrente apenas es capaz de explicar qué le ocurre, sólo que se siente mal y que no encuentra una explicación.

a. Lamenta no haber estudiado más a fondo a Lacan.
b. Lo veo un poco confundido, le dice, ¿ no sería mejor que clarificara su demanda antes de que trabajemos?
c. Intenta temporalizar desde cuándo, en qué lugares, con qué personas,… antes de centrarse en los síntomas específicos en sí.

9. Una amiga suya le está contando lo mal que va su hijo con los estudios y cómo le está afectando eso a la familia, que está cansada de intentarlo todo y que el niño no responde,…. ¿qué haría?

a. Hay que ver lo agobiante que puede llegar a ser eso, ¿verdad?, le comenta.
b. Le explica cómo tiene que abordar el problema.
c. Le dice que lo lleve a la consulta, que le va a hacer un precio especial.

10. Su paciente le dice que se ha enamorado de usted.

a. No se preocupe, eso sólo pasa en la serie “In Treatment”
b. Le dice que entonces tiene que abandonar la terapia.
c. Pide supervisión.

martes, 15 de junio de 2010

Deme una caja de preservativos de la talla más pequeña



Hace poco les pedí a los miembros de un grupo de fobia social que pusieran en práctica algunos ejercicios de ataque a la vergüenza. Por distintas razones, todos ellos tienen un gran temor a determinadas situaciones. Para protegerse de lo que piensan que les puede ocurrir en tales circunstancias, intentan tomar medidas que, en realidad, nunca les proporcionan garantías suficientes de que no vaya a ocurrir algo que haga que les tiemblen las piernas.

El ataque a la vergüenza es una técnica muy conocida en la Terapia Racional Emotiva de Ellis. Desde su institución se entrega un premio anual al terapeuta que haya sido capaz de utilizar de forma más creativa esta técnica. Hace unos años ganó la siguiente:

El paciente entra en la farmacia llena y pide condones. Cuando se los trae dice: “No, quiero la talla más pequeña que tenga, por favor”.

Personalmente, he escuchado al hace poco fallecido, Dr. Ellis contar algunas de sus favoritas. Me llamó la atención una que consistía en pasear un plátano atado a una correa, como si fuera un perrito. Ya lo conté en otro post. Muchos de los ejemplos que pone son difícilmente aplicables en una sociedad como la nuestra, en las que tenemos un exagerado temor al ridículo. De forma que no queda otra solución que adaptarlas.

A veces, por fortuna, ni siquiera tienes que buscar algo para trabajar la vergüenza, sino que directamente te viene impuesto. Por ejemplo, he podido comprobar que la unión que forman mi cara y las gafas tienen un alto poder de atracción para todas las actividades de animación de barcos, ferias y hoteles. Si estoy de pie, con el vaso en la mano, escuchando al animador anunciar lo que van a hacer y que necesitan a alguien del público, que nunca levanta la mano, tengo la certeza de que oiré: “A ver, ese señor, el de las gafas” A partir de ese momento ya sé que me someterán a distintas situaciones para que o bien pierda la vergüenza de una vez o bien me traumatice de por vida. Seguramente será un poco chocante verme, porque, por un lado, no tengo nada entrenada la sonrisa social y, por otro, el tipo de bromas que se utilizan en estos sitios me hace muy poca gracia. Pero,… ¡son oportunidades que no podemos desaprovechar!

En cada momento, paseando por la calle o escribiendo un pozt, tienes la oportunidad de meter la pata voluntariamente, sin tomar medidas y comprobar que no eres lapidado. O bien, puedes permanecer atado a la vergüenza, encadenado al miedo al ridículo.

Unido a esta técnica, tenemos otra que llamamos re-encuadre, que básicamente consiste en darle una interpretación diferente a un hecho determinado, como cuando a Edison le preguntaron si no se sentía frustrado por tener que haber realizado miles de intentos antes de conseguir inventar la bombilla y él contestó que nunca los había vivido como un fracaso, sino que en cada ensayo fallido aprendía cómo no debía seguir. Por ejemplo, cuando veo a un inglés en la playa con sus chanclas y los calcetines blancos de rayas, nunca pienso, vaya ridículo, sino este señor seguro que no se resfría nunca.

jueves, 3 de junio de 2010

El psicólogo más gracioso del mundo


He estado increíble esta tarde, pensé al recordar la risa contagiosa que habían provocado mis comentarios. Era una sensación rara teniendo en cuenta que tengo cara de estar de permiso del seminario y que a veces, aunque pocas, hablo en serio, y que incluso cuando decía cosas como “esto le va a costar cierto tiempo quitárselo”, a la persona no le desaparecía la sonrisa. El primer paciente fue un niño, uno de mis amigos hiperactivos que tocan-abren-cierran-preguntan y se sientan en el sillón de relax a meditar sobre el sentido de la vida un segundo, antes de ir corriendo a la salita a pedirle a la madre un kiwi. El resto fueron adultos. ¡Vaya, el tiempo se está estabilizando!, concluí.

Es reconfortante saber que tienes tanto poder de contagiar optimismo. Ni en las facultades ni en los cursos te preparan para ello. Nadie te lo vende. La vida te lo da o no. Tus padres te dejan unas semillitas y tú decides si las siembras. He conocido a hijos ceñudos a pesar de tener como padres a optimistas crónicos. Intentas que vean el lado bueno de lo malo, el punto humorístico de la muerte o al menos, de saber que la vas a palmar indefectiblemente, los drogas con alcohol o con discusiones sobre los canalillos del verano,… no hay forma. No puedes enseñar al que no quiere aprender. Por suerte a la consulta vienen con la mente más abierta.

Yo mismo no he podido para de reírme en alguna ocasión y eso es peor, especialmente si la persona no ha tenido esa intención. Pero no puedo controlarlo. Recuerdo a un paciente que me preguntó:

- ¿Usted se lava las manos antes de comer?
- Pues sí
- ¿Y cómo me explica que todo el mundo se lave las manos antes de comer y nadie se las lave antes de orinar, sino después?

Era la primera sesión y pensé que estaba hablando en broma, para eliminar la tensión inicial. Luego pude comprobar que no.

Hace años se publicó un libro llamado “Optimismo inteligente”. En buena medida se hacía eco de una corriente de investigación que hasta entonces escasa dentro de nuestra profesión: la psicología de la felicidad. Lo de la coletilla “inteligente” viene a dar por supuesto que si usted es optimista sin datos es que en realidad, posiblemente, sea un iluso (o un memo, puestos a insultar). Como yo. No necesito muchos datos para ser optimista. Es una droga barata que sé dónde se vende. Así, durante esos diez o veinte minutos en los que estoy procesando la información recabada durante la tarde, recogiendo los papeles, guardando el pc,… no paro de echarme flores. Diga lo que diga, haga lo que haga, los pacientes salen con el sol en el rostro. Es como ser el psicólogo más gracioso del mundo.
El niño me toca la cabeza y me dice que la tengo más grande que la suya, pero que él tiene más pelo. Los adultos se marchan casi disculpándose por no poder contenerse. No hay nada más sano que reírse, tranquilizo. Finalmente voy al cuarto de baño, me paro en el espejo. Una pegatina verde de Zespri aparece estampada en medio de mi frente.

jueves, 27 de mayo de 2010

Salmorejo de remolacha



- Todo se ha ido desmoronando y no me he dado cuenta. Ahora lo miro y no me gusta imaginarme que el resto de mi vida tenga que transcurrir así. No estoy muy segura de si sigo queriéndolo.

En cuanto aparece una duda se comienza la recolecta. Escogemos, de forma selectiva, aquellos recuerdos coherentes con nuestro actual estado de ánimo. Los que confirman nuestros pesares.

- ¿Cómo crees que se siente él? – le pregunto.
- No sé… posiblemente confundido al verme tan distante.

Tendemos a pensar que la comunicación válida es aquella que transcurre mediada por el discurso verbal. Nos extraña ver la actitud defensiva de nuestra pareja o de nuestros hijos cuando decimos la estremecedora frase: “Tenemos que hablar”. No he conocido a nadie que la utilice para analizar lo bien que va todo, sobre cómo le gustaría que las cosas siguieran por ese cauce. En esos casos no nos paramos. Una vez le pregunté a unos padres de un niño tipo Daniel el travieso que qué hacían cuando el niño estaba jugando tranquilamente. Se miraron extrañados y me respondieron al unísono: “¡¡Sentarnos en el sofá y no respirar!!. Todos sus esfuerzos estaban centrados en las conductas disruptivas. Cuando hacía lo adecuado no le daban ni la limosna de una mirada complaciente. Así, igualmente, vamos gestionando nuestro malestar interior. Luego un día, una vez elaborado el discurso lo sacamos a la luz pública. Pedimos explicaciones. Anunciamos medidas.

En la espléndida serie “Tell me you love me”, una de las parejas lleva más de un año sin hacer el amor. Tienen dos hijos. Todo parece ir estupendamente. De pronto ella descubre una mañana a su marido masturbándose. ¿Cómo es que cubre de esa forma sus necesidades? ¿qué pinto yo en su vida? . Comienza a cuestionarse la relación y va a visitar a una terapeuta. El marido lo encuentra absurdo. “¿Acaso no nos queremos? ¿No es suficiente?”. A lo largo de los capítulos vamos descubriendo qué es lo que ocurría en realidad. El mundo interno de cada uno. Cómo han ido ocultando sus propias emociones incluso a sí mismos.

Un día, de pronto, queremos abordar lo que vivimos de forma problemática. Antes ha habido intentos parciales. Ahora queremos una sentada oficial. ¿Aprendimos en algún momento a hablar sobre nuestros problemas o pensábamos que el amor acabaría con todos los obstáculos?

Entonces, a veces, algunas de esas parejas acuden a consulta. Quieren abordar un problema pero compruebo que apenas saben cómo plantearlos sin que ese hecho, en sí mismo, no se convierta en un problema adicional que enturbie lo que verdaderamente se quiere abordar.

En esos momentos, entre otras cosas, saco mi libro de recetas y les pido que hagan algunas de ellas. Tiempo atrás hacían cosas juntos, luego se repartieron las tareas como si fueran una empresa. Ahora hacen salmorejo de remolacha.

Un bolsa de remolacha. 50 g de aceite. 10 g de vinagre, 1 diente de ajo, un par de pellizcos de sal, miga de pan.
Todo a la batidora (yo empleo la Thermomix) hasta que quede con la textura típica de salmorejo. Yo lo sirvo en copa, rematándolo con ralladura de queso de Los Balanchares (cabra) con esa maravilla de Microplane.

- ¿Cómo va la cosa?
- Regular, pero ¿tienes más recetas?
(La foto es de un salmorejo de fresas que presentamos en un concurso hace un par de años. ¡Qué fijación con los salmorejos!)

jueves, 20 de mayo de 2010

La mejor postura es la del misionero




De los miles de pensamientos diarios que nos pasan por la cabeza sólo nos detenemos en aquellos que han sido marcados emocionalmente, el resto van al contenedor de pensamientos estériles. Al filtro que utilizamos para determinar a cuál le voy a poner una cucharita de amor o un cuarto de libro de enfado lo llamamos “creencias”. Ese filtro empezó a pespuntearlo mamá y entre el cole y su grupo de iguales pusieron el resto de las puntadas básicas. De esa manera se hizo seguidor del equipo de futbol, militante,...

- ¡El siguiente! ¿Equipo de futbol?
- La Mollerusa
- ¿Partido político?
- Partido de los trabajadores cansados del Kurdistán
- ¿Primer amor?
- La Paqui
- ¿Creencias básicas?
- Los catalanes son tacaños, los andaluces juerguistas, la mejor postura es la del misionero, no se puede estar triste un sábado y en el cine se come gusanitos sin mantequilla.

- Aquí tiene el carnet. Ya puede salir. ¡¡Siguiente!!

Una forma sencilla y barata de sufrir es exigirse o exigir que lo de dentro o lo de fuera se ajuste a sus creencias.

- Quiero dejar de pensar en él. ¿Dígame cómo?
- En la película “Olvídate de mí” parece que encontraron un truco rentable, pero actualmente lo único que le puedo ofrecer es ayuda para pensar en otro. El borrador de memoria no está disponible en este momento.

Una vez que adquirimos el kit de creencias de supervivencia, nuestras conductas, nuestros pensamientos, nuestras emociones viajan todas en la misma dirección.

La buena noticia es que puede modificar las creencias que le estén resultando molestas, si se atreve a descubrirlas.

Veamos un ejemplo. Cojamos a seres profundamente dogmáticos, digamos, a unos ultras. Invitémoslos a un debate televisivo en el que para participar tienen que aceptar una serie de reglas. Ya sabe usted que muchas personas son capaces de ladrar en el escenario si eso les asegura salir en la televisión. La regla fundamental consiste en que ¡¡¡tendrán que defender justamente los razonamientos y justificaciones de sus enemigos acérrimos!!! Les damos un material para que se preparen y tras unos días de estudio y concentración los sacamos para que defiendan con vehemencia justamente aquello que odian profundamente.

Se trata, en realidad, de un experimento ya clásico de psicología social. El resultado curioso es que tras ese ensayo, las creencias respecto al grupo político defendido habían cambiado, se había abierto uno ventanita en la pared de hormigón.

No voy a relativizar diciendo que todas las creencias son igualmente respetables. Lo que sí es cierto, es que algunas de ellas son una consecuencia de cómo nos comportamos y no al revés. La concursante de Gran Hermano que grita airada: “Yo digo la verdad a la cara, porque yo soy muy clara”, justifica ese comportamiento en base a una “buena razón”. Luego no soporta que eso mismo lo hagan con ella, pero bueno. De lo que no es consciente esa persona, en realidad, es de que seguramente tendrá un trastorno de tipo externalizante, por ejemplo, hiperactividad, que conlleva una alta dosis de impulsividad que hace que se actúe sin meditar demasiado. Una vez que uno se comporta asiduamente de una manera determinada, comenzamos a justificar, argumentar y construir todo lo necesario para evitar lo que llamamos disonancia cognitiva: hacer una cosa y pensar lo contrario.

Su comportamiento es observable, sus creencias no. Las medimos a través de lo que hace. Las cambiamos modificando lo que hace. No por querer sentirse de otra manera lo va a conseguir, pero sí por actuar de forma diferente.

Le hago una propuesta, escoja a alguien que le caiga mal, alguien cercano o a alguien sobre quien tenga puesta una etiqueta que parece ajustársele como a un guante, y esté durante un par de semanas comportándose con él o ella como si fuera justo lo que quisiera que fuera y no lo que le parece que es. Ya nos cuenta.

viernes, 14 de mayo de 2010

Cómo hablar con Dios (y que le responda)



En nuestra tienda tenemos una serie de productos con poca salida. Posiblemente influya en ello que no estén a la vista, porque, dicho sea de paso, son como de contrabando. Uno de ellos es la posibilidad de interactuar con alguna deidad, a elección. Cuando pequeñito, rezaba al pie de la cama acompañando la oración con la cara de bueno que tuvieron a bien suministrarme mis padres. Al cabo del tiempo fui cogiendo confianza, por lo que me aventuré a hacerle una serie de preguntas al Señor, como por ejemplo, si Joaquina llegaría a hacerme caso o si podría aconsejarme algún truco efectivo y definitivo. Esperaba la respuesta un rato, con los ojos cerrados, pero el resultado siempre era desalentador.

Lástima que no me hubieran llevado a un psicólogo.

- No quiero una solución. Quiero disponer de hilo directo con el Solucionador.

Eso le habría pedido. ¿Para qué tres deseos pudiendo tener la varita? Pues no, los clientes llegan y te piden un deseo. A nadie se le ha ocurrido todavía solicitar algo con más trascendencia. Si usted, como imagino, es un fiel lector o lectora del Antiguo Testamento, igual le ha resultado curioso encontrar a tantos buenos ermitaños hablándole abiertamente a Dios y, lo que es más sorprendente, a Éste respondiéndoles con camaradería. El secreto es simple: el hombre se despide de su familia, con su cantimplorita de piel de camello rellena de agua como único sustento, para pasar una temporada en el desierto, que es por donde parece que Él se deja caer más fines de semana. Tras un tiempo de ayuno Dios se le aparece y comienza la conversación. El resto ya lo conoce.

En la anorexia el centro de interés no es la trascendencia metafísica, sino su propio cuerpo. Tras ese ayuno sostenido, la alteración de su esquema corporal es muy resistente al tratamiento. Piense. Su esposo ermitaño vuelve a casa con tres pliegos anotados con mandatos divinos directos recogidos durante la conversación. Convénzalo de que fue una alucinación.

Una vez puse un par de libros sobre la báscula. Cogí un caramelo del bol y le pregunté a una chica con anorexia: “¿Qué crees que ocurrirá si lo pongo encima de los libros?”, “Subirá unos gramos”, acertó a decir. “¿Y si te lo comes tú?”, “¡¡Uf, el azúcar engorda mucho, seguro que se me nota enseguida!!”, respondió azorada.

Lo malo es que esta chica llega a la consulta queriendo permanecer así de delgada, lo que acarrea que en su intento de mantenerse, empeore. Ese es el camino que ha elegido para sentirse feliz. Me resultaría más fácil ayudarla si me pidiera que le recetara directamente felicidad, sin aditivos, colorantes o intermediarios.

¿Necesita alguna receta?

viernes, 7 de mayo de 2010

El punto intermedio




Hace poco, en mi tierna adolescencia, con una mano me dedicaba a servir copas de ginebra a señores con la nariz dibujada por translúcidas marañas varicosas y con la otra a leer a Silver Kane. En aquel antro paraba mucho marinero. Era un lugar de paso entre el barco y su casa que acababa siempre de la misma manera: abrazados a alguien como si lo conocieran de algo más que por compartir dos horas de bacaladillas y tercios. Yo diría que en realidad, no querían llegar nunca a su destino, fuera uno u otro. Había un punto intermedio más cómodo, un club Pickwick que ni te alejaba, ni te secuestraba. Imagino que sería una especie de paralizante temor a la cárcel flotante o a la cárcel con chimenea y timbre.

- Échame todas las que tengas de Estefanía.

Me dejaban una maleta repleta de novelas, yo la vaciaba buscando novedades compradas en algún puerto. Luego las cambiaba, una a una, y la volvía a llenar. De regalo solía colarle el “Lib” y a otros, algún cómic de Milo Manara.

Las conversaciones en aquel tugurio de barrio estaban completamente despojadas de retórica. No existía un mundo interno y si aparecía se ahogaba inmediatamente en alcohol por prescripción de algunos de los muchos facultativos que pululaban alrededor del que intentaba exponerlo. Toda charla se estructuraba en torno a lo concreto. No es que no hubiera almas descarnadas, simplemente no tenían hueco junto a un tatuaje de ancla y amor de madre. Para estar a tono con la situación, yo solía beber Mahou y fumar Winston de contrabando. La Mahou tenía por aquel entonces un cuerpo que invitaba a cogerla por el gañote, como en el cine negro americano, pero yo estaba inmerso en un profundo proceso de cambio revolucionario y me pasé a Mencey, que probablemente haya sido la peor marca de tabaco negro de la historia, gracias a lo cual hoy sólo soy adicto a las películas de Woody Allen y a las fantasías masculinas tradicionales.

Una de las cosas que comprendí fue que, en muchas ocasiones, en la solución está el problema. Ese punto intermedio, que te ofrece cierto nivel de confort comparado con las otras dos opciones, te va atrapando, te encallece el codo y te suministra un embarazo cervecero hasta que, finalmente, estás siempre en ese lugar, ya sea bebiendo y compartiendo, ya sea deseando beber y compartir.

Cambié la barra y el descarnado hormigón del suelo con colillas de Bisonte, por la mesa de despacho y la acogedora tarima flotante. Pero nunca he olvidado aquel aprendizaje sobre lo pernicioso que es dedicarse a vegetar encima del malestar, en ese valle de margaritas silvestres, huyendo de las pedregosas colinas que te llevan allí donde la gente alterna los dolores de tripa con cenas con vela y puesta de sol.

jueves, 29 de abril de 2010

Micro-orgasmos




No soy una persona completa los lunes. Aún quedan restos de mí esparcidos por el fin de semana que luchan por no incorporarse a la rutina.

Durante los tres días anteriores me dedico a la desestructuración, algo así como la cocina molecular del alma. Voy de actividad en actividad hilvanando una colcha de pachwork. En la consulta miro a los niños hiperactivos, una vez que empiezan a tener dominio del territorio, buscar entre las bolsas y cajas de juguetes supuestamente ocultas detrás del diván. Les veo cara de viernes. Luego, cuando van pasando de la bolsa de títeres a la caja de magia y de ahí a pesarse en la báscula y tirarse al suelo con los puzzles, están ya en proceso de desestructuración.

Mi córtex prefrontal, al igual que el de estos niños, es como una comuna. Siempre he soñado con compartir espacio físico, ideario y comida con otros y otras vestido con pantalones con margaritas y escuchando a Hendrix tumbado sobre la hierba. No sé si eso me ha traído como consecuencia esta anarquía cerebral o si ha sido al revés.

El córtex prefrontal es la parte yuppie del cerebro. Algo así como la zona de mando, allá arriba, debajo de la calva prominente. Una habitación llena de ejecutivos engominados con cartera de cuero y pulserita del color que más se lleve, dedicados a planificarte la vida, a decidir cuándo, a qué y a qué no, tenemos que prestar atención, cómo hay que programar nuestro dinero para que nos dure hasta fin de mes, y esas otras cosas que, según la versión oficial, deberían contribuir a hacernos tener una vida más controlable.

Igual que los yuppies rocieros suelen apreciar la gomina, a esta plebe le encanta la dopamina, un neurotransmisor encargado entre otras muchas cosas de transportar la información entre esta zona y el sistema límbico, que para que nos aclaremos, viene a ser el hedonista de la casa o bien, -por fortuna para los psicólogos-, a veces, la sufridora compulsiva, un volcán de emociones dispuesto siempre a dejar bloqueado el espacio aéreo de la eurocorteza.

Posiblemente, una de las funciones que más me gusta de la dopamina sea su habilidad para hacerte sentir bien. Con la adrenalina y la serotonina forman un trío de cantantes ideal para hacerte pasar una jornada de twist emocional. Si usted se fuma un cigarrito bien cargado de nicotina es como si estuviera apretando un botón para soltar dopamina en su cerebro, un micro orgasmo que a lo que se ve tiene que enganchar mucho. Afortunadamente, al menos para mí, no es la única forma de onanismo mental.

El viernes por la tarde comienzo a hacerme unos liadillos de dopamina y paso todo el fin de semana drogándome. Cuando estoy tumbado en el mar, flotando y mirando a las gaviotas mezclarse con las nubes, pienso en lo fácil que nos resulta a los que tenemos un croquis defectuoso del prefrontal fabricar promesas mentales y entonces, mientras me pregunto por qué no me compro un aparatito para estimular el lóbulo de marras y que mis pacientes salgan cantando: "Paz y amor, paz y amoooor", en lugar de empeñarme en arreglar mentes divergentes, me doy cuenta de que se me ha olvidado la toalla en casa.

miércoles, 21 de abril de 2010

El chocolate me llama



Siempre me ha llamado la atención lo sobrevalorada que está la razón frente a la emoción. Cuando intento pasármelo bien y no tengo material a mano disponible (película, cocina, cámara de fotos, libro,…) utilizo los pensamientos para proyectar fantasías que funcionan como una especie de droga. Más o menos, como cuando Homer Simpsom se imagina quedarse encerrado en una fábrica de rosquillas acompañado de un barril de cerveza. Utilizo la capacidad de raciocinio y planificación para diseñar el viaje, pero para que eso se convierta en una meta, previamente he tenido que imaginarme sentado en un velador, tomando un helado, con San Gimignano al fondo. Primero utilizo mis glándulas y luego la cabeza.

Los heurísticos son una especie de atajos que nos facilitan la vida. Buena parte de estos atajos están mediados emocionalmente. La pareja de una amiga es un alexitímico, tiene tres carreras universitarias y es capaz de utilizar heurísticos para cualquier problema que tenga que ver con la física cuántica o con los polímeros, pero en su vida social fracasa estrepitosamente. Tampoco es que parezca importarle. Ahora es el ex de mi amiga y casi un ex del resto de la comunidad.

El hígado es mucho más accesible. Si quiero que se compre un coche determinado le diré que se deje llevar por el corazón, que se lo merece, que seguramente su cabeza le dirá que no, pero… Confieso que soy fácilmente sugestionable. He comprado todo lo que me ha vendido el monitor de la esquina de una de las calles del Leroy Merlín y tengo acumulando polvo todas aquellas enciclopedias y cursos que nos vendían en reuniones sociales, (imagínese, si ya soy débil individualmente, en grupo...), por lo que previsiblemente, los viajes del Imserso, cuando lleguen, me saldrán por un ojo de la cara. He mimado siempre mucho mis vísceras.

Veo a muchos pacientes que quieren ahorrarse sufrimiento a cambio de no vivir. Es como decir: “me quedo con la cabeza; el corazón duele”. Si no me enfrento a tal situación no lo pasaré mal. Quiero tener corazón, pero no taquicardia; pulmones, pero no hiperventilación; pareja, pero garantía de fidelidad ante notario;…

En otras ocasiones ha llegado alguien desbordado por un enamoramiento imprevisto que casi lo ha convertido en un extraño de sí mismo, flotando sobre una capa de hipomanía, como si se hubiera desenroscado la cabeza y fuera todo emoción a flor de piel. Quiere dejar a su esposa, hijos, casa, trabajo,… Se ve capaz de superarlo y cambiar completamente. Viene arrastrado por alguien muy significativo para él, aunque, en realidad, no alberga ninguna duda sobre lo que tiene que hacer.

Es el otro lado de la moneda, sentir como objetivo vital. Alteraciones relacionadas con las emociones y su gestión, en el fondo.

El tercer caso es quizás el más curioso: personas que se castigan por sentir. Aquellas que reaccionan a las emociones negativas con emociones secundarias de ira o culpabilidad. He vuelto a caer, no tengo remedio.

Óscar Wilde tiene una cita que me ha acompañado durante buena parte de mi vida: “Puedo resistirlo todo, menos la tentación”.

Bueno, les dejo que me está llamando a voz en grito la tableta de chocolate desde el cajón de los tests. ¿Quién la habrá escondido ahí?

jueves, 15 de abril de 2010

La gota que sube


Contrariamente a lo que se suele pensar, el porcentaje más alto de trastornos del estado de ánimo y de ansiedad no está directamente relacionado con desencadenantes traumáticos. Para las muertes, enfermedades incurables, rupturas sentimentales, etc., tenemos una especie de tempo social preestablecido, unos comportamientos aprendidos por el doliente y por los que consuelan, que en muchos casos facilitan el tránsito, el duelo.

Es otro tipo de estresores cotidianos, pequeños, casi transparentes, los que producen los peores trastornos por su efecto acumulativo e intangible.
No crea que estos acontecimientos son todos negativos, las vacaciones, que al fin le devuelva la mirada la chica del pub, que lo asciendan en el trabajo, etc., tienen también ese potencial efecto desestabilizador. Es posible que no pasen de 1.0 en la escala Ritchter, una pequeña explosión allá al fondo, en las glándulas que descansan sobre los riñones, pero es el insidioso proceso de unos sobre otros el que puede treaerle aquí delante, a esa silla fresa ilusión al otro lado de la mesa.

- Estoy mal, pero no entiendo por qué: tengo trabajo, una familia estupenda, salud,…


El estrés es más un proceso interactivo, en el que usted es parte activa, que simplemente un estímulo (un jefe desquiciado) o una respuesta (elevación de la tensión arterial, irascibilidad,..). Pero claro, si no localiza la causa, o si apunta en la dirección equivicada, no podrá actuar sobre los agentes potencialmente estresantes o realizar actividades que le permitan compensar la situación, o bien, cuando sea posible, modificar el contexto. No siempre somos conscientes de que es esa pléyade de liliputienses que nos están dando patadas insustanciales en los tobillos la causante del tormento, por lo que es posible que acabemos autoadministrándonos una dosis extra de sufrimiento buscando causas más trascendentes y gulliverianas.
Existe, por otra parte, una creciente intolerancia al malestar, a las contrariedades. Algo que parecería una conspiración de los distintos colegios de psicología para no quedarnos sin trabajo, pero que en realidad estamos empeñados en construir entre todos porque sabemos que cuanto más insatisfechos estemos más ipad vamos a comprar.
Cada vez que escucho a un adolescente con trastorno tipo "nolopuedosoportartitis" recuerdo la voz en off de la película “Delicatessen” desgranando aquello que le gusta y lo que no:

“Me gusta… no me gustan las barbas sin bigote,.. no me gusta la gota que sube…”

viernes, 9 de abril de 2010

Con la ayuda de Dios



Un amigo suele decirme: “Dios cura y tú cobras la minuta”. Se ve que lo leyó alguna vez y le hizo mucha gracia y como tiene mala memoria me lo repite con insistente asiduidad.
No es que uno no se encomiende a Dios ante algunos casos implorando que le acuda rápido una solución a la cabeza, pero claro, tener a Dios y a tus pacientes dando vuelta por las neuronas al mismo tiempo no parece lo más aconsejable durante una sesión.

No, nunca llegué a incorporar a Dios a la plantilla, pero sí a otro factor común que viene a tener el mismo poder ubicuo que Él.

En su libro “Las capacidades de la familia. Tiempo, caos y proceso”, Ausloos comenta que al cambiar de consulta y tener que atender a muchos más pacientes se vio en la obligación de pasar de citas semanales a citas quincenales. Estaba preocupado porque la sobrecarga le impedía atender a sus pacientes tal y como lo había hecho hasta entonces, teniendo en cuenta además, que es lo que aconsejan los manuales al uso para un buen número de trastornos.
Para su sorpresa, el resultado fue muy similar, no había diferencias significativas, a pesar de la disminución del número de citas.

Algunos pacientes me piden que les de más tiempo y a otros les aterra tener dos o tres semanas por delante sin apoyo terapéutico. El tiempo como aliado o el tiempo como enemigo. En realidad, de lo único que se trata es de qué hago durante. Cuando el paciente entiende que la solución está en la consulta, el transcurrir de las horas le resultará amenazador porque no sabrá cómo manejar lo que le pudiera ocurrir, o más bien, porque cree que tiene que hacer algo con lo que le ocurra. Ignora, probablemente porque no conoce a mi amigo, que en realidad basta con encomendarse al Grandísimo y pagarme a mí.

Mi amigo no confía en la medicina ni en la psicología, ni siquiera en Diós, pero sí en el efecto que tiene el tiempo sobre toda célula que se mueva en alguna dirección. Ahí tiene una certeza científica irrefutable: “Algo pasará”, sentencia.

Dice que sus momentos de felicidad y de recuperación de la misma están más relacionados con la dolce far niente que con cualquier otra receta. En el fondo es un nihilista egodistónico, pero no dejo de reconocer que el respiro que te da el tiempo, cuando estás perdido entre la maraña sintomatológica de la familia que tienes enfrente produce un honda sensación de alivio.

martes, 30 de marzo de 2010

Fobia social: los demás como amenaza




Piense un momento, por favor, y conteste: ¿Cómo cree usted que lo ven los demás?

Está en una discoteca y comienza a sonar esa canción que la empuja a la pista. ¿Podrá más el impulso de sus pies o su temor a que el jurado que está acodado en la barra le saque un 3 de nota media cuando la vea bailar?

En realidad, las situaciones sociales son bastante ambiguas, así que puede permitirse colorearlas según sus propias creencias y llegar a partir de ahí a cualquier conclusión.

Desde hace años mantengo una conversación de sobremesa permanente con unos amigos. Ellos sostienen que el ser humano es egoísta por naturaleza y yo lo contrario. Es un tema interesante, pero lo que importa ahora es cómo afecta, en su propio comportamiento, la forma en que ellos ven a los demás.

Las personas que sufren fobia social tienen un miedo desproporcionado a ser el foco de atención, no tanto porque todo el mundo las mire, sino, según creen, a las evaluaciones negativas que se van a derivar de esa observación. Desde esta perspectiva, los demás son siempre potencialmente amenazantes. Podría decirse que se crea una especie de conflicto entre el deseo de mostrarse estupendísimo de la muerte y la inseguridad absoluta para conseguirlo.

- Pensarán que soy estúpido.
- ¿Y qué?

El “¿y qué?” fastidioso. ¿Por qué tendrían los demás que pensar que somos pluscuamperfectos? ¿Cómo podría usted estar seguro de que se comportará de la manera que espera que lo haga el grupo? ¿Hay alguien en su entorno a quien no haya criticado nadie? ¿Y qué?

Visto desde fuera, lo que más llama la atención es el poder que otorgan estas personas a los demás. El miedo a ser observado y evaluado determina sus pasos diarios. Uno se pregunta: ¿serán los demás con él/ella tan duros como ellos lo son consigo mismos?.

- Si digo algo mal y me equivoco, pensarán que soy tonto.

En realidad quiere decir: “Creo que… si digo algo mal y me equivoco, pensarán que soy tonto”. La única evidencia es lo que ellos mismos creen. Lo demás es incierto. En todo caso, incontrolable y posiblemente poco trascendente.
- Si yo me equivoco, tartamudeo o me quedo un momento pensando,.. ¿pensará usted: vaya terapeuta más tonto?
- Ah, no, no, claro que no.
Es una doble vara de medir: "yo soy condescendiente; los demás no"

Cuando un pensamiento va acompañado de una importante carga emocional se convierte en algo completamente fidedigno, evidente.

- Intentamos sobrevivir y para eso los demás son una constante amenaza. No te puedes descuidar – me dice mi amiga.
- Tiene que ser muy aburrido ir siempre con la espalda pegada a la pared –le respondo.

Al fin y al cabo, qué más da que le dé argumentos sobre el contenido social de la supervivencia o sobre esta o aquella investigación. Me vale con pensar en las consecuencias que tendría para mi propia vida ese tipo de creencias. Seguramente habrá alguien que esté dispuesto a hacer de Bruto en su vida, pero es muy probable que haya muchas más dispuestas a ayudarle a restañar la herida.

lunes, 8 de marzo de 2010

La culpa fue de los Bee Gees



Con el depresor aplastando la lengua el otorrino no hacía más que susurrar:

- Mmmmm.

Yo iba acumulando tensión física en la mandíbula y en el corazón. Mientras él hacía de psicoanalista. Una vez acabada la exploración volvió a su silla.

- Ese tono suyo…. y esa faringitis… crónica…Tiene una faringitis crónica. ¿Habla usted mucho?
- Sí. Básicamente es la forma en que me gano la vida. Hablando.
- Pues seguramente por eso tiene la faringitis y regularmente le aparecerá, ¿no?
- Sí, más o menos. Pero no creo que sea de hablar mucho. La culpa la tienen los Bee Gees.


Bueno, concretamente de “Stayin' Alive”.



No sé si me equivocaré mucho, pero probablemente usted pase más tiempo buscando las causas de sus males, que las de su bienestar. Cuando estamos espléndidos no buscamos causas, ni escribimos poesía. Vivimos, sin más.

Recuerdo estar tumbado boca arriba sobre el cesped, hace muchos años, un día de vacaciones en Semana Santa. Miraba un cielo con esponjosas manchitas blancas: “Esto es la felicidad”. Algo tan intangible, tan inasible, tan perecedero. Montarse en una nube, como Heidi, sin preguntarle siquiera al abuelito que sustancia lo había hecho posible.

Antes de que hablara por los codos dentro y fuera de la consulta era un chico tímido e introvertido. Algunos de los amigos de la pandilla ligaban como descosidos en la época en la que ligar ere el fin principal de nuestras existencias. John (Travolta) acabó por abrirnos los ojos a los exhortados. El cine era mi principal fuente de inspiración y conocimiento, de forma que dejé a un lado el punteo simulado de "Smoke on the Water" sobre el pantalón acampanado de cuadros escoceses y me pasé al bando de lo hortera sin contemplaciones. Era tan negado para bailar como lo había sido para estar hablando de cosas intrascendentes el tiempo necesario para que algo en forma de promesa nocturna cuajara de la conversación. Imitaba aún peor el falsete de los Bee Gees que los pasos de Tony Manero. Mi tono era incluso más repudiable, pero afortunadamente, apagado, como mi vergüenza, por los watios de los megaaltavoces de la disco. Aquella fiebre duró lo suficiente como para que mi garganta se desgarrara definitivamente, pero no lo bastante como para acabar de impresionar a las que se suponía que debía transmitir algo.

Puestos a elegir un momento y una causa, señalo sin pudor aquella. Es lejana en el tiempo y además tiene poco que ver con nada que pueda hacer ahora por remediarlo. De esta forma me puedo dedicar a lo que sea, sin tener que pasar tiempo pensando en cómo, por qué y cuándo podré recuperar lo irrecuperable.

Como podrá comprobar, en cuanto Heidi empezó a preguntarse por las causas de su felicidad su vida se convirtió en un desastre.
Viva. Tiene canon, pero merece la pena.


jueves, 25 de febrero de 2010

La estrategia del cangrejo (2)



La estrategia del cangrejo no trata, aunque pueda parecerlo, de un plan anti-crisis como el que pretenden distintos gobiernos occidentales, esto es, ir hacia atrás en derechos adquiridos. Ayer hubo en mi ciudad una manifestación y cuando estaban todos reunidos en la plaza se empezó a notar un horrible, pero familiar, olor a contaminación. La principal diferencia era la intensidad. Podías hacer un chicle de cloro con un par de aspiraciones. Igual pensaron: “Mira, ahora que hay tanto rojo juntito, al aire libre, podríamos aprovechar para…”

Vale, me centro.

Hace unos días recibí este correo de una paciente (le pedí permiso para publicarlo):

“… He comido mal, comida no dulces, pero ya hoy me dio el chispazo y me compré una tableta de chocolate y me la he comido enterita(con una fatiguita al final jaja no era muy chica, para no mentirte). No pensaba mandarte nada porque como te he dicho, de ánimo estoy bien, pero como que me estoy perdiendo ya un poco, así que prefiero prevenir lo que sea. No sé, me pasa como otras veces, que cuando me levanto estoy muy decidida, pero cuando llega la tarde ya me entra la neura.
(acostumbrada a comer allí -en un lugar en el que estuvo de vacaciones unos días- más cantidad y a picotear, pues ahora a todas horas tengo hambre).”

Parece que tenemos una especie de tendencia a volver a conductas que nos perturban. En realidad, se vuelve a conductas conocidas, familiares, independientemente de lo perturbadoras que sean. Si usted pretende eliminar una de ellas, pongamos comer compulsivamente, tenga en cuenta que seguramente habrá sido una compañera fiel durante la mayor parte de sus malestares. En lugar de llamar por teléfono a una amiga para contárselo, se daba el atracón. Viene a ser igualmente calmante, aunque luego se sienta peor si elige esta otra opción. Modificar este patrón exige, entre otras cosas, sustituir las respuestas que da ante esos mismos estímulos.
Si usted padece de “nolopuedosoportartitis”, si tiene baja tolerancia al malestar y a las frustraciones, le va a costar bastante, debería trabajar este aspecto previamente y asumir las inclemencias del temporal emocional y vital que azota a todo ser viviente. Sin eso, sólo buscará milagros y como sabe, los milagros están de capa caída.

Ha trabajado ya ese pequeño matiz de su personalidad y ahora quiere un cambio. Llega a consulta y en el muestrario de técnicas usted elige, por barata y atractiva, la estrategia del cangrejo. Bien. Quiere mejorar una relación o acabarla, eliminar los atracones, aprobar exámenes,… cualquier conducta que requiera una serie de pasos previos para llevarla a cabo y que usted se ha empeñado en conseguir por el atajo del deseo imperioso.


Alguien le hace un comentario sobre su delgadez, y empieza el proceso de rumiaciones que conoce, no obstante, en esta ocasión supera la prueba, ¿Qué hizo?. Vaya hacia atrás paso a paso.

- Estoy que me subo por las paredes, ¡pero no como chuches!
- ¿Cómo lo ha conseguido?
- Porque no tenía chocolate en casa, ni mis chucherías habituales.
- ¿Y por qué no las tenía?
- No había comprado.
- No las tiene, no las come, ¿cómo consigue no bajar corriendo a comprar?
- Lo pienso, pero no lo hago. No me obligué a no ir, simplemente lo demoré y mientras, hice un poco de relajación y luego leí lo que había anotado sobre ventajas e inconvenientes.
- ¿Por qué tenía escrita una hoja con esas anotaciones?
- Porque cuando estaba mal no razonaba adecuadamente, ni admitía consejos externos, al anotar: “Seguramente tendrás ganas de romper este papelito, de dejarte llevar por lo que sientes,.. como otras veces, pero antes de hacerlo date un rato para leer las ventajas e inconvenientes de volver a lo mismo…” Me di cuenta de que me ayudaba.
- Pero, estando tan alterado es difícil incluso ponerse a leer.
- Por eso, primero hago un poco de respiración.
- Vayamos un poco más atrás…

Analizamos tramos del proceso. Las conductas son muy complejas, están repletas de pasos intermedios, de auto-instrucciones encubiertas, etc. Cuando se adopta esta perspectiva, la persona deja de culparse a sí misma, de acumular malestar extra, ese relacionado, no con la realización de la conducta, sino con el sentimiento de falta de control. Comprueba que cada “trozo” es susceptible de ser identificado, analizado, de planear la forma de llevarlo a cabo y valorar luego si fue o no eficaz.

Para poder hacerlo suele servir de ayuda situarse al final del camino e ir observando qué ha necesitado para llegar, cuáles fueron los obstáculos y cuáles las soluciones.

Es crucial darse cuenta de que en ningún momento nos centramos en cómo se va sintiendo, en las emociones negativas que aparecen. Eso lo trabajamos de otra manera. La idea no es “Como no me sentía bien…no pude controlarme”. Debe considerar la alteración emocional como otra conducta más a la que también le tiene que aplicar soluciones concretas, independientes de la causa a la que atribuye ese malestar. Si se ocupa de la causa, no se ocupa de lo que siente, luego no lo soluciona.

Tome impulso, camine hacia atrás.


viernes, 19 de febrero de 2010

La estrategia del cangrejo (1)



Ya hemos superado la cuesta de enero. Desgraciadamente, a estas alturas los luminosos deseos igual comienzan a oscurecerse un poco. Hace años estudié a fondo un fenómeno conocido desde el punto de vista psicológico: la distancia entre la intención y la conducta. Entre desear adelgazar y adelgazar, plantearse hacer gimnasia todos los días y hacerla, jurarse estudiar todas las tardes y ponerse a ello, etc. El rendimiento sigue una curva descendente, como una flecha lanzada con ímpetu.
Veía al ratoncito del experimento correr como un poseso los primeros 5 minutos en su laberinto curvilíneo, para ir decreciendo su ritmo sin sentido hasta quedarse parado, diría que meditabundo y desorientado, o si quiere, desmotivado.

“Le he dicho que si aprueba en junio le compro un Ferrari”. Si a mí me dijeran que si subo el Everest en un plazo de siete meses, me regalaban una Canon 5D, empezaría a correr montaña arriba sin bufanda,… ¿Sería un fracasado para usted, que me hizo la promesa-zanahoria, si no lo consigo? ¿Los dos dábamos por hecho que los veinticinco intentos-fracasos anteriores fueron fruto de mi escasa “voluntad”?

Una de las tareas de la psicología consiste en descifrar ese misterioso camino que va del claro al oscuro sin aparente explicación. Para hacer frente a las dificultades observadas utilizamos algunas técnicas. En mi arsenal tiene un lugar principal la estrategia del cangrejo.

El planteamiento es fácil, la ejecución no tanto, pero tiene un porcentaje de éxito bastante más alto que el simple deseo como medicina.

Lo mejor es que le permite identificar aspectos concretos y no centrar el éxito o el fracaso en su capacidad humana para llevar a cabo lo que se propone. Cuando esto es así las frustraciones que se acompañan ocasionan más daños que la mera no consecución de lo que se ha propuesto. Por ejemplo, hay una serie de personas especializadas en ponerse trampas de este tipo, a las que luego siguen etapas más o menos largas de descontrol, de entrega, de “total ya que…”.
Quiero adelgazar 20 kg. Dieta estricta tres semanas. Hambre a raudales y sueños con pasteles de Belén con mucha canela. Báscula, espejo y cinturilla del pantalón. Café con sacarina y todo a la plancha,.. Un día discute con su pareja por una nimiedad y se siente mal, entonces llega a la conclusión de que nada de todo ese inmenso esfuerzo ha merecido la pena, así que decide que “de perdidos al río” y se da un atracón…. sentimiento de culpa, abatimiento, autoestima en -3, cortar hilos de comunicación, enfado constante, atracones elaborados en el restaurante “totalyaque”,…

¿Le suena?

martes, 9 de febrero de 2010

Apaga y enciende



Cada año me prometo a mí mismo que me voy a pasar a MAC, ese ordenador que cuando le das a INTRO responde “Sí, amo”. Lo único que me frena es la cantidad de recursos terapéuticos que me brinda el equipo del señor Gates.
Si usted sustituye “escritorio” por “vida”; “interruptor” por “memoria”; “relojito de arena dando vueltas interminables” por “piense antes de actuar”, etc., comprobará cuán cercana está la realidad de la apariencia. Observe:

-“No puedo quitarme esto de lo cabeza” : Apaga y enciende
-“Llevo un mes fatal”: Restaure a un punto en el que se encuentre estupendamente.
-“Estoy muy estresado”: Elimine todos los objetos del escritorio que hace años que no utiliza.
-“Me encuentro vacío”: Aproveche la espera tras cada intro para meditar sobre el sentido de la vida.
-“No sé qué hacer con este problema”: Busque los controladores en otro lado porque Windows no puede hacerlo por usted: ¡madure ya!
-“Me siento sobrecargado con tantas demandas a mi alrededor": Ha abierto demasiadas ventanas en su vida, eso puede producir bloqueo (de hecho, es seguro que se bloqueará).
-“No entiendo muy bien qué es lo que me está ocasionando este malestar": Control + Alt + Supr, (observe lo que más lata le está dando y elimínelo).
-“Cada vez que parece que comienzan a ir bien las cosas, de pronto se tuercen de nuevo”: Pantalla azul, (¿cuántas necesita para que se decida a cambiar?)
-…

Algunos de mis colegas opinan que “el mapa no es el territorio”, yo creo que sí, que “el mapa es el territorio”: lo que haces es lo que eres. Hace unos días me comentaba un paciente:

-Tengo un chip averiado. Tiene que ser de fábrica. Pero la gente no se da cuenta, no sabe cómo soy en realidad, lo inseguro que me siento, cómo estos gritos y poses no son más que asustaburras para ganar espacio,..
-Sí, igual es un fallo del sistema… ¿qué le parece un “apaga y enciende”?
-¡Oh, fenomenal! No sé cómo no se me había ocurrido, gracias.


Gates and cia. van arreglando modulitos por entrega. Sus sistemas operativos tienen más parches en el alma que los sillones de mi consulta. Y para mí, que me gustan más las metáforas que a usted las bayas de Goji, estos aparatos falibles están llenos de ellas y me entrego al descifrado con más pasión que al descubrimiento del HDR.
La próxima vez que necesite ir a una consulta póngase delante del ordenador y déjese imbuir por la sabiduría oculta del pc (absténganse los de la manzanita).


Mac Vs PC En Español
Cargado por LKrieger. - Sitcom, sketch, videos cómicos y de comedia.

viernes, 5 de febrero de 2010

Antes



Me gustaría que no hubiera un punto exacto, un corte preciso, que la tierra no se hubiera hundido bajo mis pies. Que la distancia entre aquello y esto de ahora se hubiera cubierto de forma insidiosa, lenta, con tiempo para darme cuenta y reflexionar.

Me cuesta ligar los recuerdos y las imágenes de antaño con las emociones con que las experimenté. Son como películas sin voz. ¿Eras feliz cuando me abrazabas en esta fotografía del aparador? Busco algún gesto, una palabra, una imagen, datos inconexos, algo que pasara desapercibido. Luego me miro a mí misma. Me siento culpable antes de encontrar sentido a la culpa, antes de hallar, siquiera, algo por lo que sentir que te fallé y que fue ese descuido el que te condujo a ello. Después me irrito, primero conmigo, ¿por qué tengo que sentirme así? ¿qué he hecho yo, al fin y al cabo?, luego contigo. Me siento traicionada. Ninguna promesa ni petición de perdón ha podido alterar ese sentimiento. Ese carrusel de emociones me abate. Disperso las fuerzas, no me concentro, se me olvidan las cosas. Soy otra.

Escuchaba estas historias en las demás y trataba de aconsejar. Cuando recopilo aquellos consejos me doy cuenta de que todos estaban basados en el olvido. En seguir adelante dejando al tiempo encargado de manejar el sufrimiento hasta hacerlo desaparecer. Sin embargo ahora no creo que eso sea posible. No sé por qué ocurrió y no me sirven tus explicaciones. ¿Te ibas enamorando de la otra persona o era de mí de quien te desenamorabas?

Antes. Ya no encuentro complicidad en tus miradas. No la busco. Intento encontrarme en tus ojos que están llenos de preguntas, pero no de mí. Ya no.

¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué?,… no puedo abandonar ese pensamiento. Me canso de reconstruir hilos que aparecen desconexos sin razón aparente, algo que me haga entender y al fin, descansar. Vivo un duelo sin difunto.

Estoy aquí, en este despacho antes tan ajeno. Un desconocido que me mira y me escucha como si me comprendiera. No sé muy bien por qué; no sé muy bien para qué. Sólo soy capaz de describirme en mi estado actual, aquella otra persona vital y entusiasta que me cuentan que fui, no la recuerdo. No tengo fuerzas para dedicarle tiempo. Vivo en aquel único instante, retrocediendo al punto justo en que se produjo la división. Ésta que ves que te habla, que te escribe, este fantasma que transmite engañosamente vida, es sólo un disfraz.

Miro a todos esos muertos sepultados por el sitio que antes los acogía y siento ese mismo dolor quemarme las entrañas.

Probablemente hubo un momento en el que la ceniza no cubría el cielo, el que el viernes haría pompitas de ilusión de mi cabeza, en el nos podríamos imaginar sentados y desocupados cuidando de nietos, en el que nuestras mentes seguían su curso natural y fantaseaban con el devenir previsto. Probablemente. Antes.