martes, 29 de diciembre de 2009

La ilusión como remedio





Conozco pocas cosas tan terapéuticas como la ilusión. De hecho, cuido mucho que en la composición de lo que prescribo haya siempre una dosis suficiente de ella. En la investigación, a la ilusión se la denomina placebo. Placebo es un término más científico, pero muchísimo más gris y plomizo. Cuando descubrí que el cariño que me declaró Carmen en 5º de EGB era placebo me sentí bastante mal y tuve que recurrir durante un par de semanas al consuelo de las onzas de chocolate Elgorriaga, que tenían una composición empíricamente anti-depresiva. Juré, como Escarlata, poniendo a Diós por testigo, que no volvería a dejarme seducir por ningún placebo, pero a mí me duró poco la intención y entre desdecirme o volverme ateo, opté por lo segundo. Así, ya en sexto, en pleno endurecimiento emocional, le pregunté a Joaquina si sus intensiones eran ilusionantes o me estaba dando placebo. Ella me dijo: "No sé... pero tú no te hagas ilusiones" O sea, la frase ideal para que uno no pare de beber esperanza a todas horas del día y especialmente de la noche.

La ilusión, en sí misma, es de las emociones que más satisfacción me ha proporcionado, por lo que las pocas veces en que el traje imaginado no ha coincidido con la talla real, me lo he tomado como la calderilla que se ha de pagar por seguir disfrutando de todo lo que está ahí fuera esperando para sorprenderte.
Al salir de un largo coma, un famoso paciente comentó que lo que había influido definitivamente en el cambio fue una frase que recordaba vagamente: "El paciente tiene el corazón a galope de caballo". "Comprendí, de alguna e ilusionante manera, que lo mío tenía solución, que mi cuerpo estaba respondiendo". En realidad, en el argot, el médico estaba deshauciando al paciente.

Las esperanzas de que al fin se cumplan los planes, tantas veces postergados, la ilusión del "borrón y cuenta nueva", de cruzar ese río imaginario que corta el tiempo en periodos manejables y salir impoluto y dispuesto, de perder los kilos o de ganarlos, de cortar la relación o de empezar al fin la verdadera, de que las miradas cuajen en aquello que comentan a discreción, de gastar menos o gastarlo todo, de desprenderse de las llaves que te tienen preso, de despojar a la ansiedad de su retórica amenaza, de utilizar el hoyo de la depresión para tomar impulso, de fantasear sin cortapisas aunque sólo sea porque la fantasía aún no está sujeta a derechos de autor,... Oh, la ilusión.

Mi amiga, la que ejerce de contrapunto aguafiestas, dice que levito demasiado y eso no es bueno para un psicólogo, que no está bien separar los pies de la tierra, y probablemente para muchas cosas tenga razón, pero aunque levitar no garantiza la felicidad, todavía no conozco a nadie que por no perder el contacto con el suelo haya logrado evitar el porcentaje de sinsabores que razonablemente le esté dado recibir.

Las prescripciones, las metáforas, los dibujos indescifrables, los experimentos, las conversaciones, la escucha atenta, las técnicas, las terapias estandarizadas,... todas las intervenciones de todos estos años han estado bañadas siempre en esa misma fórmula magistral .

Mi respeto y admiración a todas las que siguen luchando por ser mejores personas y, A PESAR DE los dificultades y las trampas del camino, decidieron beber un poco de ese elixir y tirar para adelante en busca de lo que están a punto de construir.

¡¡Feliz y siempre ilusionante año 2010!!












martes, 15 de diciembre de 2009

La anguila escurriéndose entre mis dedos




Capítulo 1: Soñar, tal vez pensar.

En mi tierna infancia dividía el tiempo entre la contemplación y la ensoñación a partes iguales. Sentado en el escalón de mi casa miraba y fantaseaba por turnos pares. No sabía hasta qué punto aquel niño con pantalones cortos era una extensión del terreno que lo había abonado, ese que ha contemplado, sentado desde la costa, distintas invasiones y asentamientos mientras se dejaba seducir por el sempiterno horizonte sin bruma. Alguien llegó, pasó a nuestro lado, nos dejó la nariz gordezuela y los apellidos mezclados, luego otros echaron tierra encima hasta hacer olvidar cualquier vestigio de cultura anterior. Puede pasear sin temor a que un fenicio lo atraque en cualquier esquina.
Hace poco, sin duda alentados por tan prometedor pasado, llegaron otros y también nos invadieron. Nos echaron de la costa y de la marisma. Pusieron unas chimeneas que criaban humo en lugar de dátiles y empezaron a mear por delante y a cagar por detrás. Alguna vez se irán. No los echaremos. No echamos a nadie. Se irán cuando tengan que irse, sin más.

La historia, nuestra historia individual y colectiva. Yo miraba y soñaba, mientras Huelva, distante y gris, era invadida y la anguila se escurría entre mis dedos en la Punta del Sebo (una playita que teníamos en la ciudad antes de que la última invasión la convirtiera en vomitorio oficial y subvencionado).

Capítulo 2: Obediencia ciega

Un día, Alberto (Einstein) decidió comprarse un fondo de armario con trajes idénticos y de esa forma ahorrarse la pérdida de tiempo que supone la autocontemplación, la duda y la coquetería. Podríamos decir que fue un pre-maoísta.
En algún momento, de forma inconsciente, comencé a aplicar la útil estrategia de la obediencia ciega. Ahorra mucho tiempo. Si estoy en unos grandes almacenes y un monitor de televisión me dice que tengo que comprar un pela-ajos milagroso, lo compro y voy saltando de alegría hasta estampar el útil en el cajón olvidatodo de mi casa. Con el tiempo, el cajón se convertirá en la habitación olvidatodo y de seguir así, no es improbable que acabe durmiendo en la caseta del perro, guardando a mi casa milagrosa.
Obedecer ciegamente tiene muchos beneficios, como puede ver.

Capítulo 3: La queja como pegamento emocional

Mi repertorio de quejas siempre ha estado más relacionado con lo colectivo que con lo individual. Probablemente porque mi objetivo no era tanto ser aceptado por el otro (sujeto abstracto), como por la comuna, o porque para jugar al mus hacen falta más de dos.
Si usted está atascado por la historia previa, por las invasiones bárbaras o por la queja sistemática como pegamento emocional (mientras me queje, alguien tendrá la obligación de oírme, de estar), ¿quién soy yo, siervo de todas las irrupciones físicas y mentales en mi trémulo córtex pre-frontal, para pedirle que deje de sufrir y actúe?

jueves, 10 de diciembre de 2009

La avenida de la Astrología


¿Qué sería de nosotros, los que nos dedicamos a la Salud Mental, los que nos pisamos el suelo de la realidad de las cosas, sin los Astronautas o los Astrólogos?

¿Qué pensarán las células madres o padres, allá, cuando tengan el gozoso privilegio de acabar con todas las enfermedades degenerativas o incluso generativas?

Y cuando, detenido por fin el avance de la gran calva ozónica planetaria, las nuevas generaciones puedan disfrutar de un aire libre y puro y sintamos la satisfacción de decir: yes, we could.

Ahora, HOY, al fin una sociedad en la que por el mero hecho de nacer en ella podrás ser lo que quieras ser, hablar tres idiomas y conocer a astronautas o astrólogos, o viajar en transportes que vuelan, o incluso teletransportarte si necesitas llegar antes, donde se aprovecha el sol y el viento para encender bombillas y la mujer y el hombre pueden acceder por igual a cualquier puesto laboral y compartir las tareas tediosas del hogar y la cinemateca. Una sociedad en la que puedes encontrar un empleo sin que el anacrónico temor partidista a perder el poder cope cualquier puesto que sea susceptible de ser copado, aparte de los propios del terruño y de las labores de recolección hortofrutículas (todos ellos de libre disposición para la ciudadanía), donde los subsidios se dan para hacer personas libres e independientes y no para perpetuar el analfabetismo político y el miedo al cambio, donde el modelo productivo es el guía que canaliza los recursos sociales y económicos y no la cultura de lo inmediato y lo rentable.

Una Administración moderna y eficaz. Un servicio de salud impecable y envidiado por todo aquel que lo conoce y aún más por los que lo desconoce. Un sistema educativo dotado de pizarras virtuales y lapiceros láser, con un ordenador por niño y otro por niña, compartiendo y aprendiendo a ser ciudadanos y ciudadanas tecnomodernos y ecoresponsables.

No nos conformamos, nuestros hijos empujan y también quieren compartir nuestra gloria y nuestros sueldos.


Dice “El Roto”: “En los bolsillos vacíos nacen piedras”

jueves, 3 de diciembre de 2009

SI VEO A UN PINGÜINO, MAÑANA ME TOCARÁ LA LOTERÍA



- Si me encuentro con un pingüino, mañana me tocará la lotería.

Si pisa una caca de perro o de ser humano despistado, ¿compraría lotería?. Si sueña que le ocurre una desgracia, ¿la cuenta?, ¿lo contaría si, por el contrario, hubiera soñado que por fin Clooney le hace caso?

Un alto cargo de la administración local, recién regresado de un viaje a Turquía, dos días después de un accidente de avión en el que perdieron la vida muchas personas yendo a ese mismo destino, me comentó sentando cátedra:

- Está comprobado estadísticamente que después de un accidente es la mejor fecha para viajar.


Al preguntarle al paciente que va tocando todos los picaportes, de todas las puertas, de todas las calles por las que pasa (razón por la cual cada vez sale menos andando) me explica que “si no las toco algo malo me pasará a mí o a mi familia”

Una hija recrimina en la consulta a su padre por el razonamiento “absurdo” que realiza respecto a lo que le aqueja. Le pregunto entonces cuál es la causa por la que ella da dos vueltas todas las noches para asegurarse de que nada se queda encendido y me responde que es “para poder dormir tranquila”.

Una amiga mía hace frecuentes y profundos análisis psicológicos de personas que apenas conoce a partir de alguna frase, mirada o conducta que observa. Dice que tiene mucha intuición y mucho mundo y que esa es la mejor psicología. Una vez que se ha formado dicha imagen, los datos que van desmontándola los obvia con la misma facilidad con la que la construyó.

¿Por qué me late el corazón tan deprisa?
Respuesta 1: Me va a dar un infarto
Respuesta 2: Me he asustado
Respuesta 3: Algo bueno me va a pasar

El pensamiento mágico es un elemento muy frecuente en algunos trastornos, uno de ellos es del que hablaba en el post anterior: el TOC. La persona ritualiza con el fin del librarse de los pensamientos que la atormentan. Otro concepto frecuente en estos trastornos es el de Fusión Pensamiento-Acción. Los más llamativos son los relacionados con aspectos morales: La persona considera que si ha pensado en Mónica Belucci duchándose con él eso tiene la misma implicación que si hubiera sido real (no estaría mal), con lo cual, si es muy estricto en tal sentido, puede acabar con un silicio en el muslo.

Si le gusta coleccionar supersticiones o si está convencido de que pensar es lo mismo que hacer, al menos procure elegir alguna con gracia del tipo: cada vez que vea un pingüino en un ascensor compraré lotería ¡me haré millonario!.

Por cierto, ¿ya saben que este año el gordo acabará en 69?