viernes, 28 de agosto de 2009

La flecha vertical




Hay técnicas que te enganchan desde el principio. Ves el nombre y ya te transmiten algo. No es lo mismo decirle a un paciente:

- Le voy a dar un guión para que confronte sus pensamientos irracionales

Que, pongamos por caso:

- Verá qué rápido mejora con la técnica de la “flecha vertical”.

En ninguno de los dos casos sabrá muy bien, probablemente, a qué se refieren una u otra, pero seguro que se “ilusiona” más con la segunda. Una de las técnicas favoritas de Milton H. Erickson consistía, precisamente, en alargar un discurso retorcido y pseudocientífico hasta el punto en el que el paciente estuviera deseando escuchar algo entendible o coherente para “comprarlo”, porque ya que están en la consulta, “algo” tienen que llevarse, ¿no?.

Así que observo el rostro del paciente cuando le ofrezco este servicio y se asemeja bastante al mío cuando lo leí por primera vez en el libro de Burns. La flecha vertical. ¡Es un nombre tan cinematográfico!.

Tengo otras que son igualmente apetecibles: “La tarta”, “Empachera emocional”, “10x1”, “La técnica de la tortuga”, etc. Cualquier cosa antes que: “Respiración diafragmática”, “Reestructuración cognitiva”, “Compensación acetilcolinérgica”, … ¡Uf!. No son mejores o peores, pero cuesta más “venderlos”.

Veamos un ejemplo de uso de esta técnica:

Coloque aquí debajo un pensamiento negativo habitual, por ejemplo:

“Si hablo, cuando estoy con el grupo, pensarán que soy idiota”

De lo que se trata es de que trace una flecha hacia abajo y que se haga la siguiente pregunta, más o menos: “¿Y qué si lo piensan?”. Responda y vuelva a repetir el proceso una y otra vez hasta que yo lo avise. Ejemplo:

“Si piensan que soy idiota me darán de lado”

Es curioso cómo las personas están a veces tan preocupadas por evitar lo que temen que no se dan cuenta de que precisamente ese escenario es mucho peor que el que los tiene arrinconados en esas habitacioncillas mentales.

Esta técnica puede ayudar a descubrir los temores reales y hacerles frente, en lugar de centrar todos sus esfuerzos cognitivos y conductuales en que no llegue el “diluvio” anticipado.

- ¿Fuiste al psicólogo?
- Sí, sí, el lunes.
- ¿Y qué te dijo?
- Que practicara mucho con la “flecha vertical”

Mmmmm… Mejor la próxima vez le ofrezco un poco de “mindfullness”

miércoles, 19 de agosto de 2009

Lo que pasa dentro


Yo parezco seria pero no lo soy. Me río mucho por dentro porque no me gusta ir derrochando risas así como así. Ni entregarle carcajadas al primero que me lo pide. La mayoría de las cosas no son lo que parecen. Por ejemplo, mi madre suele decirle a mi padre:

- Puestos a barrer, creo que hoy voy a barrer la habitación con la vista. Mañana te toca a ti.

Así termina enseguida, pero la habitación sigue igual. Por eso sé que una cosa es lo que dice y otra lo que quiere decir. Aunque no entienda muy bien esto último. Para entenderlo tengo que preguntárselo y para saber si soy seria o no también tienes que preguntármelo. No te puedes fiar de las apariencias.



Hay cosas que pides y que no te lo pueden traer los Reyes Magos. Bueno, ni siquiera puede envolverse. Cuando tiro el vaso de agua le pido perdón a papi o a mami y ellos me lo dan enseguida. No me lo guardo, porque no sé muy bien qué puedo hacer con un perdón. Pero cuando les pido permiso les cuesta mucho más. Hace un mes que les pedí permiso para traer el perrito San Bernardo que quiere darme Marta, a la que su madre tampoco se lo da para tenerlo más tiempo en casa, pero ninguno de los dos me lo ha concedido.

Puedo ahorrar para unos patines, pero no puedo ahorrar para un permiso, porque mis padres dicen que no lo conseguiré “ni por todo el oro del mundo”, así que es inútil. Mi amiga Marta dice que a ella el permiso se lo dan si llora lo suficiente, pero como yo me río tanto por dentro, me cuesta mucho hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Manuel es el hermano de Marta y siempre está serio. Pero eso no quiere decir que sea serio. Yo le pregunté si se estaba riendo por dentro y él me dijo que no. Que él estaba serio por fuera y enfadado por dentro. Ves. Igual piensas que Manuel es serio y en realidad es un gruñón. Si no se lo preguntas es posible que no te enteres.

Ni cuando estoy escuchando música, ni cuando me estoy riendo para mí, me gusta que me molesten. Si me preguntan en ese momento qué hago, respondo: “Nada”, porque si lo explico la risa se me escapa. Cuando mi padre está muy, muy serio mi madre quiere saber por qué y entonces le pregunta, pero él responde lo mismo que yo: "Nada", y así los dos se quedan calladitos mucho tiempo, disfrutando de las cosas que tienen en la barriguita o en otro sitio del cuerpo. Yo la guardo en mi barriga. Si me troncho de risa por dentro tengo que sujetármela porque es como si toda la risa estuviera cabalgando sobre un caballo desbocado.

Cuando llevan un tiempo así, mi padre comienza a sujetarse la barriga y mi madre, en cambio, la cabeza.

Yo no le pregunto a Marta si trae bocadillos de mortadela en su mochila porque mi madre me ha dicho que tengo que esperar a que me lo diga, igual que ella hace con papá: esperar. Pero la madre de Marta no le tiene prohibido que me pregunte si me estoy riendo por dentro. Y ella lo hace a menudo. Y cuando le digo que sí, comienza a reírse a carcajadas, por dentro y por fuera, porque dice que tengo una risa interior muy contagiosa.

lunes, 17 de agosto de 2009

El principio activo (2)


Actualmente los fármacos de moda para tratar la depresión y algunos tipos de ansiedad son los ISSR (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina). Básicamente de lo que se trata es de que tenga más serotonina circulando por el cerebro bajo el supuesto de que el bajo estado de ánimo está relacionado con un descenso de tal neurotransmisor. Este es el principio activo de dichos fármacos. Bailar, tener fantasías agradables, proyectarse positivamente en el futuro,… también producen ese efecto en el cerebro.

- Pero el fármaco tiene un efecto más duradero – me comenta mi amiga hipocondríaca.

Yo entiendo que es al revés. La mayoría de estos fármacos comienzan a hacer efecto a partir de la segunda o tercera semana. Algo incomprensible, teniendo en cuenta que el principio en el que se basan comienza a funcionar desde el primer momento. Las conductas citadas provocan un efecto sertoninérgico inmediato. Lógicamente, para que tengan ese "efecto duradero" han de incluirse dentro de las rutinas diarias igual que cepillarse los dientes tras las comidas.
La risa y la sonrisa arrastran un reguero endorfínico de sensaciones placenteras. Para los psicólogos es bueno saber que la única diferencia entre una sonrisa forzada y una natural es de tipo cuantitativo. La fresca y natural son las ideales, claro, pero a una persona deprimida es difícil que le salgan espontáneamente. Luego, si receto 5 minutos ante el espejo con sonrisa forzada durante desayuno, almuerzo y cena, voy a conseguir más o menos el mismo efecto.


Cuando urge, para mejorar las relaciones interpersonales es mucho más potente el contacto físico agradable que varias sesiones de entrenamiento sobre técnicas de comunicación. Es algo filogenético.

El principio activo de buena parte de los trastornos de ansiedad está en la fase de psicoeducación. Hasta que el paciente no entienda que las respuestas que emite forman parte de su repertorio fisiológico natural y que no son síntomas de alguna terrible enfermedad subyacente o de su propia incapacidad para hacerlas desaparecer, no podrá “curarse”. Por eso, todas las técnicas que enseñan a manejar los síntomas sin más acarrearán recidivas en el futuro.

Buena parte de los trastornos del aprendizaje tienen su solución más cerca de un nuevo proceso de aprendizaje (fortalecer un nuevo engrama), que de la rehabilitación del proceso mal aprendido, que será tremendamente largo y tedioso.

Hay una técnica que prescribo desde hace mucho pero de la que no sé, con seguridad, cuál es su principio activo. Me llama la atención cómo algo tan simple funciona tan bien. Tengo teorías, pero no he encontrado estudios que sustenten a las mismas. Para recordar la siguiente cita entrego a mis pacientes una tarjeta con la hora y el día. Por la parte de atrás les pido, a veces, que lleven a cabo un pequeño registro, simplemente con rayitas, cada vez que ocurra tal cosa. Al cabo de dos semanas se ha producido una curva de Gauss y el hecho registrado (normalmente pensamientos disfuncionales) ha ido decreciendo paulatinamente.
Para manejar mi impaciencia con los demás, comencé a anotar las veces que decía la palabra “vamos”. Al cabo de dos semanas había pasado de 60 a 15.

En la película francesa “La crisis”, el personaje principal, inmerso en unos cambios que han trastocado su vida, va de casa en casa de amigos y conocidos buscando apoyo y soluciones. En una de ellas, un médico, lo recibe la mujer de éste. La consulta está completamente llena. “¡Qué éxito”, piensa nuestro protagonista. Sin embargo, la mujer está muy enfadada. “Mi marido se ha pasado a la homeopatía. Ahora se lleva cerca de una hora con cada paciente y cobra lo mismo… No puede ser… Le he dicho: Daniel, mira, si esto es tan bueno, pues lo aplicas en casa, con la familia, pero en la consulta vuelve a utilizar lo de siempre, por favor”.

miércoles, 12 de agosto de 2009

El zurrón del muerto



Miró al muerto. Tenía unos enormes y extrañados ojos azules abiertos. El soldado se los cerró sin expresar la menor emoción. Luego, con la misma indolencia, alcanzó el zurrón y miró en su interior. Algunas latas, una navaja suiza y ¡un par de libros!. Uno de ellos lo tengo ahora entre mis manos. Se trata de un tomo de las obras de Shakespeare, una preciosa edición inglesa forrada en piel. Le faltaban varias páginas de determinados sonetos y estaba lleno de anotaciones marginales que relacionaban los textos con otra persona. El soldado, entonces, comenzó a llorar.

Hace unos años, pocos días después de su muerte, un familiar me entregó varios libros suyos, entre los que se encontraba este y otros libros de poesía, fundamentalmente de simbolistas franceses. Recuerdo haberme puesto a hojearlos y llevarme la sorpresa de que allí donde yo había conocido hojas mutiladas o poemas recortados, se encontraban ahora, restituidos, los originales.

Una paciente, llamémosla Laura, lleva un tiempo intentando remontar una pérdida. Demasiado, desde un punto de vista psicológico. El duelo se ha prolongado como si más que un tránsito fuera un fin. Un día me llevé uno de aquellos libros rehechos a la consulta y se lo enseñé. Luego le conté la historia.

Aquellos poemas habían sido enviados por correo. Todos le fueron devueltos. Él no encontraba mejor forma de expresar lo que sentía. Unas largas y extensas cartas repletas de razones y argumentos no hubieran sido capaces de recoger las emociones como aquellos versos escritos a la sazón un siglo atrás para otro receptor anónimo.

El soldado enviaba hojas con poemas al amante. Por la misma vía, le llegaba la respuesta: el silencio, la renuncia, el olvido.
Cuando leía, traducía. Buscaba y encontraba. Para su desgracia, cada recuerdo, cada escena, cada sentimiento se le presentaba debajo de cada verso.

Laura ha creado un mundo alrededor de su dolor. Todo lo que ocurre, todo lo que los demás hacen o intentan hacer, encuentran un sentido dentro de su universo. La esperanza la retuerce de dolor y ella no quiere renunciar al dolor, mientras el dolor signifique recuerdo.

En aquella trinchera de fuego, el soldado creyó reconocer a otro amante despechado. Se vio a sí mismo. Un día, muchos años después, comenzó a restañar las heridas causadas a los libros. Para él ya era tarde, para ti, Laura no.

lunes, 10 de agosto de 2009

El principio activo (1)


Gobiernos de distintos países, entre ellos España, recomiendan desde hace tiempo a sus médicos que siempre que sea posible receten indicando el nombre del principio activo, en lugar del nombre comercial. Se intenta, con ello, disminuir el gasto público, puesto que existen medicamentos idénticos en cuanto a su composición, pero muy diferentes en cuanto a su precio.

También las técnicas utilizadas en psicoterapia tienen un principio activo. A veces, el principio activo lo trae ya incorporado el paciente:

- Me ha recomendado que venga fulanito. Dice que es usted el mejor tratando mi problema…

La persona desea fervientemente que ocurra algo y a poco que empujes en esa dirección, se produce el milagro. Es sorprendente lo que puede llegar a hacer el placebo, sobre todo si se cobra por él.

Luego está lo que podríamos denominar algo así como marketing de consultoría, o si es usted ericksoniano, podría valer hipnosis natural:

- ¡Esto que le estoy vendiendo (la técnica) es lo último que hemos descubierto sobre…! ¡Está dando unos resultados increíbles!…Hay que aplicarlo justo como le voy a decir… eso requiere un alto grado de implicación… no sé si usted…. (y así hasta que el paciente te dice: ‘¡¡Dígamelo ya, por favor, le compro lo que sea!!

A mí me interesa desde siempre saber por qué funciona tal o cuál técnica, qué correlatos fisiológicos, que sustrato neurológico, qué zona cerebral está implicada en el proceso,.. Cuanto más sé, de más formas puedo acceder a ello y en más envases puedo entregar el producto.

En algunas historias del Antiguo Testamento vemos a ciertas personajes hablando de tú a tú con Dios. Para poder conseguirlo utilizaban un par de trucos básicos (obviando a los posibles psicóticos que no necesitaban ni lo uno ni lo otro):
a. Creer firmemente en la existencia de Dios.
b. Ayunar durante el tiempo suficiente como para comenzar a tener alucinaciones.

O sea, si usted deja de alimentarse convenientemente es posible que antes de entrar en coma hable con su personaje favorito o que delire y confunda el tenedor con un pulpo. Quizá en esa situación, la glucosa no sea tan imprescindible para el cerebro como para otros órganos y músculos.
Piense en cómo distorsionan la realidad las chicas (y cada vez más chicos) anoréxicas. ¿Puede la estupenda reestructuración cognitiva hacer valer sus “metabolitos activos” cuando la persona que está al otro lado de la mesa no puede “razonar” adecuadamente?. No. Primero que se alimente y cuando veamos que el nivel de azuquita está en el nivel adecado podremos ponernos en contacto con el córtex de la chica.


En esta misma dirección, descubrimos que determinadas conductas (todas, en realidad) hacen que la distribución de recursos bio-químicos actúen de una u otra forma, en uno u otro lugar. Eso mismo puede aplicarse a los pensamientos.

Si tiene usted hijos podría hacer el simple ejercicio siguiente: Imagínese que alguno de ellos va a sufrir un accidente mortal. Cierre los ojos y concéntrese en esa posibilidad. Igual, el mero hecho de contemplar esa idea le hace sentirse mal. Cuando acuden a mi mente pensamientos de ese tipo, mi estómago empieza a bullir, el colon se retuerce sobre sí mismo y el pecho se contrae de forma poco amigable.

Nosotros tenemos a personas que hacen cosas similares, no como una prueba, sino como algo totalmente “real” para ellos, sintiéndose invadidos por dichos pensamientos durante todo el tiempo. Quieren saber cómo eliminarlos(cuando son conscientes de que se trata de eso), o bien cómo cambiar lo que sucede (cuando creen que la causa está en lo que ocurre fuera), o lo que sienten (cuando las sensaciones que experimentan se han convertido en un problema peor que los pensamientos que comenzaron originándolas).

Voy a contar varias historias breves para ilustrar este tema, pero para no hacer indigesta la entrada, lo dejaré para el siguiente post.

viernes, 7 de agosto de 2009

Autoconocimiento: la habitación interior


¡¡Viva el autoconocimiento!!. Perdón: ¡¡¡Viva la búsqueda del autoconocimiento!!!
Unos pueden ganarse la vida escribiendo sobre ello y otros recibiendo en las consultas a los “buscadores” fracasados.
Los otros días vi en una librería un libro cuyo subtítulo decía algo así: “El autoconocimiento como vocación”. ¡Qué tarea más divertida!. No se me ocurre nada mejor como meta vital.
“Yo, yo, yo, yo…. Y los demás”, era el título de una película italiana.

A los dieciocho estaba empeñado en montar una comuna.Después de un tiempo encontré a un amigo de un amigo que me remitió a un pueblo de la sierra en el que me presentaron a un hippy que vivía allí, en una casa con abalorios ibicencos, en el campo, sin agua y sin luz. Después de compartir té y otras yerbas, le pregunté por el motivo de su elección:

- ¿Te viniste para encontrarte a ti mismo?
- ¿Qué dices, tío?, me fui para sembrar tomates y luego comérmelos.

Medité sobre la respuesta y comprendí que el secreto de la felicidad estaba en tener una meta común para los comuneros, así que los siguientes dos años los pasé buscando compañeros para montar una granja de helicicultura (cría de caracoles). Ni en uno ni en otro empeño logré éxito alguno. Pero me lo pasé bien en el proceso.

Las redes sociales, el contacto físico, compartir,… son algunos de los elementos que han favorecido nuestra evolución como especie. No digo que no sea adecuado, incluso imprescindible, entender nuestro comportamiento para mejorar. La cuestión es quién se compra estos libros son personas ya lo suficientemente ensimismadas.

Mi amiga Lola empezó con libros de autoayuda y ahora se viste de rojo todos los martes por no sé que cosa de estar en equilibrio planetario.

Muchos de mis pacientes me pregunta por qué me comporto así (de mal)con los demás (o consigo mismos). Antes de llegar ya intentaron responderse remediarlo y como resultado final acabaron en la consulta.
Tengo un espejo doble en el cajón, de esos que se utilizan en los cuartos de baño y que por un lado aumentan la imagen del que se mira. Nadie ha superado la prueba del espejito mágico durante el minuto que se lo entrego para que analice su cara con detalle, que no termine dejándolo encima de la mesa horrorizados, cuando llevan no más de veinte segundos.

Al último paciente que me hizo la pregunta de marras le propuse un intercambio:

- Yo me comprometo a analizar por qué usted le contesta en ese tono a su esposa, le grita a sus hijos, trabaja hasta las diez y no disfruta viendo el futbol,.. a cambio de que usted me traiga una respuesta de por qué los coches no tienen el techo lleno de placas solares.

No sé si alguno de los dos hallará una respuesta, pero en ello estamos.

martes, 4 de agosto de 2009

El lado bueno para besar




Vistos desde fuera los problemas de los demás nos parecen todos solucionables, bien por la vía de la acción (“… descuelgas la puerta, le pones una arandela a la bisagra y la vuelves a colgar. Así ya no te volverá a rozar el suelo”), bien por comparación (“… cuando me dejó Pedro, eso sí que es pasarlo mal...”), también por desviación (“…por cierto, ¿te has enterado de lo de Juana?”) o si es preciso, por la complaciente palmadita en la espalda o cualquier otra señal de tipo paliativo (“… tranquilo,.. verás como dentro de un tiempo encuentras a otra persona y luego…”).

Cuando el repertorio de ayudas externas ha fracasado, a veces, en lugar de dejar que el tiempo se encargue del problema, las personas acuden a los psicólogos.


Para aquella pareja el psicólogo era el último paso previo a la separación: ni amigos, ni familiares, ni hijos, ni la vecina del tarot habían dado resultado. Detrás de mí, los abogados.
Título de la película: La guerra de los Rose.
El panorama era desalentador, aunque puestos a fracasar siempre consuela saber que no vas a estar solo en la nómina.

Los psicólogos además de a la historia, solemos prestar atención a los procesos, a la forma en que se enfrentan a los problemas que relatan y a cómo lo han ido haciendo todo este tiempo para llegar a estar sentados aquí delante con cara de estonohayquienloarregle. Es la suerte que tenemos. Los demás tienden a enredarse en las propias historias que ambos les van contando, historias sin solución ya. Matizan los argumentos de unos y otros, los desdramatizan, acuden a las obligaciones contraídas con los hijos cuando se acaban los argumentos,.. Ese tipo de cosas.

A veces, sencillamente, no hay nada que salvar. Es mejor recomenzar y tu tarea es simplemente lograr que al menos se centren en cómo terminar de la mejor manera posible.

Al cabo de los cinco minutos, aquella pareja estaba enzarzada en discusiones y reproches interminables.

- Un segundo, por favor, -les pedí para detener la sangría mutua- me gustaría recabar algunos datos más si no les importa. - Estimé que quien calla otorga, así que.. -¿Duermen en camas separadas o de matrimonio?
- De matrimonio – respondió ella.
- ¿Y en qué lado de la cama duerme usted, señora?
- En la derecha, bueno a su derecha, quiero decir.
- ¿Y usted es diestro o zurdo, señor?
- Diestro –contestó.
- …

A estas alturas, como es natural, ambos habían dejado de discutir y se limitaban a “rellenar” aquel extraño cuestionario como un trámite más.

- ¿Desde siempre han dormido así?
- Pues sí, desde el principio. Incluso cuando salíamos y dormíamos fuera, ¿verdad? –se atrevió a preguntar a su esposa en un tono desconocido por mí hasta entonces y olvidado por ella, imaginé, desde hacía mucho.
- Sí, ya ni siquiera preguntábamos. Cada uno cogía su lado – afirmó ella, en el mismo tono neutro.
- ¿Y en el cine también se sentaban así?

Todo seguía ese patrón: el cine , las conferencias, el sofá de los amigos, el sofá de su casa, la mesa del salón, el paseo por las calles,...

- Bien, para terminar una última pregunta. La nariz nos obliga a tomar partido por uno u otro lado a la hora de besar, ¿hacia dónde se inclinan ustedes para besarse?

Ambos giraron la cabeza en una dirección, pero hicieron un amago de acercamiento para asegurarse.

- Inclinamos la cabeza hacia la derecha- respondió ella, mientras su marido hacía un gesto afirmativo.
- ¡Vaya! – exclamé.
- ¿Ocurre algo? – preguntó él al ver mi reacción.
- Bueno, he observado que se han sentado exactamente así en la consulta y que mientras discutían se inclinaban en la misma dirección que cuando se besan. Hace falta mucho tiempo para poder llegar a ese grado de coordinación. Pero, por otra parte, va a ser difícil que comprueben si tienen alguna posibilidad como pareja sin antes probar si son capaces de adaptarse a los cambios. Yo soy partidario de que previamente a discutir sobre aspectos de la comunicación o de las relaciones diarias se modifique algo mucho más simple, yo lo llamo: el lado bueno para besar, pero en realidad comprende un poco de todo lo anterior. Sé que lo que les voy a pedir les va a resultar un poco raro, incluso difícil, no sé si podrán llevarlo a cabo después de tanto tiempo,…
- Bueno, para eso estamos aquí –dijo ella, cortando mi reflexión, para que fuera al grano de una vez.

De pronto, sin saber muy bien de qué iba la cosa, ambos se mostraban de acuerdo en centrarse en las posibles soluciones. A veces, con los Rose es difícil modificar los patrones tan disfuncionales que traen, se necesita que al menos algo les suene diferente a todo aquello de lo que se han estado defendiendo y que les ha servido, sobre todo para reafirmarse en su malestar. Tenemos entonces que romper ese círculo vicioso para poder empezar a cambiar algo.

He contado esta historia porque estos días me he vuelto a encontrar a aquella pareja a la que estuve viendo hace años y he repasado la carpeta con su historia.
Después de saludarnos ella me ha dicho sonriendo:

- Ahora sí que hemos descubierto el lado bueno para besar