miércoles, 15 de julio de 2009

Fresitas rojas


Hace unos meses llegó a la consulta (prácticamente arrastrado por su madre, pero llegó) un adolescente tardío.

-¿Te importaría que comentara lo de "tus fresas en mi blog"?
- Para nada, si alguien de la peña quiere venirse contigo... ya sabes.



Los padres de Rubén querían que hiciera algo para "cambiarlo", aunque fuera para trabajar en las fresas, que tiene buena imagen como labor curte-almas y endereza-pusilánimes, ahora que la mili, que al parecer cubría esas funciones, es un artefacto del pasado.

Lo llamativo es que Rubén, a su vez, quería llevarme a mí a sus "campos de fresitas".
Tuve que aclararle a unos y a otros que los psicólogos no estamos para llevar o ser llevados. Lástima que no pueda resistir la tentación. Vean las alternativas:

Opción a: convencer a Rubén, joven de 27 que vive a cuerpo gentil pagando como cuota entre tres o cuatro sermones a la semana, para que me acompañe a recoger fresas, ganando diversas contracturas y algunos sabañones, o bien

Opción b: dejarme convencer por Rubén para que lo acompañe a un campo suyo cubirto de fresitas rojas. En él nada es completamente real, pero es ahí donde reside precisamente su grandeza; nos lo podemos permitir todo.

Opción c: hacer terapia con Rubén, con los padres o con la familia al completo.


- El campito me lo montaron mis padres. Yo ahora me limito a compartirlo. ¿Tú te crees que es normal que primero me monten este "chiringuito" y ahora me digan que "me baje ya de la nube"? ¿Para qué voy a recoger fresas si ya tengo todas las que quiero? Es un laburo sin horario. Te sientas, cierras los ojos, un poco de ayudita por aquí.... y ya estás en el campito. Tumbado mirando al cielo, alargas la mano y pillas una fresita. Luego vuelves a cerrar los ojos para que no te distraigan de su sabor...

Infalible. Campos de fresas for ever.