viernes, 20 de marzo de 2009

La tierra de la maceta

Prácticamente nadie ha llegado a la consulta para cambiar sus creencias respecto a algo. Albert Ellis decía que él trabajaba con cambios más profundos, no respecto a la queja principal con la que llegaba el paciente, sino que lo enfrentaba a las demandas y exigencias irracionales que estaban debajo de su sufrimiento.

Mientras esperaba el ascensor al salir de la consulta, pensaba en estas cosas. Hice un auto-examen y me di cuenta de que tengo ciertos prejuicios que podría trabajar para poner a prueba cambios "profundos". Uno, básico, hace referencia a los taxistas. Decidido a poner en marcha el proceso ipso facto, me dirígí a la fila de taxis. El que la encabezaba tenía la ventana bajada y al llegar a su altura escucho su móvil, que lo tiene en la guantera. Se estaba riendo, así que pensé: "Estupendo".

- ¡Hola, ¿estás libre?
- Sí, entre.

Como primera medida intento ser más simpático de lo que suelo serlo en las primeras cincuenta citas:

- Eso que escuchas es lo del chiste ese de los gangosos, ¿no?
Se vuelve serio hacia el asiento trasero.
- No, es mi padre.
- Ah, perdón.

- ¿Adónde le llevo? - pregunta seco y circunspecto.
- A los bomberos, por la zona de los bomberos.
- ¿A los bomberos? ¿No llegaría antes andando?

Tengo una fé ciega en la psicología. Seguiré intentando modificar mi relación con los taxistas.

Muchas veces, la razón por la que vuelve una y otra vez a caer en los mismo problemas emocionales o en las relaciones con los demás, o con el trabajo, o los estudios, ... es esa especie de guión que tiene para enfrentarse a cada una de esas cosas. Las creencias son como las tierras de las macetas. He comprobado que cuando planto una maceta exclusivamente con un tipo de tierra, al cabo de cierto tiempo esa maceta enferma. (Es posible que la falta de riego debido a mis despistes tenga algo que ver también, pero no quiero fastidiar el trasfondo pedagógico de la metáfora). Las personas llegan pidiendo que dejen de salir esas malas hierbas que no las dejan vivir, pero resulta que si dan con Albert Ellis o similar, les va a decir:

- En realidad, lo que tiene que hacer es añadir otro tipo de tierra, cambiar la tierra, echar abono,.. en fin.. El problema está en la tierra de la maceta.
- Pero yo sólo quiero arrancar estas madreselvas.
- Volverán a crecer. Se lo aseguro.

¿Cómo sería su vida si creyera que para sentirse bien los demás tienen que dar su aprobación a lo que usted hace? ¿Terminaría sus tareas si pensara que el resultado final será un fiel reflejo de usted? ¿Estaría "sano física o mentalmente" si su modelo de salud pasara por el corolario: "si se tienen síntomas molestos significa que algo grave puede estar ocurriendo"? ¿Mejoraría alguna vez el repertorio de problemas de ansiedad definitivamente, si en el fondo de su alma se esconde el temor a que los demás noten lo que le está ocurriendo?.

Ellis, simplificaba reduciendo a tres las creencias de tipo irracional que irradiaban diversos malestares desde el fondo del tiesto:

“Debo ser increíblemente competente, o de lo contrario no valgo nada”.
“Los demás deben considerarme; o son absolutamente estúpidos”.
“El mundo siempre debe proveerme de felicidad, o me moriré”.

Revise la tierra, siembre tulipanes y cuídelos, olvide los malas hierbas y, por favor, dígame un guión adecuado para los taxistas.

martes, 10 de marzo de 2009

¿Quién soy?

¿Cómo se ve a sí mismo?. Si tuviera que describirse en una frase, ¿que diría?.
Elimine respuestas del tipo: “Soy buena persona”, esa ya la damos por sabida. Necesitamos saber algo más de usted, sea más descrptivo. ¿Qué frase pondrían sus amigos y conocidos?
¿Coincide la visión que tenemos de nosotros mismos con la forma en que nos ven los demás?. Posiblemente, poco.

Una herramienta básica para comprender esto es la “Ventana de Johari”. Se trata de un cuadro de doble entrada en el que en una parte aparezco “YO”, y en la otra “LOS DEMÁS”, cada una de ellas está, a su vez, dividida en “LO QUE CONOZCO” y “LO QUE NO CONOZCO” de mí, y “LO QUE CONOCEN” y “LO QUE NO CONOCEN” de mí.

Sería una cosa así:




Fruto de esta división aparecen cuatro posibilidades que se corresponden, simplificando, con lo que tanto yo como los demás sabemos sobre mí (yo abierto), lo que los demás saben sobre mí pero yo desconozco (yo ciego), lo que yo sé de mí, pero los demás desconocen (yo oculto) y lo que ni yo, ni los demás conocemos sobre mí (yo desconocido).

La utilicé mucho en formación ocupacional y la sigo utilizando bastante en la consulta. ¿Cuál es el tamaño de esa primera ventana?. Si es pequeño, seguramente los demás tendrán una visión muy superficial sobre nosotros. Si los demás son conscientes de un problema que usted presenta al que, sin embargo, usted parece completamente ajeno, estaremos hablando de su "Yo ciego".
De la cuarta ventana solemos ocuparnos los psicólogos. Por ejemplo, su silencio en las reuniones puede significar para los demás que es un arrogante, pero para usted, simplemente que no sabe qué decir. Cuando el psicólogo le pregunta por qué actúa así, usted puede responder que no lo sabe, que le gustaría participar más, pero no lo hace.

Otras opciones más del gusto del alcalde de Sevilla y de una amiga mía: la astrología. Un día –sé que era martes porque iba de rojo- esta amiga nos pasó a varios conocidos la carta astral. Posteriormente nos entregó el resultado: un tocho de folios que a mí me resultó impresionante puesto que parecía una versión ampliada de mi vida. Mientras leía observaba que entre los cientos de detalles recogidos, aparecía y desaparecía yo a ratos, como el Guadiana. Se lo comenté y ella me explicó que esas otras partes también eran Juan, simplemente eran un Juan desconocido para mí (o sea, que se movería entre las ventanas 3 y 4). El grupo de lectores de carta astral que estábamos reunidos nos mirábamos atónitos. ¡Cuánta sabiduría con tan pocos datos: fecha y hora de nacimiento! Luego nos intercambiamos los folios y ¡volvimos a tener la misma experiencia en cada una de las cartas astrales! Estábamos en todas y no estábamos en ninguna.
Me dirigía con prisa a la estación de autobuses un caluroso día de julio arrastrando una pesada maleta. De pronto vi que se acercaba un taxi entre la bruma de aquella calle desierta y casi lloro de alegría. Llevaba el letrero de “Libre”, así que me detuve y levanté la mano para detenerlo. El taxista hizo el mismo ademán, me saludó y siguió de largo, mientras yo observaba desesperado cómo desparecía en el horizonte. ¿Sería consciente de quién era en ese momento? Lástima que no hubiera trabajado más la ventana III.

lunes, 2 de marzo de 2009

Comprender la hiperactividad


¿Qué haría usted si lo llamaran desde el colegio para decirle que su hijo no se esfuerza lo suficiente, que es muy vago, que se pasa el día interrumpiendo,..? Una posibilidad es que lo castigue sin PSP hasta el verano del año 2025, otra es que decida ayudarlo a hacer los deberes. Es posible que con el paso del tiempo la relación con su hijo vaya deteriorándose precisamente por esto. Usted le explica las tareas para que las entienda, él las hace de mala gana, se eternizan, apenas queda tiempo para otra cosa. Las consecuencias para su hijo dependerán entonces mucho de su estado de ánimo: momentos de grandes frustraciones; grandes castigos precedidos de interminables amenazas; sentimientos de culpa; intentos por hacerle entrar en razón tomando un helado camino del campo de futbol.
De forma resumida, estos son los capítulos previos a la llegada a la consulta de un niño con TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). El hecho de que a veces el niño rinda adecuadamente ha llevado a pensar a maestros y padres que, simplemente, no quiere hacer nada, lo cual reduce el problema a una cuestión de voluntad. El resultado, con todos empujando en la dirección equivocada, es un niño que empezó siendo TDAH y avanza decidido hacia un cuadro de negativismo que va a complicar aún más la situación.


Lo primero que hacemos en consulta, pues, una vez establecido el diagnóstico, es intentar que los padres se hagan unos expertos en TDAH. Mi interés no se centra tanto en que lean todo lo habido y por haber, que no viene mal, como en que comprendan cómo se vive desde dentro la hiperactividad. Con las nuevas tecnologías esto cada vez resulta más fácil. Podemos, por ejemplo, grabar cómo realiza la tarea el niño en el ordenador, viendo así cómo resuelve las tareas y qué tipo de tareas, presentadas de qué manera, permiten un resultado diferente, o también con cámaras subjetivas, cómo ve la clase el niño, etc.

Puesto que en buena parte de los casos uno de los padres es también hiperactivo, les resulta más fácil conectar con esta idea.

Es muy probable, que si no se da este paso previo, el entorno siga mostrando cierta suspicacia en torno al comportamiento del niño, sin tener claro qué forma parte del déficit de atención, por ejemplo, y qué no. Permite, además, trabajar de una manera productiva, y al niño mejorar su rendimiento, siendo consciente de cómo lo hace.


Esto es lo ideal, pero a veces llegan tan frustrados y decididos al abandono, que tenemos que dedicar bastante tiempo a convencerlos de que hay que retomar el camino, colocarlos en una situación de éxito, aunque sea en otras facetas de su vida, para reconstruir la confianza en sí mismo.

Por la repercusión que tiene para ellos y también para los padres y las clases en las que se encuentran, se hace imprescindible comprender por qué este niño no rinde. El resto, siendo difícil, es una tarea más constructiva y reconfortante.