lunes, 16 de febrero de 2009

Cruzar la barrera




Me encantan la terapia sistémica y sus terapeutas, básicamente porque no llevan power point a sus cursos y talleres y también porque, cuando necesito un reconstituyente como psicólogo, recurro a sus libros.

Los otros días me encontraba algo ofuscado con un caso. Volvía a casa por la noche dándole vueltas y veía que había algún conflicto en la comunicación que no me permitía establecer una dirección satisfactoria por los cauces habituales. Una vez en casa, al acostarme cogí un libro de Minuchin con el propósito de hallar cierta luz.
En la introducción al capítulo “Intensidad”, encontré la siguiente historia:

“Un granjero tenía un asno que al parecer hacía cuanto le pedían. Le ordenaban detenerse y se detenía. Le ordenaban que comiera y comía. Un día lo vendió. Y el mismo día el comprador vino a quejarse: “No me obedece. Ni se sienta, ni come, ni se detiene, ni nada de lo que le mando. Para mí no hace nada”. El granjero toma un látigo y azota al asno. “Obedece –explicó-, pero primero es preciso llamarle la atención”.

Según Minuchin, las familias tienen una frecuencia selectiva hacia lo que quieren o no escuchar y nuestra tarea es hacer que el mensaje que queremos transmitirle traspase dicha barrera, “llamarle la atención” para poder insertar la prescripción.
Había repasado todo lo subrayado en el libro, y a estas alturas de la noche estaba completamente desvelado por los dichosos sistémicos, así que decidí pasarme a la hipnosis ericksoniana, (otro suministrador mental que tengo) no tanto con afán de que me ayudara a clarificar el caso, como para que su lectura me indujera un trance reparador.

De Erickson y su hipnosis “natural” había aprendido a utilizar diferentes medios para transmitir el mismo mensaje. Los pacientes –y los no-pacientes- tenemos sobrevalorada nuestra capacidad de raciocinio y la esgrimimos con generosidad ante cualquier intento ajeno por modificarla. De forma que Erickson pasaba poco tiempo racionalizando sus peticiones, más bien las envolvía en historias, metáforas, largas peroratas durante las cuales el paciente seguramente desconectaba, bajaba la guardia y terminaba aferrado a algo que le sonara racional y concreto: esa era la prescripción, todo lo demás era adorno floral, preparativos.

La visión de los casos de Erickson a través de Haley tampoco me ayudaron ni con el caso ni con el desvelo, así que me dediqué a reflexionar sobre las herramientas que utilizo para cruzar ese hematoencéfalo comunicativo. Concluí que en buena medida eran básicamente las mismo, sólo que yo las acompaño de dibujos. Cuando uno está bloqueado emocionalmente, es mucho más fácil recordar un dibujo que el flujo de conversación interna y externa que se tiene en esos momentos.



Al segundo o tercer garabato mental me dormí. No lo atribuyo al cansancio, es obra del poder terapéutico del dibujo.







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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estuve hace unos años en un curso con la hija de Erickson. Al principio hacía hipnosis tradicional, pero como comentas en tu post, uno termina asumiendo que casi todo lo que haces en la consulta es hipnosis, y si eres consciente de ello canalizas mejor las técnicas que utilizas.
Interesante blog. Un saludo.
Raúl.

Walden dijo...

Completamente de acuerdo contigo, Raúl.