viernes, 23 de enero de 2009

Todo está en los griegos; lo demás, lo tienen los argentinos


Creo que en lugar de decirse: “Todo está en los libros”, debería concretarse y puntualizar que, en realidad: “Todo está en los griegos”. No hay día en la consulta que no cite intencionada o inconscientemente a un autor griego. Un sector de mi profesión prefiere más la cultura y la mística oriental. A lo mejor tiene algo que ver con la cantidad de pelo que tengas. Si tienes melena o eres completamente calvo, seguro que te va la túnica naranja y las velitas perfumadas en el baño. Pero claro, yo tengo entradas y tonsura idénticas a las de Sófocles (pero en delgado). No tengo elección.



Si a usted su terapeuta le dice que lo que le ocurre se debe a que le está dando vueltas a lo que sucedió y que si estuviera haciendo un sudoku o hablando de la crisis del Real Madrid, el sufrimiento sería considerablemente menor. O que usted mismo se condena con lo que se exige,… o cosas similares. Está delante de un pro-heleno. Pero si en lugar de en una consulta tiene la sensación de estar en la salita de su casa, su terapeuta se sienta cerca, le devuelve los razonamientos que usted le expone para que los encuentre en su barriga y los dirija adecuadamente,… intenta que sienta más y se enrolle menos,… usted se encuentra al lado de la versión restaurada de un hippy.

Los primeros parecen enfadados permanentemente. Enfatizan tanto todo que seguramente necesitan darse una megadosis de caramelitos mentolados entre uno y otro paciente. A los segundos da gusto escucharlos. Casi podría pagarse exclusivamente por eso. Si encima es argentino entonces ya…

Cuando me llega alguien a la consulta diciéndome cosas como: “He sacado las espinas. Antes era una rosa, pero ahora me he dado cuenta de que las rosas tienen espinas…”. Es muy diferente a cuando escucho: “Ahora soy mucho más asertiva”. Puedo adivinar –de hecho lo pregunto para confirmarlo- la cantidad y la distribución del pelo del terapeuta que la ha asistido.

Yo tuve la suerte de encontrarme con Aristófanes, que es como el Woody Allen de los clásicos, así que di un rodeo, y aunque no puedo vivir todavía sin mis pastillitas de mentol, tengo una amiga gestáltica que me está instruyendo para limar mis carencias. Ahora sólo falta que se invente algo para restaurar la tonsura.

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