martes, 25 de noviembre de 2008

Esperando a Godot en el Messenger



Los otros días, en uno de esos huecos de la consulta entré en el MSN. Desde que abrí la cuenta hace unos años prácticamente no había vuelto a usarla más que para entrar en Hotmail y ver el correo. Ahora, por cuestiones que no vienen al caso, entro de vez en cuando. Sólo tengo tres o cuatro contactos y casi nunca están cuando yo entro. Sin embargo hay una amiga y colega que sí se encuentra habitualmente, aunque tenga puesto un simbolito del tipo “estoy, pero no estoy”. Las pocas veces que hablamos lo hacemos sobre la vida colegial (del colegio de psicología). Esta vez la cosa fue por otros derroteros. Le pregunté: “¿Por qué crees tú que una persona –no adolescente- está siempre conectada al msn?”. “No lo sé. Seguramente porque no tiene otra cosa mejor que hacer”, me respondió con una sencillez aplastante. Como ese final tan lúcido no me atrajo lo suficiente le planteé este otro: “Igual es que están esperando a Godot”.


Me parece que Beckett es uno de los autores con un sentido del humor más negro, sin pasar por el sarcasmo o la ironía, del que hubiera hecho gala si hubiera sido inglés en lugar de irlandés, probablemente. Estaría más identificado con él si no fuera porque le gustaba tanto Joyce, del que me distancia la manía que siento por su Ulises y su horrible relación con Virginia Woolf, a la que yo admiro tanto. (Perdonen por la digresión, es que estoy en medio de otro de esos huecos intra-mundos que me proporcionan la ausencia de pacientes).

Hace unos días, entrenando con un paciente aislado del mundo cómo conectarse a la sociedad, para poner en práctica lo pactado entramos en un chat. Estábamos en una sala cualquiera y comprobé que la mayoría de los usuarios se encontraban en una columna a la izquierda sin participar para nada (bueno, viendo la participación del resto tampoco tengo claro que no fuera lo mejor). El paciente me preguntó: “¿Y yo qué hago? ¿Participo o espero?”. ¿Esperar?, pensé, ¿esperar a qué o a quién?.
La cultura oriental se precia de no esperar. Si usted ha hecho un curso de budismo por CEAC ahora mismo estará leyendo sin esperar nada (se lo agradezco). Si se sientan en un banco de la plaza, tomarán el sol y sentirán la brisa sobre sus ojos cerrados. Los occidentales esperamos. Nos movemos en el mundo de lo implícito. Ana esperaba que su marido la entendiera a través de su silencio. Pedro esperaba que su hijo aprendiera a comportarse en público conforme los años fueran pesándole en las piernas. Los de la columna izquierda están todos esperando. Hicimos clic sobre algunos de esos nicks sumergidos en los matojos de la sala. Le preguntamos: “¿Estás esperando algo?”. Silencio.

Los dos protagonistas de la obra citada están esperando a un tal Godot. No tenemos ni idea de quién es el tal Godot ni de por qué tienen que esperarlo. Los espectadores o lectores esperamos que la trama se desarrolle. También esperamos. Encontrar una explicación. Todo transcurre, sin embargo, de una manera rutinaria y hasta tediosa y aburrida. No obstante, tanto los protagonistas como nosotros seguimos en el mismo sitio y con la misma pasiva actitud.

“¿Qué hago con mi depresión?”, me pregunta. “Bailar batuka, por supuesto”, respondo. Quien baila no espera, actúa.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Las dos tragedias de la vida




Ayer estuve viendo una película colombiana en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Durante la proyección me pasaba lo contrario que en la consulta, veía a pacientes igual que en el despacho veo películas. Recordé una frase famosa de G.B. Shaw:




" There are two tragedies in life. One is not to get your heart's desire. The other is to get it."




Los personajes de la película buscaban un paraiso imaginario, ella llegar a Nueva York, él llegar a ella. Ambos pasan por las dos tragedias, la del deseo anhelado y la del deseo conseguido.




He conocido a muchos pacientes durante estos años pasar por esas dos habitaciones contiguas. Un sufrimiento inicial por un amor no correspondido, por no aprobar las oposiciones, por obtener un puesto, porque no cambie de sitio el bar de la esquina,... y otro posterior, más duradero habitualmente, por haber descubierto cómo era en realidad el paraíso.

Adoro el título de un libro de poemas de un escritor onubense: "Nunca fuimos lo pensado". Creo que es lo que más me gusta del libro con diferencia.

Nunca cojo la ilusión o la desilusión para llevarlas dándole collejas hasta enderezarlas y meterlas en su depósito homeostático familiarmente aceptado. Prefiero verlas retozar por los campos de amapolas, margaritas y cardos con espinas. Siempre, claro está, que la Heidi de turno sepa que está en las montañas y que ha de cuidarse del precipicio.

Conozco a una persona que me dijo una vez cuál era su plan, ahora que había pasado por ese pedregal florido, y finalmente he visto con alegre asombro que cada una de sus intenciones se ha ido cumpliendo. Cuando pienso en ello me reafirmo en lo valiosas que son esas experiencias. La bofetada tipo Gilda te devuelve a la realidad y si reflexionas adecuadamente ves que ahora eres capaz de discernir lo que sí y lo que no quieres que forme parte de tu vida, de tus proyectos,..

Me gusta el final de la película. No lo destriparé. También me gusta encontrarme a antiguos pacientes que me cuentan con distancia su tránsito inter-paraísos.

Veremos qué pacientes me esperan esta tarde en la sala.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿Qué significa este sueño?


Hace mucho tiempo, que no tenía, o recordaba tener, sueños recurrentes. He vuelto a las andadas. De nuevo aprovecho las ventajas nocturnas para pasearme volando sobre la ciudad y sobre los campos, apenas apreciando a los seres humanos y a sus vehículos moverse diminutos a lo lejos.
Encima, estoy a punto de cambiar de gafas que siempre ha sido presagio de alteraciones en mi vida. Uf. Usted dirá, eso tiene tanta relación como: "si llueve me tocará el gordo de Navidad". Sí, es cierto, vaya psicólogo.



Por capítulos anteriores de la serie, usted ya sabe que ni soy psicoanalista, ni me gusta el chill out, ni los callos en salsa y menos aún el cilantro inundando cualquier plato con su intenso e incapacitante aroma. Por lo tanto, cuando me despierto en medio de una fase r.e.m. y recuerdo vaga o nítidamente lo soñado, hago poco esfuerzo por descifrarlo. Tampoco hago demasiada fuerza por desmantelarme esos ramalazos de pensamiento mágico. En realidad soy bastante racional, por lo menos hasta donde me lo permite mi estómago.

Pero claro, cuando estoy a punto de cambiar de gafas y encima sueño reiteradamente con que estoy volando por encima de las nubes...

Ya tenía desterrada de la consulta la interpretación de los sueños. Como ya dije, le había buscado un hueco en las cenas con los amigos y en las copas con los enemigos. Pero hace unos años, algunos psicólogos de corte cognitivo-conductual se plantearon recuperar los sueños que traían los pacientes -que seguían con su constumbre de ver series americanas llenas de divanes-, pero dándoles un contenido más cercano a su propia orientación terapéutica. Me gustó la idea. Al fin y al cabo, los sueños son historias que trae el paciente y yo me dedico básicamente a eso, a intercambiar historias, a reconstruirlas, a mirarlas desde otra perspectiva,.. En este sentido, cada sueño sería idiosincrático. Soñamos cosas comunes porque vivimos en espacios comunes, con similares respuestas emocionales ante parecidos estímulos.

Podemos convertir en una historia tanto un pensamiento-nube como un sueño.

Una paciente me decía hace poco: "Sueño con que a X le pasa algo grave". Analizando lo que me contó luego, llegué a una interpretación curiosa, por cuanto la he utilizado muchas veces entre copas: le gustaría tener algunas de las cosas de la otra persona, bien de tipo material, bien determinadas habilidades, bien algo relacionado con su entorno,.. Ella mantenía una buena relación con X. A mí no me seducía esta vía, de forma que probamos con una construcción de su sueño que le permitiera canalizar sus propios esfuerzos acerca del motivo principal de la consulta y lo dejamos ahí. Si hubiera sido una amiga mía le habría soltado todo lo anterior y ahora estaría observando qué de la otra persona es lo que más envidia ¡y finalmente lo descubriría!.

De todas formas si tiene sueños de este tipo y no viene a mi consulta también puede quedarse con esa interpretación.

Walden me habría dicho, respecto a mi sueño, que estudiara por qué quiero quitarme de en medio y volar tan lejos de las personas. Menos mal que yo no tomo en serio a Walden.

lunes, 17 de noviembre de 2008

DESAJUSTES EMOCIONALES



Hablar de desajustes emocionales parece implicar que donde ahora hay un roto, antes hubo un descosido, pero antes aún, el traje estaba impoluto. Me refiero pues a cuando un paciente es capaz de identificar un antes y un después. Un momento en el que se recordaba “ajustado”, y un momento posterior a un suceso tras el cual se produce el “desajuste”. Dejaremos para otro día a ese grupo de pacientes que siempre se recuerdan así, variando más la intensidad que la presencia o ausencia de alteración emocional.

Como habrá podido comprobar, una de las cosas que más apreciamos los seres humanos es la seguridad, en el sentido de predictibilidad. Si usted va a un Congreso, el segundo día tenderá a sentarse en el mismo asiento que el primero.
Un paciente me decía hace algunos meses: “Yo ya tenía mi vida encarrilada, pensaba dejar los trabajos extras, tenía la casa de mis sueños,… de pronto mi esposa me dice que me deja, que ya no sigue enamorada…Ahora estoy perdido”.

En la película “Vivir”, de Akiro Kurosawa, un funcionario que trabaja al frente del departamento de Atención al ciudadano, recibe la noticia de que va a morir en poco tiempo. Todo el trabajo burocrático y rutinario que venía realizando toma ahora su verdadera dimensión de vacío y , Watanabe, nuestro anti-héroe, intenta entonces encontrar algo que dé sentido a sus últimos días.

Una niña intelectualmente brillante, “de notable a sobresaliente en primaria”, comienza a suspender en su primer año en el instituto. El resto de compañeras del colegio habían elegido otro y ella optó por éste, animada por su familia, a pesar de que nadie de las que durante los años anteriores habían sido compañeras de clases y juegos, la siguiera.

Una mujer se ve envuelta en un accidente de coches en cadena en el puente. No sale con lesiones, pero desde entonces no es capaz de volver a conducir.

Lo que más desestabiliza a todas estas personas es el cambio. El cambio, que es el modus vivendi en la infancia, se transforma en una amenaza a la estabilidad en la edad adulta. Ahora tienes que destinar de nuevo energías que tenías reservadas para otros fines a esta nueva tarea de adaptación. Es un proceso arduo que no siempre se resuelve satisfactoriamente. En parte porque seguimos utilizando las mismas estrategias para situaciones diferentes y aquí no nos valen. A pesar de la evidencia inicial, podemos volver a insistir una y otra vez. Es lo que algunos psicólogos llaman “cambio 1”, o “más de lo mismo”, en los que lo que varía es la intensidad, no la cualidad de la solución intentada.

Cuando llegan a la consulta generalmente la alteración ya es mayor de edad y ha ido derramándose tanto a nivel social como somático. Se modifican los patrones de sueño, de alimentación, el ritmo de vida, a qué se dedican los tiempos de ocio,..
En el primer ejemplo, lo que más notaba la persona separada eran los accesos de ira, la niña del instituto lloraba amargamente por las esquinas y apenas comía, la conductora no dormía cada vez que sabía que tenía que volver a coger el coche,…

Habitualmente, estas personas tienen recursos para afrontar los cambios –excepto el pobre Watanabe, claro está-, pero la intensidad emocional les hace utilizar los más inadecuados.
Cuando usted está delante de una persona que se encuentra muy alterada, los intentos de razonamiento suelen ser poco útiles. Seguimos siendo así de primitivos. Cuando su bebé lloraba amargamente, lo que le calmaba no era la historia de su papito recogiendo garbancitos, sino el tono suave y melodioso con que se lo contaba, unido a ese meneito agradable. Si ve venir una estampida de elefantes directamente a su casa, no se ponga delante intentando convencerlos de que a la selva se va por la Avenida de los Astronautas y no por su salón.

Si es usted la persona que sufre esta montaña rusa, tómese el esfuerzo de anotar qué hace con ello, más que en divagar sobre el hecho en sí. Escriba, escriba. Si es capaz de escribir ya ha dado un paso hacia el control.
Ya, de paso, escriba algo en el blog.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Examen de psicología






Voy a imaginar que usted es un o una colega, un estudiante de psicología o bien que lee asiduamente libros de autoayuda o todas las revistas que empiecen por psi, o que lleva dos años de terapia como paciente, o que está casado con una psicóloga, o que ve la serie "In Treatment" o que siguió de cerca las intervenciones de Fermín/Fernando en "Los Serrano", o que se ha leído varias veces todos los posts de este blog,... Bien. Necesito su ayuda. Ha llegado un paciente a la consulta y después del protocolario saludo me dice lo siguiente:

Paciente: Estoy fatal.

"Caramba -pensará-, menos mal que soy un experto". Entonces ya sabrá que los psicólogos nos ponemos nerviosos con los términos abstractos y que tenemos una herramienta tipo "todo en uno" para salir del paso. No obstante, puede decir:

Usted: ...fatal.

Aunque no sea psicoanalista, si no sabe qué hacer acuda sin rubor a esta técnica. Repita lo que le ha dicho la persona.

Paciente: Sí, fatal. No duermo, me llevo todo el día alterado, nervioso,.. -habrá comprobado cómo por arte de magia su paciente da unas muy útiles explicaciones adicionales.

Sigamos. Encuentre las palabras que no le ayudan a usted nada. En este caso: fatal, alterado, nervioso. Dicen mucho para la persona que le va a pagar, pero usted no sabe si está dando vueltas constantes en círculo, si se muerde compulsivamente las uñas o si está incubando una E. coli en el duodeno. Quédese entonces con el síntoma que aparezca en mayor número de ítems en los cuestionarios que conoce.
Usted: No duerme -si no encuentra solución, insista en la técnica anterior, hay que amortizar el año que nos obligaron a leer textos freudianos.

Paciente: No. Me acuesto y no logro conciliar el sueño y si acaso me duermo, me despierto en seguida y vuelta a empezar.

¡Ea, ya tiene algo! Si usted es aficionado a "mentesana", "salud natural",o cosas así, probablemente también estará enganchado, o lo ha estado, a House. Ya sabe, entonces, que a un síntoma tiene que unirle otros para que actúen como una coral y entonces le suenen a usted.

Usted: ¿Y de apetito que tal?

Primer fallo, está en cuarto de carrera y es natural que tenga prisa por reunir datos, porque manejarse en la ambigüedad y la indefinición lo ponen a usted más nervioso que a su paciente.

Paciente: Como sin parar.

Ha tenido suerte, no crea que fue un acierto. Ha sido casualidad. No se puntúe este ítem.

Usted: Y... ¿qué otras cosas nota?

Lamento decirle que para llevar dos años de terapia se maneja bastante mal. Ya debería tener en mente la navaja suiza. La todo en uno. Intente contextualizar los síntomas, en caso contrario estarían desnuditos, podría dar un diagnóstico y sin embargo no saber nada acerca de la persona que tiene enfrente.

Paciente: Esto, aquello, y por cierto, también lo otro. ¿Tienen relación?

Uf, ya tiene todo el paquete de síntomas, Housito, ¿y ahora qué? ¿y la pizarrita? ¿y la rubia sabihonda?.

Usted: Bien, ¿y desde cuándo le ocurre?

Menos mal, ya veo que va enderezando, se nota que lee este blog.

Paciente: Desde...

Usted: ¿Y qué ha intentado hacer para manejar...?

Oh, me rindo a su eficacia. Lo dejo solo ya. Sin duda tiene la orientación terapéutica adecuada. Procure no imitar a Gabriel Byrne, por lo demás, va bien encaminado. Enhorabuena.


Por cierto, si quiere conocer la nota no olvide leer el post sobre el jamón ibérico.




sábado, 8 de noviembre de 2008

Ladrones de nubes



Estás tumbado sobre el césped. Miras el cielo. Las nubes se desplazan pausadamente, permitiéndote detenerte en sus formas, en su volumen,... A veces la atención se dirge a la humedad de la yerba sobre la espalda, al zumbido lejano de algún insecto, a voces,… Vuelves a las nubes, no importa que ya no sea la misma a la que hasta hace unos segundos intentabas encontrar semejanzas. Y así pasa el tiempo, no esperas que pase más o menos rápido. Simplemente no importa. No quieres detenerlo porque no estás pendiente de su existencia.

Los pensamientos, como las nubes, son etéreos y transitorios. Muchos pacientes llegan a la consulta con nubes debajo del brazo. Ese algodón amorfo que volaba libremente junto a bandadas de patos en V, está ahora aquí, en nuestra mesa de disección, preguntándose, probablemente, por la causa de su secuestro, ella, que está hecha exactamente de la misma materia insustancial que sus compañeras de excursión, por alguna causa que desconoce ha sido raptada y encerrada, girando desde entonces en esta nueva espiral sin fin.

Yo les pregunto: “¿Y qué diferencia hay entre la nube: nadie me quiere y la nube: todo el mundo me quiere?”, ¿acaso no están hechos de la misma materia? ¿qué hace que de pronto, esa nube parezca detenida, amenazante, y que donde antes había vapor evaporándose en capas sucesivas, esté ahora esa especie de nimbo tangible?.

Cuando House dice que todos los pacientes mienten, en realidad quiere decir que todos los pacientes –y todos nosotros- se mienten. Se engañan inconscientemente. No todos, obviamente, pero sí los ladrones de nubes.

El proceso es más kafkiano que poético. Tras el secuestro la interroga sin piedad, luego la escucha y pone la misma cara que yo cuando intentan relajarme a traición con chill out, convencido de que dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Vuelvo a colocarla en su sitio, confundida como una más, allá en el celaje, le paso el brazo por el hombro al paciente y le pido que soplemos juntos y en la misma dirección.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Las propiedades terapéuticas del jamón ibérico


A veces me encuentro con un rato libre en la consulta, aproximadamente una hora, entre uno y otro paciente. Alguien ha anulado la cita y ha dejado esa isla en medio para que disfrute de unas mini-vacaciones. Se me abre entonces un abanico de posibilidades: ¿bajo a tomar un café o a pasear un rato?, ¿repaso algo pendiente?, ¿ordeno la pila de libros de la derecha?, ¿practico malabarismo?,… Ayer, en tal coyuntura, me puse a observar los libros y comprobé con cierta sorpresa que cerca de la mitad me lo habían regalado pacientes. No eran libros comprados al azar, todos sin excepción se corresponden con algo que me gusta especialmente: Woody Allen, filosofía, la felicidad, sudokus,..





Por un momento –un momento algo paranoico, si quieren- pensé que en realidad estaba siendo sometido a terapia por un montón de personas que se turnaban semanalmente para despistar. La investigación estaría sufragada por ayudas del CIS y con esos fondos pagarían la mentira en forma de estipendio laboral. Algo como “El show de Truman”, más o menos.

En la vida real suelo dar poca información sobre mí, así que esto es pura terapia. No sé si se curarán, pero la mayoría sabe que me gusta cocinar y charlar sobre cine. En un intento por crear ese universo común en el que movernos, del que otras veces he hablado, empiezo a poner cartas tipo Tarot sobre la mesa, e implícitamente le pido a la persona que elija. Toda la verdad y toda la terapia están en cada una, clonadas, a pesar de su aparente independencia. Se elija la que se elija, el final será siempre el mismo: nos comunicaremos.

También me gusta la fotografía. Cuando hago fotos de paisajes busco siempre seres humanos que me sirvan de contrapunto. Es la medida universal. Aquella montaña sin Manuel, el pastor, tiene una dimensión completamente diferente. Lo que me cuenta el paciente, sin contextualizar, puede ser algo inexplicable. De hecho, la forma en que lo extrae de la realidad se convierte en sí mismo en un problema. Muchos pacientes hablan de lo que les pasa y tienes la sensación de que son ajenos a cualquier hecho o dato que tergiverse o anule tal reflexión, les hace falta el contrapunto, la referencia.

Bien, creamos el espacio adecuado. “Yo una vez….”, “Pues a mí….”, como dos viejos conocidos que se encuentran como vecinos en los asientos inescapables del autobús. Vamos intercambiando cromos y ahora traemos al ser humano a este paisaje y entonces… comienza la terapia.

Ayer terminé luchando contra el sudoku nº 54, en el que llevo una semana sin colocar un número. Volví a mirar la columna humeante de libros y pensé: “Igual he hablado poco de las propiedades terapéuticas del jamón ibérico”.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Los versos más tristes

El insomnio es un fugitivo. Un ejército de capsulitas bicolores trata de someterlo al injusto dominio del sueño y él huye a través de los ojos entrecerrados del insomne.

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche...".

El amor, el desamor, el estrés, el repaso de lo que fue y de lo que pudo ser, la anticipación negativa, el texto hasta entonces esquivo, la más profunda, inútil y silenciosa conversación,... Todo encuentra cobijo en el manto acogedor del insomnio.

- "No duermo". "Apenas duermo". "Me desvelo y ya no puedo volver a conciliar el sueño". "No me repara el cansancio, es un sueño ligero". "Lucho, lo intento todo, pero no duermo"

El insomnio es un fiel compañero de muchos trastornos. Tiene identidad propia y aún así, no tiene reparos en dejarse ver con otros, en un segundo falso plano. Los tests que exploran ansiedad, depresión, etc., siempre reservan uno o varios ítems a este aspecto. Si ponemos una crucecita ahí, mal asunto, el resto de síntomas cobrarán otra dimensíon.

El sueño es un gato. Lo llamamos y no viene. Obstinados, le hacemos gestos que ya debiera entender. Ronronea en la distancia, haciendo eses en un ritual de acercamiento, hasta que, ya en nuestro regazo, se arremolina confiado. Bastará, no obstante, una sombra, una duda, una simple amenaza de movimiento, para que salte de nuevo a la distancia, sin poder ya acariciar su lomo erizado.

Lo que los psicólogos llamamos "Higiene del sueño" tiene menos de policía de la Gestapo que las pastillitas citadas. Permite tratar al insomnio con cierta camaradería, aprovechar el resquicio de tiempo gratis, dejarse vencer por el balanceo del abandono. Es una especie de manual de rendición. Y en esa extraña carretera secundaria aparece de nuevo el felino para arrastrarte, ahora que ya has encontrado otra causa más noble, y tú vas, vencido al fin.

"...oír la noche inmensa, más inmensa sin ella..."