viernes, 31 de octubre de 2008

Ventanas


José me trajo ayer un poema. Yo prometí cambiárselo por otro. Pensé en unos versos de Rimbaud, pero luego he madurado la idea y he caído en la cuenta de que serían más adecuados estos otros de Baudelaire:


"...Il n'est pas d'objet plus profond, plus mystérieux, plus fécond, plus ténébreux, plus éblouissant qu'une fenêtre éclairée d'une chandelle. Ce qu'on peut voir au soleil est toujours moins intéressant que ce qui se passe derrière une vitre. Dans ce trou noir ou lumineux vit la
vit, rêve la vie, souffre la vie.Par delà des vagues de toits, j'aperçois une femme mûre, ridée déjà, pauvre, toujours penchée sur quelque chose, et qui ne sort jamais..."

(...No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrante, que una ventana iluminada por una candela. Lo que se puede ver a la luz del sol es siempre menos interesante que lo que pasa detrás de un cristal. En ese agujero oscuro o luminoso vive la vida, sufre la vida. Más allá de la oleada de tejados, entreveo a una mujer madura, ya con arrugas, pobre, siempre inclinada sobre algo, y que nunca sale a la calle...)


Baudelaire era un currante de la poesía, un trabajador urbano, que rompió definitivamente con la losa estética de Víctor Hugo. Su labor estaba destinada a la ruptura.


José es un trabajador infatigable. Pero su objetivo no es la ruptura, más bien al contrario, realiza una labor de mantenimiento. Cualquier cambio es susceptible de crearle un problema. De forma que lo analiza todo al detalle.

Hablo con él y me pasa como tantas veces, veo a esa otra persona encerrada dentro e imagino cuántos otros habrán intentado asir la mano profunda para rescatarla de ese ensimismamiento.


Cuando miramos a nuestro alrededor podemos ver posibilidades o peligros. Son unas gafas que nos compran nuestros padres de pequeñitos, en la feria del pueblo. Nos gustan tanto porque nos ayudan a ver el mundo con colores definidos. No importa que los colores sean totalmente diferentes a los reales. Con el paso del tiempo son tan nuestras que casi parece que es la única forma de mirar.


Sus razonamientos son aristotélicamente perfectos, como hemos visto otras veces. Si los demás son peligrosos, si el mundo es una jungla de depredadores, es mejor estar atentos. Si te hablan bien es en realidad una trampa que oculta la verdadera malvada intención. Tienes que aprender a defenderte.

José ha conseguido imitar aquello que cree que es el comportamiento ajeno. Puede criticar, indagar en la vida y obra del otro, puede estar al tanto de cuanto sucede a su alrededor y estar completamente centrado en sí al mismo tiempo. En ese agujero oscuro o luminoso vive la vida, sufre la vida.


Esa visión te da un tarjeta-oro de inseguridad, puedes disponer de todo el fondo que quieras. Tus días estarán medidos siempre por la falta de tiempo para hacer las cosas lo sufientemente perfectas como para no equivocarte. Pero nunca es suficiente. Para los demás quedan minucias. Me gustaría encontrármelo un día, en una terraza, sentado sin hacer nada, simplemente tomando el sol sin gafas, dejando pasar las horas.


Le he dicho a José que pruebe a cruzar el río. Pero él se siente cómodo en esta orilla. Como en aquel poema de Longfellow. Aún tiene reparos para aceptar la oferta y dejar los juguetes conocidos atrás.


"Abre la puerta niña, que el día va a comenzar", eso cantaba Triana aquellos años en los que nosotros no teníamos ventanas y nos tumbábamos desparramados para que la música nos bañara sin reparos. Por aquel entonces yo lucía melena -aunque mis hijas no se lo crean- porque me gustaba y porque era imprescindible para hacer los punteos con la guitarra simbólica en la pista de baile. "... para ver qué motivo es el que nos impide ver dentro de ti, dentro de mí..."



martes, 28 de octubre de 2008

Manual para montar en bicicleta


Antes de llegar a la mili me preparé a conciencia. Iba convencido de que era una pérdida de tiempo absoluta,mucho más hallándome en un proceso de enamoramiento febril. Era el momento más inoportuno. Pero lo acepté. Ya por aquel entonces era así de estoico. Durante un mes estuvimos repitiendo un movimiento que encajaba dentro de lo que yo creo que era todo aquello. Una y otra vez montábamos y desmontábamos el fusil. "Claro, qué otra cosa podrías hacer aquí, si no era dar zapatazos a ritmo de tambor, familiarizarte con tu arma y emborracharte con Torres 5".


Años más tarde, montado en bicicleta por el campo, acompañando al último amigo bucólico que he tenido, nos salió un perro ladrando desde detras de unos matorrales. En ese momento yo estaba ya tan cansado que me daba más veces con el pedal en la pantorrilla que haciendo el movimiento necesario para avanzar. Diez minutos más tarde me encontraba en el pueblo, pedaleando con tiempo de record sobre el adoquinado de Almonaster. El perro había abandonado un kilómetro atrás pero yo no me había enterado.

Cuando mi amigo me sirvió la segunda copa de aguardiente calmamiedos, por alguna razón puse en contacto estos dos episodios. Tanto en una como en otra situación una parte de mi cerebro estaba preparada para lo peor, para actuar aunque la parte cartesiana estuviera paralizada por el yu-yu.

Ya durante la carrera pude comprobar que hay un tipo de memoria ajena al estrés, relacionada básicamente con la repetición mecánica. La llamamos memoria procedimental o implícita. Mi madre acabó con Alzheimer y durante ese periodo estudié a fondo este tipo de memoria. Si yo le decía: "Sal por la puerta", ella me miraba y sonreía, pero no movía un dedo. Si le daba un pequeño empujoncito hacia la puerta cerrada, automáticamente dirigía la mano hacia el pomo, la abría y la cruzaba. Eso permanecía intacto. La memoría semántica estaba en proceso de descomposición, pero ésta daba gusto verla lucirse en medio del erial mnésico. Estaba todo el día haciendo pequeños experimentos de estos que me permitían no sólo estar al lado de ella, sino también estar haciendo algo con ella, buscando igualmente cómo utilizar ese rescoldo de alguna forma práctica.

Hace unos años empecé a darle a determinados pacientes una especie de manual, unos hojillas cuyo poco confuso título era "Manual para montar en bicicleta". Básicamente, si aprende a montar, a hacer lo adecuado a base del primitivo recurso de repetir una y otra vez, y que cada vez que pare -que se baje de la bicicleta- tenga la certeza absoluta de que ya domina con soltura el pedaleo, algunos de esos problemas arrinconados y acechantes en su sistema límbico empezarán a plantearse seriamente un cambio de aires.

Pedalee, no piense, pedalee. Oiga a Leonard susurrarle al oido la historia de Susana. Pedalee. No importa que ya no lo persiga el perro.

domingo, 26 de octubre de 2008

Babuinos estresados


Hoy sabemos que la causa fundamental del envejecimiento podríamos achacarla a la oxidación. Y si usted es atrevido o hipocondríaco y plantea la pregunta: "¿Y qué nos oxida?", yo no tendría más remedio que contestarle: ""El estrés". Lo comprobamos como se averigua casi todo en esta parte de las ciencias, gracias a una mosca diminuta llamada Drosóphila Melanogaster. El exceso de radicales libres va fulminando nuestras preciosas celulitas. Puede elegir oxidarse fumando, pero si quiere ser más sofisticado y moderno debería utilizar el estrés.

Durante una temporada estuve dando cursos sobre estrés laboral. Recuerdo uno de ellos en los que pedí, el primer día, que levantaran la mano todos los que se sintieran estresados en su trabajo. De los quince, catorce elevaron el brazo con rapidez. Luego hicimos algunas actividades y pasé unos tests para hacer una especie de fotografía pre-tratamiento. El único que estaba quemado era el que no había levantado la mano.

El "estrés" es un término muy maltratado. Cuando alguien me dice, y esto es bastante frecuente, que se encuentra estresado, yo no sé muy bien a qué se refiere. Hoy asumimos que el que usted se sienta estresado depende tanto de las demandas del medio como de sus propios recursos para hacerles frente.

Las relaciones sociales en determinados contextos son una fuente importante de estrés. Esto lo comprobó Sapolsky estudiando una especie de simios, los babuinos del Serengueti, una zona con pocos depredadores y fácil acceso a la comida, por lo que les basta con trabajar unas cuatro hora diarias, el resto del tiempo lo pueden dedicar perfectamente -y lo hacen- a fastidiarse mutuamente: pegarles a los chicos, hacer gestos por detrás, competir por la más guapa,.. Le aseguro que hablo de babuinos. Sistemáticamente, los que tenían menos control sobre su entorno dentro de la jerarquía, enfermaban más. Entenderá por qué trabajo tanto el tema de la percepción de control.


Hace algún tiempo atendí a una persona en una situación realmente difícil. No podía abandonar el trabajo por cuestiones de supervivencia. No podía cantarle la verdad al que acumulaba trabajo y más trabajo con fechas concretas y urgentes sobre su mesa, porque simplemente lo despediría. No podía apoyarse en su familia, porque su familia lo consideraba un afortunado por el empleo que tenía. Había perdido a sus amigos gracias a tener que utilizar buena parte de su tiempo de ocio a resolver aquello que no podía terminar dentro del horario laboral....

En los cursos citados intentamos aprender a analizar la situación, a mejorar el autoconocimiento y la comunicación, entre otras cosas. A veces no se puede modificar la situación pero sí incrementar el nivel personal de resistencia al estrés. Otras nos tenemos que centrar en hacer pandilla, tejer una adecuada red social,..

Fumar, comer un buen mac-loquesea y unas croquetas de foie al oporto, son procedimientos eficaces, pero donde se ponga a un grupo de seres humanos compitiendo... eso no tiene precio.
Puede leer la obra de Sartre: A puerta cerrada, para hacerse una idea, por si no tiene la suerte de convivir con un grupo que le haga la vida imposible.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Extranjero de sí mismo


"Creo que estoy volviéndome loco", "Y eso es malo para usted, ¿no?", le pregunto. " Siento que estoy perdiendo el control. Eso no puede ser bueno"






No sé cuantas veces habrá aparecido esta conversación en la consulta. Muchas. Siempre hay detrás una persona con ansiedad. Puede que con depresión o cualquier otro trastorno, pero seguro que con ansiedad. Nadie se vuelve loco por ello. Algunos adolescentes, cuando he conseguido que me dirijan la palabra, me dicen al despedirse: "Oye, Juan, si me ves por la calle, no me saludes, ¿vale?". Viene a decir: no vayan a averiguar que estoy yendo al psicólogo, sitio reservado para los locos.

Realmente los más trastornados tienen muy poca conciencia de estar así. En términos psicológicos diríamos que tiene una pobre teoría de la mente, poca capacidad metacognitiva, de analizar cómo su pensamiento configura su problema. De alguna manera son extranjeros de sí mismos. Viven en una habitación, pero no hay permeabilidad con el resto de la casa. Son compartimentos estancos.

Ninguno de estos pacientes graves me ha dicho nunca eso de "¿me estoy volviendo loco?". Ellos simplemente viven el mundo tal y como lo ven. Los demás le pueden parecer extraterrestres. Pueden prescindir del contacto sin sufrir ansiedad por ello. O pueden venir aquejados de un problema de ansiedad porque los demás son un ejército preparado para hundirlo.

Moustaki cantaba: Con mi lengua de extranjero, de judio errante, de patriarca griego y mis cabellos a los cuatro vientos... Un bonito ejercicio metacognitivo.

"Lo que le produce esa sensación es la confusión que le proporciona creer que puede manejar sus pensamientos negativos como utiliza el mando de la tele: botón 5, tele5, botón 3,.."

" Ya- me dice, poco convencido-, pero yo no quiero pensar esto"

"Ahí reside el problema"

Si teme estar perdiendo la razón sepa que no tenemos contabilizado ningún caso en la bibliografía que lo haya conseguido por esa vía, no obstante, si lo logra pida cita, por favor, no me vendría mal un poco de fama.

Nosotros, para volver loco al personal y que nos dure mucho en terapia, elegimos pasar tests proyectivos. Veamos un ejemplo: Mire atentamente la fotografía y dígame qué le sugiere (bueno, mejor no me lo diga).

martes, 21 de octubre de 2008

Rafael




- Bueno, Rafael ¿y qué te trae por aquí?


- Me ha enviado tal (una psiquiatra de la ciudad). Me dijo que creía que me podría venir bien apoyo psicológico.... He perdido más de 20 kg. Estaba enamorado de una chica y no era correspondido. En realidad, he tenido pocas relaciones con chicas porque he sido siempre algo tímido.






Rafael es de esas personas a las que las chicas lo aprecian como un hermano. Siempre está ahí para resolverte los problemas, prestarte lo que haga falta, darte ánimos y escuchar lo que te ha hecho fulanito y lo que sufres por ello, pero por alguna razón no lo incluyes dentro de tu ámbito de acción afectiva-amorosa.


Se enamorará en silencio, como a traición, y ella no lo sabrá. Seguramente le lanzará mensajes indirectos que ella tomará por cumplidos fraternales.


Esta dieta infalible te deja adherido a los huesos, inseguro, triste,..

Rafael está rodeado, arrinconado por la fotografía que todos se han hecho a todos en el pueblo. Por la familia, a la que ha sometido a la costumbre de su presencia nocturna.

Pero si lo escuchas entiendes poco lo que le pasa. Tiene inquietudes y conocimientos. Cuando se encuentra cómodo habla con fluidez. Entonces comprendes que a veces las tareas que hacen los psicólogos están más cerca del estilismo que del psiquismo. Un recorte de frases por aquí, una incorporación de humor ácido por allá, unas gotitas de caradura sobre el pelo, soltarse en un par de chats de 16 a 00 diariamente, y eliminar todos los "perdona si te he molestado". Resultado: ¡Peligro, llega Rafael!

Ahora Rafael está en proceso de enamoramiento, en esta ocasión de varias. El corazón lo lleva en el bolsillo trasero del vaquero, a mano, por si tiene que sacarlo. Entrena y practica. Se ve seguro. Avanza. Ya está en la meta. Ahora tiene que romper la foto finish, esa que le hicieron hace tanto en el pueblo.


Saludos, Rafael.

sábado, 18 de octubre de 2008

Un vampiro asombrado


Mi mejor amiga, y también colega, me dijo una vez, siendo yo un adolescente: "Eres un vampiro", "¿Un vampiro? ¿Chupasangre?". "No, un vampiro intelectual. Lo quieres absorber todo". No sé si fue una observación o una intervención -ella estaba estudiando aún en la Universidad y necesitaba conejillos de indias-. El caso es que cada vez que estoy "absorbiendo", me acuerdo de la dichosa frase y tengo sentimientos encontrados respecto al proceso de vampirización.

Con el paso del tiempo he comprendido que quizá haga referencia más a la capacidad de asombro que a la de asimilación. Seguramente tiene que ver con mi anemia infantil, en plena época de vacunas. Toda mi clase pasaba sistemáticamente por el dispensario a hacerse extrañas señales en los brazos mientras yo me quedaba en casa tomando batido de lentejas. En esa edad empiezan a inmunizarte contra el asombro. Yo me libré, y a lo visto, no me he curado, por lo que difícilmente voy a llegar a la cima del nihilismo.

Esto me ha venido muy bien para la consulta. Cada historia, es más, cada episodio de cada historia, es como un capítulo de una serie tipo experimental sin guión previo. No sabes cómo va a continuar. Cuando la persona vuelve a sentarse en la misma silla y en el mismo sitio (la próxima cita intente cambiar de sitio, a ver cómo se siente), yo estoy con cara de asombro ya. Le doy al PLAY "¿Cómo estás?", y comienza la acción.

La vida me ha hecho pasar por una variada y extensa gama de los sufrimientos y alegrías humanas. Aún así no me ha despojado de esta maravilla. Las experiencias me han ayudado a comprender mejor, desde la perspectiva del paciente, a saber cómo es eso desde dentro. Y a partir de ahí el asombro se mezcla con la comunión en una danza desde la que en algún momento tengo que saltar hasta la acera para tomar distancia. Reduzco el tamaño de los ojos, enlazo las manos sobre la barriga y aterrizo sobre el sillón, relamiéndome aún la sangre de la víctima.

viernes, 17 de octubre de 2008

¡¡Me va a dar algo!!

Releyendo los posts me he dado cuenta de que aún no he dedicado ninguno expresamente a la ansiedad. Es curioso, porque la ansiedad es el tema más recurrente en las consultas. Incluso cuando la demanda principal está centrada en otro aspecto, la ansiedad casi siempre está presente. Así de buena compañera es.

Un colega que acaba de montar una consulta me preguntaba el otro día: "¿Tú qué haces cuando viene una persona con depresión y ansiedad al mismo tiempo?". "Atender a lo primero que sea factible controlar", le dije.

¿Y qué es más fácil tratar en estas situaciones?. En general, lo más fácil es reducir el aspecto fisiológico de la ansiedad. Y si usted ha elegido la vía rápida, entonces las conductas asociadas a la misma.
Bueno, bromeo mucho con esto, pero lo cierto es que eliminar trastornos de ansiedad requiere un trabajo normalmente duro y constante, aunque uno puede normalizar su vida desde el principio, llevarlo a cabo, dependiendo del trastorno que sea, cuesta.

Desde hace unos años tenemos terapias cada vez más específicas. Un ejemplo, es el tratamiento contra la fobia a la sangre (esa que hace que el personal se desmaye). La terapia de Ost y cia, facilita su eliminación en pocas, pero intensas sesiones. A veces, sesión única.
Un conocimiento profundo de cómo funciona, ayuda a seguir el tratamiento que se le indica al paciente. Por ello, en casi todos los manuales se comienza por hacer psicoeducación. Cuando sale de la consulta está deseando encontrarse a algún amigo o familiar que le diga que padece cuadros de ansiedad para curarlo. Esa es buena señal.

Pero por muy satisfecho que esté por el nuevo conocimiento adquirido, luego aparecerá el rosario de síntomas que tan de cerca vigila y se descentrará. Olvidará todo excepto mi nombre, y seguramente mi teléfono. (por cierto perdonen un momento: el móvil):

-¡¡Juan, me va a dar algo!!
- ¿Tienes hora?
- ¿¡Eh!?. ¡Ah, sí!. Las... las dos y media.
- ¿Las dos y media de qué?
- ...de la noche... bueno, de la madrugada.
- ¿Y hace frío en la calle?
- Sí, me parece que sí.
- Pero, más o menos, ¿cuántos grados crees que habrá?
- No sé, Juan,.. estoy muy nervioso.. a lo mejor 7 grados o así.
- Sí, suele hacer esa temperatura en Navidades. ¿Y tienes un chandal calentito?
- Bueno, estoy en pijama...
- ¿Entonces?- pregunto de nuevo.
- Sí -responde dubitativo.
- Póntelo.
- ¿Voy a tener que salir? - parece preocuparse un poco.
- Depende, ¿quiéres quitarte la crisis por la vía rápida o por la lenta?
- ¡¡Ya!! -dice con decisión.
- Ponte el chándal
- Vale, espera.
Espero
- ¿Y ahora?
- Ahora da una vuelta corriendo a la manzana de tu casa.
- ¿Me puedo llevar al perro?
- ¿Él también está nervioso?
- No. Está dormido.
- Pues despiértalo también. Que disfrute de la noche navideña.
Aprovecho que ya no voy a ser capaz de pegar ojo y escribo este post.

- ¡Hola de nuevo, Juan!
- Hola, ¿has tardado muy poco, no?
- Sí, es que bajando las escaleras he notado que esto ha disminuido y he pensado, bah, mejor me acuesto. Esto ha bajado muhco... Perdona por...
- Perdonada. Nos vemos en la consulta. Espero que hayas despertado a tu perro.
- Sí, claro. Lo tengo aquí al lado mirándome.
- Vale. Que descanses.

Cuando la adrenalina le suba como un disparo desde las glándulitas suprarrenales seguramente se olvidará de que es Navidad, cuanto más de cómo manejarla. Lo que le parecía tan obvio en la consulta, ahora le parecerá una mentira piadosa. El martilleo del corazón es mucho más fuerte que el paupérrimo intento racional por poner orden.
Tendremos que entrenar.
Hasta la próxima cita consuélese pensando que hay trastornos mucho peores (vaya psicólogo).



sábado, 11 de octubre de 2008

Paula


Les pregunté: "¿Qué nombre te pongo en el blog?", "Paula", se apresuró a contestar su hermana.
Bien, Paula llegó este año a la consulta. Su madre comenzó a contarme todas las cosas que le pasaban. Tenía problemas en el instituto, en su casa, con su madre, con su padre, con su hermana, con el novio de su hermana, con sus amigas,.. O sea, pensé, tiene el síndrome del dedo roto, del que ya he hablado ("Doctor, estoy destrozado porque me toque donde me toque me duele"). Tampoco quería ponerse el corsé para su problema de espalda. Todo era una batalla.
Luego entró Paula. Hasta aquí la historia era la habitual. Como siempre, me dio razones pormenorizadas para cada uno de sus comportamientos. Y como siempre, también, en todos los razonamientos, el responsable era la otra parte (maestra, padre, madre, hermana,..). Su lógica era impecable, más las premisas podían cuestionarse sin esfuerzo.
Lo diferente, no obstante, era que Paula no se sentía bien. Quería "arreglar las cosas". Así que estaba dispuesta a escuchar alternativas que le proporcionaran una vida un poco más tranquila en cada ámbito.

Reconozco que soy un optimista integral, -¿qué otra actitud podría tener un psicólogo?-, así que a los diez minutos de conversación, más que ver los problemas, veía la capacidad que poseía Paula. Era una especie de Will Hunting. Es cierto que buena parte de sus argumentos eran egocéntricos, pero establecía relaciones causales, hablaba sobre lo que ocurría, escuchaba las preguntas y las contestaba. Nos centramos en cómo solucionar cosas, más que en quién tenía o no razón. Unas tareas para casa y hasta la siguiente.

Dos sesiones después, la madre vino contando un episodio muy desagradable para ellos (y también para Paula, claro). Una agria discusión -que diría aquél- familiar. Paula reacciona muy mal a las exigencias, y su padre suele demandar las cosas de una manera determinada lo que provoca un choque en el que nadie acaba ganando. Las relaciones entre ambos están viciadas por la forma, más que por cualquier otra cosa. Ninguno de los dos parece darse cuenta de que cambiando las formas, el acercamiento sería mucho más factible..
Hice entrar a la hermana, que se encontraba en la sala de espera. Todas venían nuevamente cargadas de razones. Los esfuerzos y los avances parecían haberse esfumado. Cundía el desánimo.

Bueno, una de nuestras tareas es desde luego, proporcionar esperanza, centrarse en lo que funciona, enseñar a tolerar las frustraciones,.. Reencuadré la situación: ¡Afortunadamente había aparecido esta crisis!. Así podemos trabajar sobre un hecho concreto todos juntos. Analizamos las veces que se habían dado situaciones semejantes, el papel que cada uno asume, el tremendismo y la lucha por un papel dentro de la familia,...
Retomamos el camino.

Paula fue cambiaba sus métodos de estudio. Ejercía un mayor autocontrol emocional. En las clases no respondía brúscamente cuando se le indicaba algo. En casa estaba mucho mejor. Es decir, todo avanzaba adecuadamente, a pesar de algún que otro sobresalto.

Prácticamente toda la famlia está implicada en el cambio de Paula. Ahora, las alianzas son más naturales. Ella y su hermana comienzan a tener su espacio de intimidad. Se protegen mutuamente, en lugar de estar deseando que alguna hiciera algo para echarle encima el peso de la ley familiar.
Y así, asumiendo cada uno individualmente una función y una forma de actuar ante cada conflicto, centrándose en cómo conseguir pequeños logros en todos los ámbitos, han ido transcurriendo las semanas. Llegó el verano e hicimos una parada.

Esta última cita venían todos muy contentos. Paula había conseguido un 8 y un 9 en dos asignaturas-coco y en casa el comportamiento era completamente diferente. Trae puesto el corsé que sólo se quita los viernes por la noche para salir.
Siempre les pregunto cómo logran esos cambios y no siempre obtengo una respuesta satisfactoria. Paula me dijo: "Me controlo".

Hace un año, aproximadamente, mientras luchaba con mi presbicia por adivinar el precio de una etiqueta en una tienda de ropa, un chico se me acercó:"¿Me conoces?", me dijo con una sonrisa. "Pues... no, la verdad", "Soy ...". Vaya, no lo reconocí. Aquel patito feo que luchaba a brazo partido contra todos en el colegio, era ahora un príncipito alto y apuesto. No lo veía desde hacía unos ocho años, que estuvo en la consulta. Ahora estaba terminando una carrera: ¡¡psicología!!. Me pareció muy maduro y hablando con seguridad. En pocos minutos me describió lo que había sido de su vida en este tiempo. Me quedé allí oyéndolo con la boca abierta. Orgulloso y emocionado a partes iguales. Nos dimos un abrazo y nos despedimos.

Cuando escuché a Paula contarme los cambios recordé a este chico. Ella también tiene esa capacidad y a mí me encanta ver nacer la semillita a ras de la maceta, intuyendo ya la flor que a poco que reguemos florecerá.

¡Enhorabuena, Paula!

martes, 7 de octubre de 2008

Del amor y las parejas


En un corto espacio de tiempo han llega a la consulta estas dos personas. Cuando llevábamos alguna que otra sesión les pedí que pusieran por escrito su versión de lo que les pasaba. Cuando observo el sufrimiento que genera recordar, intentar ordenar, buscar entender,... lo que veo es un carrusel girando. Intento inicialmente que detengan esa espiral absorbente y que se transforme en un sufrimiento lineal, tipo digital. Una cosa detrás de otra. Si no es así se hace difícil percibir que puede controlar algo de lo que ocurre, porque en realidad con el modelo analógico no les ocurre algo, les ocurre ¡todo!.
También me sirve para cambiar el sitio de la historia y situarla fuera del contenido, porque es más fácil manejar lo que menos implicación emocional tiene.
Estas son las historias que me han contado, vamos a llamarlas, Ana y Teresa:

Ana

"Me he puesto a escribir y ya llevo más tiempo borrando que escribiendo. Me cuesta trabajo concentrarme en algo que no sea mi propio dolor. No le encuentro sentido a ninguna frase completa. Observo como también aquí se refleja la indecisión que sufro en todos los aspectos de mi vida.
Llevo media hora tecleando y apenas me ha salido el párrafo anterior. Sin embargo, por alguna razón me encuentro más tranquila. Como a la media hora de la consulta, una vez que me enredaste con historias a las que no encontraba sentido frente a lo que te acababa de soltar, pero que de pronto me sacaron de mi ensimismamiento y me encontré pensando en por qué me contabas eso y no en por qué me había pasado lo que me había pasado. No sé si era o no era esa tu intención. El caso es que es la primera vez en mucho tiempo en que salía de mi cabeza.

Tenía mi mundo ya definido. Todo parecía controlado y el esfuerzo lo dedicaba a construir otras cosas, a imaginar el futuro, a lo cotidiano,.. Vuelvo a llorar, cada vez que me repito estas frases me entra un dolor profundo, desconocido,...
Un día mi marido me dice que quiere hablar conmigo. Es raro cuando te dice eso tu pareja, normalmente siempre hablamos, nunca nos pedimos audiencia ni avisamos de que vamos a hablar. Es todo más sencillo. Y has escuchado esa frase tantas veces y siempre con el mismo final. Aún así intenté buscar algo sobre los niños, el colegio, la casa, el trabajo,... algo sobre lo que quisiera hablarme, hasta el punto de necesitar que que le prestara una atención especial.

Cuando lo cuento, cuando lo recuerdo, cuando lo vuelvo a ver, su cara, sus palabras diciendo se acabó. se me viene el mundo encima. Todo lo demás, lo que vino después no lo recuerdo. Desde luego, no imaginé nunca que acabaría en una consulta de psicólogo y menos hablando de esto. Parece ser que mi familia se ha encargado de mí. He estado embotada. Ellos hicieron todo lo posible y finalmente me arrastraron a tu consulta. A mí me daba igual. Sentí lo mismo que cuando me obligaban a comer. Seguramente sería bueno, pero era un esfuerzo tan grande... En cuanto dije la primera palabra comencé a llorar. Creo que te debo un paquete de cleenex. Ahora intento imaginarme tu cara mientras te contaba a moco tendido mi historia. Quizá intentar imaginarme a otros sea bueno, ¿no?.
No quería hablar y hablé, y no podía escuchar y escuché. No sé lo que escuché, pero escuché. Hablas y hablas. Al final no te queda más remedio que escucharte, aunque sea para preguntarse ¿esto es lo que hacen los psicólogos?. (acabo de sonreír, me ha sorprendido verme a mí misma sonriendo).
Bueno, me ha costado empezar y ahora no sé terminar.
Me pregunto por qué sufro tanto por lo que ha pasado. ¿Estaba más enamorada de lo que creía? ¿es por la sorpresa? ¿será porque de pronto no sé dónde estoy, en qué punto de la vida que imaginaba tan lineal?
Intento hacer las cosas que me has aconsejado. Esto es una prueba de ello. Pero no sé si podré seguir. No obstante, gracias por estar ahí y ser tan cercano."

Teresa

"Hola, Juan, soy Teresa. Voy a intentar contar cómo me siento después de un par de semanas dando vueltas a lo que me contaste. Bueno, mejor cuento un poco de qué va esto porque si no tendrás que contarlo tú y prefiero hacerlo yo.
Para ti será la misma historia repetida. Alguien que se pone a llorar contándote que no sabe qué hacer.
No puedo tirar para adelante porque no depende de mí exclusivamente, o eso pensaba hasta que hablamos. Luego intento pararlo todo pero me siento tan, tan mal que aunque sea para calmar ese malestar vuelvo a caer en lo mismo.
Hace unos años conocí a un hombre en un chat. Estaba casado, me enteré después, pero cuando me enteré ya me interesaba tanto que aparenté que no me importaba. Al fin y al cabo, el problema era suyo. Yo podia entrar y salir libremente. Hablamos y hablamos, nos pasamos fotos, confidencias y deseos. Seguramente sé más de su matrimonio que su propia esposa. A veces la odio y otras la compadezco. Un día dimos un paso más y quedamos. El contraste con la otra forma de comunicación fue grande para mí. Pero también ahí creo que me autoengañé. Cada vez me iba haciendo más dependiente de sus horarios. Vivía pendiente de cuando podía llamar y cuando no. Cuándo podía conectarse y cuándo estaría haciendo vida familiar. Hace poco llegué a hacer cosas que ya me estaban afectando seriamente a mi dignidad. Lo vigilaba, parecía que era yo la engañada. Es terrible. Tampoco sé por qué hablo en pasado cuando aún sigo haciendo algunas de estas cosas. Él no me prometió nada, pero tampoco me daba largas. Era un sí, pero no, pero sí. No sé si me explico.
Cuando ya no podía más, una amiga me dio tu teléfono y te llamé. Y ahora estoy intentando poner en orden las cosas, aunque soy pesimista.
La amiga que me aconsejó que fuera a verte ha pasado por algo parecido y dice que le fue bien contigo. Ya quisiera yo tener su entereza. Lo vivo como una adicción, como si fuera una drogadicta. Y creo que él lo sabe. O igual él también está enganchado. Nó sé, realmente sé poco.
Doy clases de secundaria y a veces los chicos me ven como ida. Lo notan. Yo he sido siempre muy alegre y ahora les doy un grito en cuando se les cae un lápiz. Grito por todo y a todos. Creo que le chillo al mundo. O a mí, no sé."

viernes, 3 de octubre de 2008

Crisis? What crisis?



En la portada del LP de aquel famoso disco de Supertramp que guardo cogiendo polvo junto a todos los demás vinilos, se veía a un señor disfrutando de un inexistente sol, junto a una mesita con bebida, prensa y sombrilla. El paisaje en su entorno es desolador, pero él parece ajeno a ello.

Si el que está tomando el refresquito es el presidente del gobierno de tu país, desde luego es para preocuparse. Curiosamente, la mayoría de los pacientes de nuestras consultas no se alejan tanto de la realidad como ellos mismos temen, sobre todo teniendo en cuenta lo fácil que es adentrarse en otros mundos virtuales. Posiblemente, lo peor es cuando el que hurde la trama mental no es consciente de que dicho escenario lo ha montado él mismo.


Es una especie de Second Life. Se comienza adquiriendo un rol deseado o impuesto, y poco a poco le vamos comprando los complementos hasta que el personaje se confunde con el autor.
En "El beso de la mujer araña", uno de los personajes se escapa mentalmente a una isla paradisíaca desde la sórdida celda que comparte con un atormentado compañero, carente de este descubrimiento y meta-habilidad.
Si un paciente me preguntara: "¿Me estoy volviendo loco?". "Pues no", le diría. Seguramente lo estará pasando fatal y no es capaz de discernir si lo que le ocurre es o no normal. ¿Está loco nuestro paliducho sujeto come-humos?. Si se lo preguntamos nos dirá: "¿Loco? ¿quién está loco?". ¿Crisis? ¿Qué crisis?. Ha tomado tanta distancia que ya está en el más allá. O como diría el alcalde de Sevilla en una de esas visitas al hipermundo al que cada vez nos acostumbran más nuestros políticos: "¿....qué podríamos desarrollar nosotros, los que estamos allí, los que nos pisamos el suelo de la realidad de las cosas?". No me pregunte qué significa porque es un lenguaje del hipermundo. Lo siento.
Imagine que nos llega un paciente y, como en "Desafío total". , nos pide: "Quiero irme al megamundo-guay. ¿Por cuánto me sale?"?. ". Tenemos herramientas. Sí señor. Yo mismo me administro escapaditas, con ánimo experimental sobre todo. No voy a exponerlas aquí para no dar ideas. Pero bueno, sepa que tiene la puerta de la consulta abierta.
En cualquier caso, será más fácil hacer referencia a otros administradores gratuitos de mundos virtuales. Por ejemplo, algunos contextos familiares y sociales trabajan a fondo para situar a sus usuarios en esa otra dimensión. En los Colegios de Psicólogos tenemos una placa de agradecimiento hacia su sorda labor.
Había una teoría -no contrastada- sobre la forma en que la familia puede fabricar un esquizofrénico. Si está harto del hiperrealismo de su pareja puede probar esta fórmula durante diez días, luego le prometo un descuento en el tratamiento. El principio activo es el siguiente, anote: utilizar un tono afectivo-emocional plano junto a un contenido verbal amoroso. La forma sería aproximadamente así: "Te quiero, amorcito", al mismo tiempo que pone cara de "¿qué hora es?" y le administra un abrazo laxo y breve. Su pareja no podrá decirle que usted no la o lo quiere, de hecho se lo dice regularmente. Tampoco puede acusarla/o de que no le da cariño, puesto que la o lo provee de abrazos y otras demostraciones al uso. Pero, ¿por qué se va distanciando de su otrora mundo natural? ¿por qué empieza a hacer un seguimiento de su comportamiento y a ensimismarse en rumiaciones pre-adios_al_mundo_conocido?.
Afortunadamente, como ustedes saben, todos los gobiernos occidentales, imitando a los equipos de la NBA, tienen su gabinete privado de psicólogos, por lo que es impensable que en un telediario cualquiera, después de 20 minutos de noticias sobre el desplome mundial de la economía aparezca un político sonriente, con gafas de sol y sombrilla, diciendo: "Don't worry. Be happy. Crisis? What crisis?"

miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Qué te pasa?

Nos ganamos el pan con la comunicación. Esta es nuestra herramienta. Todo lo demás son derivados. Tengo firmado por su autor (Paul Watzlawick, que es mucho más simpático de lo que era Albert Ellis, del que ya hablé), el libro "Teoría de la Comunicación". Lo leí y lo releí, porque me parecía sumamente interesante el cambio de perspectiva que me aportaba. En realidad, era como cambiar el útil de trabajo, igual función pero más eficacia.

Aparte del medio, la comunicación es frecuentemente objeto de nuestra terapia.

Mi camino preferido para facilitar la comunicación es el contacto físico. Cuando se racionalizan las causas por las que se ha llegado a esta situación de 90% de divagaciones y 10% de charla insustancial, se encuentran motivos que conducen a consecuencias desastrosas. "¿Por qué no me habla mi marido?". Si cruzo los brazos sobre mi incipiente barriga y espero que se responda a sí misma, el panorama empezará a ser desolador.

Razonamos peor de lo que creemos, así que por el mero hecho de ir colocando una conjetura detrás de otra concluimos que todo es inmaculadamente cierto. Ergo, gracias, Aristóteles.

"Cuando se enfada, mi mujer deja de hablarme". En realidad no deja de hablarle, le está diciendo: "Entérate, sigo enfadada". Llevan 20 años casados, pero él sigue preguntándole: "¿Te pasa algo?". "¡¡Nada, no me pasa n-a-d-a!!".

Con el transcurrir del tiempo se deterioran todas las formas de comunicación si no son revisadas. Este no es un axioma de Watzlawick y los de Palo Alto, pero lo vemos día sí y otro también. Buena parte de las transacciones son tácitas. Todo se sobreentiende, las cosas dejan de hacerse explícitas. "Él tendría que saberlo, por qué he de decírselo". Nos vamos atrincherando sobre esas verdades mentales a base de repetírnoslas. "Con ella no se puede hablar". El televisor y los niños dando botes en el sofá facilitan la conciliación familiar mucho más que todas las medidas tomadas y por tomar.

La segunda cosa que más hago en la consulta es dibujar. Siempre lo estoy transformando todo en dibujos. El cerebro, el sistema límbico, la curva de Gauss -que lo explica todo en el mundo-,... y también, por supuesto los anillos olímpicos que utilizo para mostrar el modelo ideal de relaciones. En este modelo, dos anillas se entrecruzan, y en el centro de ambas está el espacio de crecimiento común, de compartir y también de comunicación. Cuando se estrecha tanto, tanto, lo que queda es sólo lo que yo soy, no lo que somos. El resto de cosas que se incluyen en ese huequecito central dependen fundamentalmente de que nos sentemos a hablar sobre ello, así que con este panorama si no fuera por Gran Hermano, ya me dirán.

"Hace tres meses que prácticamente no nos hablamos mi marido y yo". Escucho las explicaciones. "¿Desea usted (ya saben), la vía rápida o la lenta?", pregunto. "La rápida, si es posible".

Mejorar el clima familiar pasa necesariamente por creer que se puede, lógicamente, pero incluso con dudas, si somos capaces de romper esa barrera física que nos impone nuestro pensamiento, el resto es mucho más fácil. Podríamos estar sesiones y sesiones, individuales, de pareja o familiares, intentando que mejore el diálogo intra-familiar. Seguramente lo conseguiríamos. Lo otro es más obvio y fácil. ¡Bendita Gestalt que acude en ayuda de los necesitados!.

Te pueden apuñalar en un abrazo, ya lo vimos con Bruto ("¡Tú también, Bruto, hijo mío!!"). Pero de los abrazos afloran recuerdos de corte filogenético, infalibles, créame.

El trabajo duro viene después.