lunes, 29 de diciembre de 2008

Buenos propósitos

Seguramente como usted, tengo el correo lleno de power point (lo peor que se ha inventado después del chill out) con presentanciones reconfortantes. Los receptores ejercemos de rocas calcáreas que vamos filtrando los pps y así los que llegan merecen la pena, en general. Tienes la posibilidad, además, de que tal y como recibes el que te gusta se lo envías a todo el mundo y así simplificas la felicitación navideña. El año pasado decidí enviar canciones en lugar de pps o sucedáneos. Pensaba en la persona y buscaba una canción apropiada para la misma. Hace poco recibí de una amiga este enlace y me gustó, así que seleccioné a unas pocas personas y se lo re-envié.





Pues bien, dejándome llevar por el espíritu de los buenos deseos, en este última entrada del 2008, voy a permitirme darle algunas recomendaciones psicológicas para el próximo año. Espero que le sean útiles.

1. Como habrá leído anteriormente en estos posts, hay un psicólogo barbimelenudo con pinta de hippy que ha demostrado que se es más feliz con actividades altruistas que comprando un televisor de plasma (menos mal que esto no lo sabía mi mujer). Mi consejo es simple: concéntrese en hacer feliz a una persona cercana a usted al menos un día.

2. No sé si se ha enterado, pero estamos "globalizados". Cuando era pequeño tenía que ir con mi bolsa de cómics de casa en casa para cambiarlos con otros comi-adictos. Es posible que si lo hiciera ahora me metieran en la cárcel. El modelo social imperante le va a invadir con el mensaje contrario, pero créame, si usted comparte lo que sabe tendrá más poder. Comparta.

3. Hay pocas cosas tan terapéuticas como la risa. En la consulta pasamos del llanto a la risa en pocas sesiones. Entonces ya sé que la persona se está distanciando de su problema -o bien que ganaría más dinero como humorista-, y que la solución está acercándose en el horizonte. Ríase de sí mismo y si puede, de casi todo lo demás.

4. Sea imperfecto. No puede imaginarse la cantidad de clientes que tengo cuyo síntoma principal está basado en la eternización de las auto-zancadillas. Son tan exigentes consigo mismos y con sus tareas que nunca están satisfechos. Mañana póngase un calcetín de cada color. Es sólo el principio. En el 2010 ya podrá ser tan bueno con usted como lo ha sido en el 2008 con los demás.

5. Escuche. Pruebe a enterarse de lo que dice y de lo que quiere decirle esa persona. Mire sus gestos, comparta sus silencios, pregúntele. No le de consejos que no pide, ni le cuente aquella batallita suya de la mili. Atienda, simplemente. Intente hacerlo al menos una vez en el 2009, ¿o cree que ya lo ha hecho?

6. Ésta es la última, en parte porque me vence el sueño y en parte porque nunca dije que fuera un decálogo. Vaya al psicólogo. Igual no resuelve sus problemas, pero lo hará feliz a él o a ella (recuerde el punto 1).

Si yo sé que me quieres, sentiré que estoy paseando por el sol. Mis mejores sinceros deseos para todos en el próximo año.





viernes, 26 de diciembre de 2008

Cortar una flor

Hay una hermosa canción de Moustaki que habla sobre dos personas que se aman, hasta el punto de confundirse. Estoy seguro de que el novio de Margarita no escuchó nunca esta canción, es más, los límites en su relación estaban delimitados por su geografía física y emocional y no por el espacio común.

Margarita sufría acoso por parte de su ex-novio en el instituto. Me contó detalladamente todas las acciones que emprendía aquel chico. Sus padres habían hablado con los padres de él, que aunque se extrañaban, prometieron tomar medidas. No fue así. Tampoco en el instituto se abordó de manera adecuada.


La madre y su profesora particular observaban cómo iba disminuyendo su rendimiento, estaba irascible buena parte del día, pero no decía nada cuando se la abordaba al respecto. Finalmente no pudo más y lo contó y así llegó a la consulta.





Me sorprendió ver lo bien que articulaba el relato pero lo deprimida e insegura que se encontraba sobre qué hacer. Parece que si eres capaz de describir el daño que te están haciendo, también podrás tomar medidas al respecto. Pero no era así.





No es difícil imaginar por lo que pasó Margarita. Llegas ilusionada a tu primera relación con visos de formalidad. Te enamoras. De pronto tu novio empieza a trenzar un muro a tu alrededor. Va haciendo comentarios acompañados de muestras de desagrado sobre tu conducta o tu forma de vestir o de hablar con amigos,.. y vas cediendo. Crees que eso será suficiente, al fin y al cabo, el amor terminará por imponerse. Puedes prescindir de lo demás, de los amigos, de un tipo de vestidos, de las miradas,.. Piensas -y él también- que su enfado se debe a tu comportamiento, no a su inseguridad, así que intentas modificar lo que aparentemente es la causa del malestar. Pero un día, los enfados se transforman en gritos, los gritos se acompañan de insultos y estos de amenazas, y las amenazas son el mayor predictor de violencia física. La primera vez levantaré la mano contra ti. La segunda asestaré el golpe.





Una vez me decía una madre: "No lo entiendo, cuanto más pego a mi hija (pequeña) porque es insoportable, más se agarra a mis piernas. Se ha vuelto muy insegura y ahora cada vez que me ve salir se pone a llorar".





Igual que esa niña, estas chicas que sufren maltrato, a veces temen ser abandonadas, se sienten culpables porque el maltratador maneja un doble discurso y parece que el verbal es el que traduce sus sentimientos mucho más que los golpes o vejaciones. En la fase de "luna de miel", el arrepentimiento abre una puerta de esperanza y ella vuelve a entregarse a la fantasía del cambio, hasta que se inicia de nuevo el ciclo.





Finalmente, Margarita, tomó medidas que le permitieron acabar con aquella historia. Tiene fuerza para cuidar a los demás y, espero, que haya aprendido a cuidarse a sí misma, a distinguir lo que es y lo que no es amor. Me encanta escucharla, pedir las cosas sin tapujos, exponer sus emociones, describir con ternura a su nueva pareja, ver que aquello no ha minado su capacidad para entregarse al amor como debe hacerse, pero que ahora sabe dónde están los límites y que ese amor ha de ser compatible con mantener todo aquello que la ha ayudado a ser como es.

Tendremos que aprender a amar también desde la soledad para saber vivir en compañía.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Opción H de House



House: "No pregunto por qué los pacientes mienten, sólo asumo que lo hacen"
House y una compañera de trabajo dicen que todo el mundo miente. Especialmente los pacientes. Cuando lo someto a encuesta pública igualmente gana por mayoría absoluta tal aseveración. Es una perspectiva, sin duda. El paciente y el guión de la película guardan la sorpresa para más adelante. Te vas metiendo en su mundo, sus personajes tal y como te los presenta el autor, estableces conjeturas sobre el desenlace, pero de pronto, la historia da un giro.
A mí no me importa especialmente. La persona que tengo enfrente puede contarme la historia A o la historia B, en ambas será protagonista, y muy posiblemente an ambas repita papel aunque sea con matices más socialmente aceptables. Sólo sería importante si me centrara en la historia y no en el proceso, en cómo esto que cuenta le afecta a él, a su trabajo, con su pareja, con su familia, con sus amigos.

¿Está mintiendo alguien cuando dice?:

- Nadie me quiere, nadie es capaz de ponerse en mi lugar. Estoy fatal y ni se preocupan por saber qué me ocurre.

Podría ser simplemente una distorsión de la realidad, que sería más patológica cuanta más rigidez mantenga en su creencia. Pero la cuestión no es adivinar si es o no cierto, sino averiguar qué le hace pensar y sentir así, y cómo esto mismo le ayuda o no a afrontar el problema por el que llega a la consulta. Veamos distintas opciones:

Opción A: El psicólogo se empeña en desmonta la historia, pero sutilmente, con un diálogo socrático.

- ¿Y cómo sabe que nadie le quiere?; ¿Por qué tenían que preocuparse?; ¿Le ha dicho usted a esas personas cómo se sentía?,...

Opción B: El psicólogo se monta en la barca que le ofrece el paciente.

- Debe ser horrible que nadie te quiera, y peor aún, que nadie sepa lo mal que estás, y que ni siquiera sean incapaces de ponerse en tu lugar.

Opción C: El psicólogo piensa que esta misma estrategia la utiliza en su vida cotidiana, por lo que decide desmontar el juego.

- ¿Cuándo quiere llamar la atención de alguien significativo para usted suele hacer cosas de este tipo?

Opción D: El psicólogo no sabe cómo actuar y se dedica a consolarlo.

- Bueno, hombre, no estés triste, la vida es bonita, ya verás como encuentras a alguien....

Opción E: El psicólogo tiene una orientación relacional y aunque no hay ningún familiar en la consulta intenta contextualizar su afirmación en tal dirección.

- ¿Y cómo cree usted que se siente su esposa cuando le dice cosas así?

Opción F: El psicólogo es un discípulo aventajado de Albert Ellis.

- Vale, vale, muy bien. No sé por qué tendría que quererlo alguien, así que, ¿me puede decir cuál es su problema?

Opción G: El psicólogo es psicoanalista.

- Mmmmm.

Opción H de House:

- La vida es un asco y la suya es peor que otras. Aunque las hay peores, lo cual también es deprimente.


miércoles, 17 de diciembre de 2008

Cow's contemplation




- Estoy deseando llegar a casa todas las noches y ponerme a hacer los ejercicios de relajación. Me he bajado otros más potentes que el que me diste y es increíble lo que se puede hacer con la mente.
- ¿Y qué dicen?
- Por ejemplo, que si te repites diariamente X veces: “soy alto, rubio y fuerte”, te sentirás así. Es que tenemos muy desaprovechada la mente.





Veo una noticia en el telediario sobre una nueva técnica para manejar el estrés, nueva aquí, pero milenaria ya, según el comentarista. Se basa en el sonido de los cuencos tibetanos. Para ilustrar la noticia aparece una mujer tumbada sobre una tabla espartana y un señor de Móstoles pero con barba y vestido de tibetano haciendo sonar unos cuencos que luego coloca sobre el cuerpo de la susodicha. Finalmente, durante la entrevista de confirmación, ella asegura, con cara de Woody Allen sobando la bola orgasmatrónica, que había sido una experiencia liberadora.

Mucho más atrás, entre los años 80 y 85, mi idea de liberación personal se basaba en la compra de una parcelita en un alto de alguna sierra de no importaba donde, y dedicarme a la cría de caracoles. Tuve que soportar la mofa de buena parte del personal, pero yo me ilustré a fondo sobre la helicicultura y veía, más allá de una fuente de ingresos apreciable, la posibilidad de hacer un trabajo sin estrés. No me podía imaginar nada menos estresante que echarle de comer a los caracoles, después de las dificultades que había tenido con las gallinas. Cuando había hipnotizado al novio de una amiga para compartir el proyecto tuve la desgracia de tener que cambiar de ciudad.

En la actualidad, en cualquier periódico local vemos anuncios sobre hoteles que ofrecen salud a módico precio. Entre la oferta, centrada en la eliminación del estrés, encuentro a veces terapias igualmente maravillosas, como la de las piedras del mar Rojo calientes, que consisten en que te ponen encima unas piedrecitas calentitas, al parecer cogidas allí, por lo que si usted va por la zona no espere encontrar demasiadas. Te las van colocando sobre la espalda desnuda y te transmiten el calor. No sé cuál es la diferencia con la manta eléctrica de mi madre, pero la cara que se les ve a los usuarios compensa la diferencia económica. Hace poco me invitaron un fin de semana. Entro en el cuartito y una alemana hitleriana me da una bolsita con un tanguita negro de plástico y se cruza de brazos mientras se calientan las piedrecitas importadas: "¿Me lo pongo encima?", le pregunto esperanzado. "Encima, no: en lugar de". Cuando te colocan la primera piedra en la nalguita desnuda empiezas a perder el miedo a ser estrangulado y ya se va amortizando la cosa.

Aproximadamente un año atrás, concluyó la investigación más amplia y prolongada que se había realizado hasta la fecha sobre la homeopatía. Las conclusiones eran desesperanzadoras. Cero patatero. Si usted diluye un gramo de veneno de serpiente de cascabel un millón de veces, el supuesto principio activo desaparecerá en la quinta dilución, lo demás es agua con pretensiones –agua muy pura y en grageas, eso sí. El corolario básico del señor Hahnemann era este: a menor dosis, mayor eficacia. Es estúpido, pero para demostrar que es estúpido han tenido que gastarse una pasta gansa en investigación y encima no le hace caso ni el más ilustrado al resultado final.

Voy por la calle de los lácteos en el supermercado. Me cuesta encontrar yogures sólidos o líquidos. Todo parecen medicamentos. Seguramente es más fácil darse atracones de foie sobre sesos de ternera y beberse luego un Danacol, que hacer una dieta saludable. Afortunadamente, la industria nos cuida y facilita nuestra salud a un precio módico y sin más esfuerzo que lanzar el pack curativo sobre el carro de la compra.

Volvemos atrás en el tiempo, llego a una ciudad determinada a ver a unos amigos, la mayoría licenciados, un par de ellos en psicología, precisamente. Durante una comida, una de esas amigas me comenta: “Menos mal que estás hoy aquí y puedo hablar de otra cosa”, “¿De otra cosa?”, “Sí, están todo el día con lo de la imposición de manos o no sé qué de unos chakras”. Por alguna razón, ella no había sido abducida, pero se sentía desplazada.
Luego hablo con otro, que me comenta que hace unos días le quitó un dolor “horroroso” a una niña, que ahora estaba en el nivel no sé cuantos, y que en un curso próximo en Madrid con fulanito iba a subir de nivel. Ante mis objeciones me dijo que evidentemente tenía el chakra demasiado abierto, o sea, arrogante, insensible e incapaz de escuchar.

Después de todo esto uno se queda pensando el esfuerzo que supone trabajar diariamente con personas, ponerse al día, dedicar tiempo de los fines de semana para preparar los casos, el culo aplastado por las rotaciones del sillón giratorio,… y te preguntas: ¿No me habré equivocado? Puesto que había fracasado en el intento de pasearme con un fondo de música barroca, entre un selecto grupo de caracoles dispuestos a procrear sin fin a base de copular con el de al lado independientemente de su sexo, metí toda la información anterior en la batidora mental, convoqué una reunión de amigos lo menos escépticos posibles, le añadimos unas gotas de alcohol a la reunión y nos salió otra opción igualmente realizable: Organizar una terapia basada en la contemplación de la vaca. Para poder cobrar una cifra considerable se necesitaba que fuera en la sierra, en una casa rural, ambiente bucólico, sin móvil ni Internet, cerca de un valle en el que unas vacas blaquenuait pastarían pausadamente sin incomodarse porque un grupo de guiris meditaran acompasados con el ritmo de su rumiación. Faltaba un nombre. El nombre es fundamental para poder cobrar una cantidad indecente que te permita comprarte un móvil de última generación y unos megas decentes para navegar por Internet. No es lo mismo “Terapia basada en infusiones de margaritas”, que la “Terapia de las flores de Bach”; “Piedras calentitas” que “Piedras del mar Negro”, y tampoco, por supuesto “La contemplación de las vacas” que The contemplation of the cows, mejor aún, “Cow’s contemplation”. En cuanto aparezca en el telediario hemos amortizado el alquiler de las vacas.

Si tienen alguna dolencia mental de última hora, les ruego que pidan cita antes de enero de 2009, luego tendrán que inscribirse en los cursos quincenales, comprarse ropa de gasa blanca y acudir a la sierra si quieren volver a tener una experiencia sanadora y espiritual adecuada. Reserven ya, no espere a última hora.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La chica que soñaba con peces de colores


"Está siempre soñando", me dijo la madre compungida. No vi nada malo en ello, de hecho, soñar está entre mis actividades favoritas. "La noto preocupada", le dije. "Es que le cuesta mucho relacionarse, creo que lo de las fantasías es porque no tiene apenas amigos". O sea, "Amelie". ¿Por qué se empeñarán todos los casos en ajustarse a alguna película?, o ¿por qué hacen películas con todos los casos?.



Amelie es muy introvertida y sensible. Siempre está pendiente de los demás pero le cuesta mucho relacionarse porque no es capaz de vencer la incomodidad que le produce intentarlo. En realidad, darse a los demás y evitar los conflictos es en sí misma una forma de relacionarse. Para los otros eres una persona agradable, sonriente, que ríe tus gracias independientemente de lo simples que puedan ser. No es difícil cogerle cariño a las Amelies del mundo. Pero ella se refugia en la fantasía, como bien dice su madre, y sueña con peces de colores. Les da de comer mientras charla con ellos, que la miran fijamente y le responden con burbujitas de aire.


En Amelie el conflicto surge porque desea tener relaciones, amigos,.. pero no es capaz de soportar el malestar que implica iniciarlas, y mucho más mantenerlas. Cuando lo consigue se vuelca tanto con esa otra persona que puede fácilmente establecerse una relación de dependencia que produce, a su vez, otro tipo de temor al abandono, a meter la pata, a no estar a la altura,..


Se marcha la madre -que había pedido entrar antes que la hija para ponerme en "antecedentes"- y entra la hija. Responde con monosílabos, por lo que decido hablar de otros temas, de otras historias, lejanas, distantes, que no la toquen, y así fantaseamos los dos, que es por el momento un territorio común. Pero cuesta trabajo. Ha pasado tanto tiempo intentando no fallar y ser agradable, que casi no le ha quedado nada disponible para otras cosas, otras aficiones que no fueran sus propias fantasías. Y ahí, en ese territorio preciso y bien diseñado, ella se mueve segura y desenvuelta. Es capaz de enfadarse y gritar. Hogar, dulce hogar. Entonces la mirará la madre, la verá ausente, le tocará las palmas cerca de la cara para traerla de nuevo a su lado,.. y volverá, triste de encontrarse otra vez aquí donde los pececitos te esquivan con movimientos de vaivén eléctricos.


Los experimentos de psicología del aprendizaje no los pude hacer con palomas, mi padre tenía una finca con animales, pero no había palomas entre ellos, así que tuve que practicar con gallinas. Al intentar cogerlas para someterlas a las pruebas, las gallinas me esquivaban enloquecidas y todo mi esfuerzo por pillarlas fue inútil. Volví a casa con mi libreta vacía y el sentimiento de inutilidad bastante lleno. Se lo comenté a mi padre y él, sin levantar la vista del libro me dijo: "Coge un puñado de maíz, diles pita, pita, pita,... y ellas solas se acercarán". ¿Así de simple?. Todo el camino de vuelta pensando que lo que los demás hacían con tanta facilidad a mí me estaba vedado y resulta que era así de fácil. No era por mí, no se trataba de que las gallinas olieran mi impotencia, percibieran mi desconocimiento o me odiaran, era por cómo lo hacía.
No todos los experimentos con gallinas fueron gratificantes, pero ya no me centraba en cómo iba a pillar a alguna para el próximo, sino en qué resultados obtendría, en la cara de mi amiga cuando le contara cómo logrí hipnotizar a Caponata,...

Esta semana tengo que ver de nuevo a Amelie. Espero que sepa ya cómo capturar gallinas y pueda dedicarse a las otras tareas verdaderamente trascendentes.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Sesgos, capítulo 2


Un día, siendo pequeño, William Blake vió una serie de angelitos que centelleaban en un árbol. Corrió a su casa y casi sin aliento se lo contó a su padre. Se libró de la paliza porque la madre se interpuso entre ambos: "Es obra del frío, querido", dijo apaciguadora. Imagino que para un calcetero de aquella época, más que preocuparle que su hijo esnifara pegamento lo que le asustaba era verle sacar la fantasía de paseo.
Blake era muy religioso, ¿fueron, acaso, esas gafas las que le hacían ver querubines?.


En el Antiguo Testamento encontramos varias escenas de visionarios. Iban a la montaña a ayunar, con su botellita de Solares llena de agua como único sustento. Ahora sabemos que el ayuno sostenido produce alucinaciones muy similares a las del consumo de LSD. Es decir, estos señores barbudos iban a alucinar tras varios días de ayuno, pero ¿con qué?. Fácil. Hablaban directamente con Dios, que en el fondo era a quien iban a buscar.


Ni Blake ni los barbudos fueron nunca al psicólogo -al menos no a mi consulta-, porque para ellos no existían sesgos en sus visiones-alucinaciones. Las cosas eran así, simplemente.


Uno de los poemas de Blake que más me gustan ("The tiger") contiene este verso:


Did he who made the Lamb make thee? (¿Aquel que te creó, creó al cordero?)


Si yo soy paranoico, tendrá que existir alguien que me persiga, ¿no?.

En un viejo chiste, un señor enciende la radio del coche y escucha: "Atención, atención a todos los que circulan por la A-76, un loco suicida va en dirección contraria", ¿Uno? - se pregunta el conductor- ¡¡Van todos!!.


De pronto, usted ha cogido una hoja y ha comenzado a anotar aspectos de otra persona, tantos positivos como negativos. Luego ha elegido algunas de esas características y se las ha aplicado, y finalmente, siguiendo rigurosamente las instrucciones y perdiendo su precioso tiempo, ha empezado a redactar una serie de actividades de las que hace normalmente. Si en la descripción de sus actividades ha sido escrupuloso, no deberían aparecer adjetivos ("...luego, el rollazo de planchar...). Para que adelantemos en la terapia cuando venga a la consulta a verme, ya debería ser capaz de eliminar los sesgos al menos en la descripción de lo que hace, no debería adornarlo con la pormenorización de cómo se siente haciéndolas. Seguramente, además, hará muchísimas cosas, pero habrá tendido a anotar aquellas que tienen que ver con algo observable externamente. Es posible que no haya puesto: "Pensar", por ejemplo. También es posible que haya optado por globalizar, por ejemplo: "Trabajar".

Vamos a ir uniendo cabos. ¿Ha sido capaz de anotar las cualidades positivas/negativas de esa persona de la misma manera que ha descrito sus actividades? Cuando ha tenido que seleccionar características de las anotadas para usted , ¿cuáles les ha costado más asumir, las positivas o las negativas? Y, por último, me gustaría que entregara la hoja A (la otra persona) y la hoja B (la descripción de las cosas que hace) a otras personas de su entorno que conozcan a ambos -lo ideal sería el trabajo-, y pregúnteles si los reconocen a través de esas anotaciones.


No hay que preocuparse respecto a la visión sesgada. En realidad, es una especie de heurístico que utilizamos para agilizar la vida. Es un chip derivado de las creencias que tiene cada uno respecto a cómo son las cosas y por qué ocurren. Nos permiten tomar decisiones rápidas, generalmente adecuadas en un porcentaje alto. Lo preocupante es cuando las decisiones que nos devuelven esas creencias son desadaptativas pero el paciente no se da cuenta de ello.


Cuando era adolescente, como buen adolescente de los que toman partido, era un dogmático. Ahora sigo viendo el mundo más o menos igual, pero soy más tolerante. Esa es la evolución natural. Si usted es ya adulto, va conduciendo en dirección contraria por error y a pesar de las rafagas de luz que le hacen todos los asustados conductores con los que se cruza, usted sigue pensando que se han vuelto locos, aparque el coche en el arcen momentáneamente y llámeme, por favor, su familia y otras familias se lo agradecerán.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

EL SUDOKU Nº 54: SOLUCIÓN DE PROBLEMAS (Capítulo 1)




Hace mucho, mucho tiempo, jugando un campeonato de España juvenil de ajedrez en Badalona, estábamos todos revueltos por las habitaciones del hotel preparando la salida nocturna. Me llama el de Córdoba y me dice: “Orta, vente a la habitación de Castro, que tiene unos problemas que son la ostia”. ¿Unos problemas de ajedrez? ¿Se quedan en la habitación para resolver unos problemas de ajedrez, con la de catalanas que hay en la disco esperándonos?. El de Córdoba era el ligón, sin él estábamos perdidos, así que lo acompañé con la intención de solventar pronto el asunto y pirarnos cuanto antes a lo verdaderamente importante. Cuando llego a la habitación me encuentro a seis o siete tíos mirando al techo con la mano sujetando la barbilla. Cuando resolvemos problemas de ajedrez simplemente miramos el problema y vamos construyendo el arbolito de variantes, así que pensé: “Aquí pasa algo raro”. “Venga, Castro, dinos cuál tenéis ahora”. Todo el mundo adopta una pose de pausa y Castro comienza a relatar un problema de lógica. Lo escuché, di media vuelta y me fui a jugar partidas rápidas a la habitación de Izeta y el resto de vascos, que eran unos viciosos, pero del ajedrez. Esa reacción no desentonaba mucho con otras anteriores en las que ante una situación conflictiva había optado por la remanguillé, o sea, la evitación o la huida pura y dura. Ahora, con la distancia y las canas, a eso lo llamo miedo al fracaso, porque hasta entonces yo era un niño con escasas experiencias negativas y no sabía si ese tipo de ríos cubrían mucho o no, simplemente, pues, optaba por la sana contemplación de los bañistas tumbado a la bartola sobre la seguridad de los chinorros del campo.

Luego la vida me dio tantas raciones de aquello que evitaba que me zambulló como a Asterix en la pócima mágica, por lo que prácticamente estoy curado (bueno, eso pensaba hasta hace poco).

Unos meses atrás, una paciente me regaló un librito de Sudokus de nivel 3. No sé cómo va esto de los niveles pero según me comentaba ella, era el más difícil. Como ahora me encantan los retos comencé a hacer sudokus a diestro y siniestro. Me parecieron apasionantes. A mi cólon seguramente no. Un día en la playa, un familiar me ve mirando fijamente un sudoku del librito, pero no ponía ningún número. Al rato me dice: “Trae para acá”, y me lo quita de las manos. Coge un lápiz y zas, plis y plas. En lo que duró un chapuzón me encuentro con el libro en la toalla y a él comentando displicente: “¡Están chupados!”. Vaya, pensé, fulanito es una máquina. Abrí el libro para ver los que había resuelto y para preguntarle por su depurada técnica y me encuentro con que todas las casillas estaban escritas con todas las posibilidades. “Hombre, así no vale”, “¿Y por qué no? Así los resuelvo yo”, contestó él con idéntico tono.

Tenemos pues el mismo problema para dos personas y lo único que ha variado es cómo lo afrontan. El resultado final va a ser el mismo. Vaya coincidencia con la consulta diaria. Seguramente yo disfrutaba más del proceso, puesto que para mí lo importante era el descubrimiento, y para él el resultado. También se parece mucho a la consulta esto. Muchos pacientes están agobiados porque están centrados exclusivamente en obtener, tienen que conseguir llegar, acabar,… resultados. He observado que mi actitud es la misma ante los problemas y ante la vida en general (tiene que ser por lo de la pócima). Si voy al futbol prefiero ver un buen partido, si además ganamos, fantástico. Pero ganar a través de un pestiño viendo a todos metidos detrás, haciendo piña con el portero,… pues no me mola. Así que también imagino que esa actitud –la contraria- será la misma ante el sudoku y ante la vida. ¡Qué profundo!¿ ¿Sabrían de esta utilidad los inventores del Sudoku?

Sigamos. Tenemos a un ex-ajedrecista que no tolera el fracaso, metido a psicólogo que busca el descubrimiento en colaboración con sus pacientes. En esto, pongamos que Ana, le regala un libro de sudokus versión lo siento por ti. Bien. Voy haciéndolos por orden, qué más da. Como aquel personaje de "La náusea", de Sartre, que estaba leyendo la biblioteca por orden alfabético. Tengo la sensación de que se va incrementando el nivel de dificultad, pero yo también tengo ya mejores estrategias. Decidí que todo el tiempo del cuartito chico iban a ser exclusivamente para los sudokus. Todos se van resolviendo, pero… llegamos al nº 54. Ahí lo tiene usted. Muy probablemente no sea más complicado que el 76, que ya he resuelto, pero por alguna razón me he quedado atascado. ¿No le ha pasado algo similar a usted en su vida? A mis pacientes, frecuentemente. ¿Qué hago para solucionar algo que veo que me está afectando? Lo de siempre, contar con todo aquel que se deja. Siempre cuento con mis amigos para ello. En este caso, como no les seduce mucho la idea, he decidido hacer una puesta en común más colectiva y anónima. Da igual.

En el cajón superior de la mesa, - que ahora se encuentra a la derecha porque la anterior cajonera se descerrajó, como sabrá por capítulos anteriores de la serie – tengo varios puzzles pequeñitos que compro en una tienda de juguetes cercana. Son puzzles de madera de entre 4 y 6 piezas. Aparentemente fáciles. Me quedan pocos porque los tengo distribuidos. A los chicos adolescentes que llegan empujados por sus padres pero seguros de no necesitar ayuda, suelo decirles: “Vale, hagamos un trato. Si eres capaz de solucionar este puzzle de 4 piezas esta semana, está claro que eres autosuficiente y que los extraterrestres son tus padres. En caso contrario, igual necesitas que hablemos un poco”. Siempre asienten convencidos con una sonrisita de autocomplacencia cuando ven la cajita minúscula y las piezas con las que tienen que formar una simple cruz. Luego trabajo con ellos durante algunos meses. Igualmente, usted debería considerar seriamente si es capaz de enfrentarse a este sudoku sin lápices para anotar, simplemente, cuando esté convencido de un número lo pone y así poco a poco. Si al final le sale mal, sin duda no ha medido sus pasos. Si no avanza… Bueno, ya comentaremos.

Vayamos, pues con el dichoso nº 54, para que se distraiga mientras analiza las conductas positivas y negativas de su vecino de enfrente para la entrada anterior.
Y ya puestos, le dejo la pieza de Los Beatles que yo oía por aquel entonces, antes de jugar una partida... decía que nada era real... así me preparaba para afrontar los problemas que el de las gafas de culo de botella estaría dispuesto a ponerme en el tablero, sabiendo que nada, nada, ni los campos de fresas,... son reales. ..but it all works out. Todo tiene solución.

martes, 9 de diciembre de 2008

Sesgos: prueba colectiva


Hace un par de meses hice una prueba con varios pacientes que presentaban obsesiones puras. Les presenté una serie de diálogos, reales o inventados, en los que dos personas desconocidas charlaban, entregándoles un extracto de la conversación de apenas cuatro líneas. Despúes hice lo mismo con otras cuatro que podríamos llamar no-clínicos. En todos los casos, los resultados mostraron que ambos grupos estaban de acuerdo en la descripción de lo que ocurría, a pesar de los datos escasos a los que tuvieron acceso. La única diferencia aparecía cuando el diálogo hacía referencia a aspectos emocionales cercanos a sus obsesiones. Entonces, sesgaban la interpretación en la misma dirección que hacen con sus pensamientos.


Ser conscientes de cómo nuestras preocupaciones, temores y emociones tiñen de un color determinado los sucesos internos o externos asociados a los mismos, no es suficiente para que la persona se vuelva de pronto flexible hasta el punto de creerse con el mismo grado de verosimilitud cualquier otra interpretación. Es un punto de partida, nada más.


Le propongo un ejercicio: Elija a una persona cualquiera de su entorno, alguien a quien vea frecuentemente. No piense en si le cae bien o mal. Simplemente diga, "esta persona". Vale. Anote su nombre.


Ahora puede seguir leyendo. Escriba en una hoja diez cosas positivas de esa persona y luego, por detrás, diez cosas negativas. Dése tiempo, porque es posible que lo necesite para observar y completar una de las dos caras.


Tercera parte. Ahora haga una señal en cada una de las que le gustaría tener a usted (de las positivas) y de las que le gustaría no tener (negativas), pero tiene.


Cuarto. Por último, quiero que describa entre treinta y cuarenta cosas que hace usted en un día normal, por ejemplo, un día laborable.


Aquí lo dejamos. Una vez hecha la tarea comuníquemelo, luego haremos un análisis colectivo.


Mientras, espero que me ayude a resolver el sudoku nº 54, que será la próxima entrada.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Turrones y mazapanes


Hay dos situaciones que no me gustan de la Navidad: cuando está a punto de llegar y cuando se ha ido. En ambos casos las calles están tristemente decoradas por las noches. Las estrellas, trineos, copos de nieves, campanillas y demás motivos navideños cuelgan apagados y difusos sobre nuestras cabezas. Aguantan los témpanos nocturnos sin la compensación del abrigo de sus luces. Los transeúntes recordamos entonces que tenemos que tenemos que hacer acopio de dinero, concretar las comidas, cenas y tentempiés e ir adecuando nuestro rostro a la sonrisa plácida y purificadora que es esperable desde el punto de vista menos pagano.



Mi consulta está en un sitio muy céntrico. La Navidad está justo detrás del pomo de la puerta de la calle y los pacientes llegan ya desde la Navidad con el disgusto reflejado en sus rostros.


Entre las muchas encuestas inútiles que hago, por estas fechas suelo preguntar sobre si les gusta o no todo el jaleillo navideño. El porcentaje es abrumador a favor del NO.


Anoche, cuando salía de la consulta, bajo el palio silencioso de las guirnaldas navideñas, llevaba aún la conversación del último paciente merodeando por mi cabeza. A ella no es que no le gustara la Navidad; la odiaba. ¿Y por qué a mí me gusta tanto?, pensé. Bueno, en realidad a mí me gustan todas las estaciones, casi todas las celebraciones -hasta encuentro cierto punto esperpéntico en las mortuorias, con sus chistes y conversaciones ajenas alrededor del muerto-, y por supuesto, todo lo que El Corte Inglés estime oportuno que me guste. También es posible que se deba a que soy un consumista confeso o a que me gusta mucho comer en compañía y charlar con los amigos tomando mousse de turrón. No sé, pero cuando esos grandes almacenes comienzan a anunciar el evento que sea (primavera, verano, navidades o los diez eternos días de oro) yo me pongo el salero en la boca y me convierto en un robot, como W. Allen en "El dormilón". A mis pacientes y a una gran parte de la población, sector contestatario, les da por pensar y quejarse sobre el verdadero sentido de todo esto (que gastemos todo lo que nos dan para gastar y cosas así), sobre la hipocresía de ser buenos por decreto,.. Pero qué sería de las tiendas y almacenes y de los pobres -exceptuando a los gorrillas atracacoches- que se sientan cerca de las iglesias o dónde les toque a pedir la dádiva navideña. Es justo en esta época en la que todos ellos hacen las provisiones para el resto del año (bueno, no estoy seguro de que sea el caso de los mendigos). Aún no regalo por Nochebuena, ni nos vestimos de Papá Noël, pero es cuestión de que el citado almacén lo ordene. Total, este año ya he votado en las elecciones americanas y he decorado una calabaza con velita interior. Lo demás es cuestión de tiempo.


"En esta época me pongo mucho más triste", "No soporto estas fechas". Vaya por dios. Dios, quiero decir.


Este viernes, como es preceptivo, pondremos el árbol navideño con nuevos adornos caseros (una haditas hechas de pétalos de flores), nos sentaremos en el sofá arremolinados los tres y mi hija pequeña se sentará en su cuna-asiento, y veremos "Eduardo Manostijeras", posiblemente repitamos próximamente para embebernos aún más del espíritu adecuado, "¡Qué bello es vivir!". Por cada media hora de metraje me zamparé media tableta de turrón de Jijona y algún mazapán para despistar, luego no podré dormir por la indigestión pero aprovecharé para entrenar los villancicos. ¡Cómo me gusta la Navidad!





martes, 2 de diciembre de 2008

TOC, TOC


Uno de los motivos por los que escribo este blog tiene que ver con el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). Hace unos años, unos familiares de una paciente de TOC me preguntaron si había posibilidades de que otros familiares o pacientes anteriores les hablaran de cómo les había ido y si habían podido recuperarse. Llamé a varios pero la respuesta fue negativa por varios motivos, entre ellos, no querer volver a recordar todo aquel infierno. Un día se me ocurrió que podría ser bueno que hubiera algún intercambio de opiniones respecto a sus propios problemas en un contexto controlado, puesto que los foros que visité eran desesperanzadores. Y de esta manera entré en la blogsfera. De forma que ya va siendo hora de abordar algunos aspectos referidos al TOC.


Hace unos años llegó a la consulta una persona que se llevaba horas delante de un paquete para envolverlo de la forma adecuada. El resto de su vida era parecido. Necesitaba un gran orden y control, rutinas estrictas. Cada año llegando unas fechas determinadas se deprimía. Y cada vez acudía a tratamiento. Se recuperaba y... hasta el año próximo. Me llamó la atención este hecho. Así que una vez que recogí información sobre el estado de ánimo y las relaciones funcionales y contextuales y estas cosas que hacemos, le pasé las correspondientes pruebas de personalidad y evaluamos cómo tenía estructurada su vida. Fue entonces cuando comenzó a contarme las dificultades que tenía para tomar decisiones.


La indecisión es uno de las características de un TOC, pero claro, también de una persona con depresión. No obstante, a esta paciente eso le ocurría cada día, no sólo cuando se encontraba deprimida. Era tan agotador el proceso que demoraba todo aquello que tuviera que ver con lo mismo. Los heurísticos parece que no se encuentran en el repertorio de los obsesivos. Necesitan una gran cantidad de evidencia. Son como unos fieles discípulos de Santo Tomás.


Uno de los mejores experimentos para comprobar cómo funciona la atención en estas personas tiene que ver con una modificación del test Stroop. Se trata de un test en el que se pasan una lista de palabras que el sujeto tiene que leer, posteriormente otra en la que tiene que decir el color y no la palabra. Por ejemplo, si encuentra la palabra "rojo", pero está escrita en color verde, la respuesta adecuada es "verde". Cuando se le presentan a un sujeto obsesivo palabras relacionadas con sus intrusiones tardan bastante más en responder que los grupos controles en decir el color y se equivocan más . Es decir, estas personas van a tener mucha dificultad en dirigir la atención hacia los estímulos irrelevantes, como es el caso del color en el test. Si van a desayunar intentarán controlar para no tocar a algo o a alguien a quien puedan contaminar o contaminarse (dependiendo del tipo de TOC).


En "Mejor imposible", nos encontramos con un obsesivo compulsivo. Melvin (Jack Nicholson), interpreta a un egocéntrico escritor de novelas rosa, que no tiene problemas para insultar a todo el que se le ponga por delante. Entre las obsesiones de este sujeto están las de ser atendido siempre por la misma persona en el restaurante, no pisar las rayas enlosadas de la acera, lavarse compulsivamente para evitar la contaminación, llevarse los cubiertos esterilizados al restaurante,... Aparece una estupenda (como me gusta Helen Hunt) terapeuta que le aplica un poquito de exposición con prevención de respuesta y se enfrenta al gruñón, viendo algo más debajo de la apariencia de perfección.


Sólo recientemente hemos conseguido encontrar tratamientos efectivos para los TOC. Aún así siguen siendo casos difíciles de tratar. En el último Congreso de la AEPCP celebrado estos días en Huelva se ha hablado bastante de TOC. Las investigaciones son esperanzadoras pero también contradictorias. Falta aún bastante, pero tenemos a muy buenos profesionales trabajando en el tema. Una vez que se pudo demostrar que se trata de un trastorno con una prevalencia mucho más alta de lo que se pensaba y con un alto coste sanitario y socio-laboral, el dinero para investigar ha mejorado mucho los resultados finales. Sabemos qué terapias son más adecuadas y estamos pendientes de estudios que confirmen cómo de específicas han de ser dependiendo del tipo de sesgos que presentan los pacientes. Mientras, nuestra tarea en la consulta es ir soltando los nudos del corsé a los pacientes y que comiencen a respirar el aire contaminado que nos inyectamos los demás en los pulmones mientras van camino del trabajo pensando si desayunarán tostada con jamón o tostada con mantequilla.

martes, 25 de noviembre de 2008

Esperando a Godot en el Messenger



Los otros días, en uno de esos huecos de la consulta entré en el MSN. Desde que abrí la cuenta hace unos años prácticamente no había vuelto a usarla más que para entrar en Hotmail y ver el correo. Ahora, por cuestiones que no vienen al caso, entro de vez en cuando. Sólo tengo tres o cuatro contactos y casi nunca están cuando yo entro. Sin embargo hay una amiga y colega que sí se encuentra habitualmente, aunque tenga puesto un simbolito del tipo “estoy, pero no estoy”. Las pocas veces que hablamos lo hacemos sobre la vida colegial (del colegio de psicología). Esta vez la cosa fue por otros derroteros. Le pregunté: “¿Por qué crees tú que una persona –no adolescente- está siempre conectada al msn?”. “No lo sé. Seguramente porque no tiene otra cosa mejor que hacer”, me respondió con una sencillez aplastante. Como ese final tan lúcido no me atrajo lo suficiente le planteé este otro: “Igual es que están esperando a Godot”.


Me parece que Beckett es uno de los autores con un sentido del humor más negro, sin pasar por el sarcasmo o la ironía, del que hubiera hecho gala si hubiera sido inglés en lugar de irlandés, probablemente. Estaría más identificado con él si no fuera porque le gustaba tanto Joyce, del que me distancia la manía que siento por su Ulises y su horrible relación con Virginia Woolf, a la que yo admiro tanto. (Perdonen por la digresión, es que estoy en medio de otro de esos huecos intra-mundos que me proporcionan la ausencia de pacientes).

Hace unos días, entrenando con un paciente aislado del mundo cómo conectarse a la sociedad, para poner en práctica lo pactado entramos en un chat. Estábamos en una sala cualquiera y comprobé que la mayoría de los usuarios se encontraban en una columna a la izquierda sin participar para nada (bueno, viendo la participación del resto tampoco tengo claro que no fuera lo mejor). El paciente me preguntó: “¿Y yo qué hago? ¿Participo o espero?”. ¿Esperar?, pensé, ¿esperar a qué o a quién?.
La cultura oriental se precia de no esperar. Si usted ha hecho un curso de budismo por CEAC ahora mismo estará leyendo sin esperar nada (se lo agradezco). Si se sientan en un banco de la plaza, tomarán el sol y sentirán la brisa sobre sus ojos cerrados. Los occidentales esperamos. Nos movemos en el mundo de lo implícito. Ana esperaba que su marido la entendiera a través de su silencio. Pedro esperaba que su hijo aprendiera a comportarse en público conforme los años fueran pesándole en las piernas. Los de la columna izquierda están todos esperando. Hicimos clic sobre algunos de esos nicks sumergidos en los matojos de la sala. Le preguntamos: “¿Estás esperando algo?”. Silencio.

Los dos protagonistas de la obra citada están esperando a un tal Godot. No tenemos ni idea de quién es el tal Godot ni de por qué tienen que esperarlo. Los espectadores o lectores esperamos que la trama se desarrolle. También esperamos. Encontrar una explicación. Todo transcurre, sin embargo, de una manera rutinaria y hasta tediosa y aburrida. No obstante, tanto los protagonistas como nosotros seguimos en el mismo sitio y con la misma pasiva actitud.

“¿Qué hago con mi depresión?”, me pregunta. “Bailar batuka, por supuesto”, respondo. Quien baila no espera, actúa.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Las dos tragedias de la vida




Ayer estuve viendo una película colombiana en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Durante la proyección me pasaba lo contrario que en la consulta, veía a pacientes igual que en el despacho veo películas. Recordé una frase famosa de G.B. Shaw:




" There are two tragedies in life. One is not to get your heart's desire. The other is to get it."




Los personajes de la película buscaban un paraiso imaginario, ella llegar a Nueva York, él llegar a ella. Ambos pasan por las dos tragedias, la del deseo anhelado y la del deseo conseguido.




He conocido a muchos pacientes durante estos años pasar por esas dos habitaciones contiguas. Un sufrimiento inicial por un amor no correspondido, por no aprobar las oposiciones, por obtener un puesto, porque no cambie de sitio el bar de la esquina,... y otro posterior, más duradero habitualmente, por haber descubierto cómo era en realidad el paraíso.

Adoro el título de un libro de poemas de un escritor onubense: "Nunca fuimos lo pensado". Creo que es lo que más me gusta del libro con diferencia.

Nunca cojo la ilusión o la desilusión para llevarlas dándole collejas hasta enderezarlas y meterlas en su depósito homeostático familiarmente aceptado. Prefiero verlas retozar por los campos de amapolas, margaritas y cardos con espinas. Siempre, claro está, que la Heidi de turno sepa que está en las montañas y que ha de cuidarse del precipicio.

Conozco a una persona que me dijo una vez cuál era su plan, ahora que había pasado por ese pedregal florido, y finalmente he visto con alegre asombro que cada una de sus intenciones se ha ido cumpliendo. Cuando pienso en ello me reafirmo en lo valiosas que son esas experiencias. La bofetada tipo Gilda te devuelve a la realidad y si reflexionas adecuadamente ves que ahora eres capaz de discernir lo que sí y lo que no quieres que forme parte de tu vida, de tus proyectos,..

Me gusta el final de la película. No lo destriparé. También me gusta encontrarme a antiguos pacientes que me cuentan con distancia su tránsito inter-paraísos.

Veremos qué pacientes me esperan esta tarde en la sala.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿Qué significa este sueño?


Hace mucho tiempo, que no tenía, o recordaba tener, sueños recurrentes. He vuelto a las andadas. De nuevo aprovecho las ventajas nocturnas para pasearme volando sobre la ciudad y sobre los campos, apenas apreciando a los seres humanos y a sus vehículos moverse diminutos a lo lejos.
Encima, estoy a punto de cambiar de gafas que siempre ha sido presagio de alteraciones en mi vida. Uf. Usted dirá, eso tiene tanta relación como: "si llueve me tocará el gordo de Navidad". Sí, es cierto, vaya psicólogo.



Por capítulos anteriores de la serie, usted ya sabe que ni soy psicoanalista, ni me gusta el chill out, ni los callos en salsa y menos aún el cilantro inundando cualquier plato con su intenso e incapacitante aroma. Por lo tanto, cuando me despierto en medio de una fase r.e.m. y recuerdo vaga o nítidamente lo soñado, hago poco esfuerzo por descifrarlo. Tampoco hago demasiada fuerza por desmantelarme esos ramalazos de pensamiento mágico. En realidad soy bastante racional, por lo menos hasta donde me lo permite mi estómago.

Pero claro, cuando estoy a punto de cambiar de gafas y encima sueño reiteradamente con que estoy volando por encima de las nubes...

Ya tenía desterrada de la consulta la interpretación de los sueños. Como ya dije, le había buscado un hueco en las cenas con los amigos y en las copas con los enemigos. Pero hace unos años, algunos psicólogos de corte cognitivo-conductual se plantearon recuperar los sueños que traían los pacientes -que seguían con su constumbre de ver series americanas llenas de divanes-, pero dándoles un contenido más cercano a su propia orientación terapéutica. Me gustó la idea. Al fin y al cabo, los sueños son historias que trae el paciente y yo me dedico básicamente a eso, a intercambiar historias, a reconstruirlas, a mirarlas desde otra perspectiva,.. En este sentido, cada sueño sería idiosincrático. Soñamos cosas comunes porque vivimos en espacios comunes, con similares respuestas emocionales ante parecidos estímulos.

Podemos convertir en una historia tanto un pensamiento-nube como un sueño.

Una paciente me decía hace poco: "Sueño con que a X le pasa algo grave". Analizando lo que me contó luego, llegué a una interpretación curiosa, por cuanto la he utilizado muchas veces entre copas: le gustaría tener algunas de las cosas de la otra persona, bien de tipo material, bien determinadas habilidades, bien algo relacionado con su entorno,.. Ella mantenía una buena relación con X. A mí no me seducía esta vía, de forma que probamos con una construcción de su sueño que le permitiera canalizar sus propios esfuerzos acerca del motivo principal de la consulta y lo dejamos ahí. Si hubiera sido una amiga mía le habría soltado todo lo anterior y ahora estaría observando qué de la otra persona es lo que más envidia ¡y finalmente lo descubriría!.

De todas formas si tiene sueños de este tipo y no viene a mi consulta también puede quedarse con esa interpretación.

Walden me habría dicho, respecto a mi sueño, que estudiara por qué quiero quitarme de en medio y volar tan lejos de las personas. Menos mal que yo no tomo en serio a Walden.

lunes, 17 de noviembre de 2008

DESAJUSTES EMOCIONALES



Hablar de desajustes emocionales parece implicar que donde ahora hay un roto, antes hubo un descosido, pero antes aún, el traje estaba impoluto. Me refiero pues a cuando un paciente es capaz de identificar un antes y un después. Un momento en el que se recordaba “ajustado”, y un momento posterior a un suceso tras el cual se produce el “desajuste”. Dejaremos para otro día a ese grupo de pacientes que siempre se recuerdan así, variando más la intensidad que la presencia o ausencia de alteración emocional.

Como habrá podido comprobar, una de las cosas que más apreciamos los seres humanos es la seguridad, en el sentido de predictibilidad. Si usted va a un Congreso, el segundo día tenderá a sentarse en el mismo asiento que el primero.
Un paciente me decía hace algunos meses: “Yo ya tenía mi vida encarrilada, pensaba dejar los trabajos extras, tenía la casa de mis sueños,… de pronto mi esposa me dice que me deja, que ya no sigue enamorada…Ahora estoy perdido”.

En la película “Vivir”, de Akiro Kurosawa, un funcionario que trabaja al frente del departamento de Atención al ciudadano, recibe la noticia de que va a morir en poco tiempo. Todo el trabajo burocrático y rutinario que venía realizando toma ahora su verdadera dimensión de vacío y , Watanabe, nuestro anti-héroe, intenta entonces encontrar algo que dé sentido a sus últimos días.

Una niña intelectualmente brillante, “de notable a sobresaliente en primaria”, comienza a suspender en su primer año en el instituto. El resto de compañeras del colegio habían elegido otro y ella optó por éste, animada por su familia, a pesar de que nadie de las que durante los años anteriores habían sido compañeras de clases y juegos, la siguiera.

Una mujer se ve envuelta en un accidente de coches en cadena en el puente. No sale con lesiones, pero desde entonces no es capaz de volver a conducir.

Lo que más desestabiliza a todas estas personas es el cambio. El cambio, que es el modus vivendi en la infancia, se transforma en una amenaza a la estabilidad en la edad adulta. Ahora tienes que destinar de nuevo energías que tenías reservadas para otros fines a esta nueva tarea de adaptación. Es un proceso arduo que no siempre se resuelve satisfactoriamente. En parte porque seguimos utilizando las mismas estrategias para situaciones diferentes y aquí no nos valen. A pesar de la evidencia inicial, podemos volver a insistir una y otra vez. Es lo que algunos psicólogos llaman “cambio 1”, o “más de lo mismo”, en los que lo que varía es la intensidad, no la cualidad de la solución intentada.

Cuando llegan a la consulta generalmente la alteración ya es mayor de edad y ha ido derramándose tanto a nivel social como somático. Se modifican los patrones de sueño, de alimentación, el ritmo de vida, a qué se dedican los tiempos de ocio,..
En el primer ejemplo, lo que más notaba la persona separada eran los accesos de ira, la niña del instituto lloraba amargamente por las esquinas y apenas comía, la conductora no dormía cada vez que sabía que tenía que volver a coger el coche,…

Habitualmente, estas personas tienen recursos para afrontar los cambios –excepto el pobre Watanabe, claro está-, pero la intensidad emocional les hace utilizar los más inadecuados.
Cuando usted está delante de una persona que se encuentra muy alterada, los intentos de razonamiento suelen ser poco útiles. Seguimos siendo así de primitivos. Cuando su bebé lloraba amargamente, lo que le calmaba no era la historia de su papito recogiendo garbancitos, sino el tono suave y melodioso con que se lo contaba, unido a ese meneito agradable. Si ve venir una estampida de elefantes directamente a su casa, no se ponga delante intentando convencerlos de que a la selva se va por la Avenida de los Astronautas y no por su salón.

Si es usted la persona que sufre esta montaña rusa, tómese el esfuerzo de anotar qué hace con ello, más que en divagar sobre el hecho en sí. Escriba, escriba. Si es capaz de escribir ya ha dado un paso hacia el control.
Ya, de paso, escriba algo en el blog.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Examen de psicología






Voy a imaginar que usted es un o una colega, un estudiante de psicología o bien que lee asiduamente libros de autoayuda o todas las revistas que empiecen por psi, o que lleva dos años de terapia como paciente, o que está casado con una psicóloga, o que ve la serie "In Treatment" o que siguió de cerca las intervenciones de Fermín/Fernando en "Los Serrano", o que se ha leído varias veces todos los posts de este blog,... Bien. Necesito su ayuda. Ha llegado un paciente a la consulta y después del protocolario saludo me dice lo siguiente:

Paciente: Estoy fatal.

"Caramba -pensará-, menos mal que soy un experto". Entonces ya sabrá que los psicólogos nos ponemos nerviosos con los términos abstractos y que tenemos una herramienta tipo "todo en uno" para salir del paso. No obstante, puede decir:

Usted: ...fatal.

Aunque no sea psicoanalista, si no sabe qué hacer acuda sin rubor a esta técnica. Repita lo que le ha dicho la persona.

Paciente: Sí, fatal. No duermo, me llevo todo el día alterado, nervioso,.. -habrá comprobado cómo por arte de magia su paciente da unas muy útiles explicaciones adicionales.

Sigamos. Encuentre las palabras que no le ayudan a usted nada. En este caso: fatal, alterado, nervioso. Dicen mucho para la persona que le va a pagar, pero usted no sabe si está dando vueltas constantes en círculo, si se muerde compulsivamente las uñas o si está incubando una E. coli en el duodeno. Quédese entonces con el síntoma que aparezca en mayor número de ítems en los cuestionarios que conoce.
Usted: No duerme -si no encuentra solución, insista en la técnica anterior, hay que amortizar el año que nos obligaron a leer textos freudianos.

Paciente: No. Me acuesto y no logro conciliar el sueño y si acaso me duermo, me despierto en seguida y vuelta a empezar.

¡Ea, ya tiene algo! Si usted es aficionado a "mentesana", "salud natural",o cosas así, probablemente también estará enganchado, o lo ha estado, a House. Ya sabe, entonces, que a un síntoma tiene que unirle otros para que actúen como una coral y entonces le suenen a usted.

Usted: ¿Y de apetito que tal?

Primer fallo, está en cuarto de carrera y es natural que tenga prisa por reunir datos, porque manejarse en la ambigüedad y la indefinición lo ponen a usted más nervioso que a su paciente.

Paciente: Como sin parar.

Ha tenido suerte, no crea que fue un acierto. Ha sido casualidad. No se puntúe este ítem.

Usted: Y... ¿qué otras cosas nota?

Lamento decirle que para llevar dos años de terapia se maneja bastante mal. Ya debería tener en mente la navaja suiza. La todo en uno. Intente contextualizar los síntomas, en caso contrario estarían desnuditos, podría dar un diagnóstico y sin embargo no saber nada acerca de la persona que tiene enfrente.

Paciente: Esto, aquello, y por cierto, también lo otro. ¿Tienen relación?

Uf, ya tiene todo el paquete de síntomas, Housito, ¿y ahora qué? ¿y la pizarrita? ¿y la rubia sabihonda?.

Usted: Bien, ¿y desde cuándo le ocurre?

Menos mal, ya veo que va enderezando, se nota que lee este blog.

Paciente: Desde...

Usted: ¿Y qué ha intentado hacer para manejar...?

Oh, me rindo a su eficacia. Lo dejo solo ya. Sin duda tiene la orientación terapéutica adecuada. Procure no imitar a Gabriel Byrne, por lo demás, va bien encaminado. Enhorabuena.


Por cierto, si quiere conocer la nota no olvide leer el post sobre el jamón ibérico.




sábado, 8 de noviembre de 2008

Ladrones de nubes



Estás tumbado sobre el césped. Miras el cielo. Las nubes se desplazan pausadamente, permitiéndote detenerte en sus formas, en su volumen,... A veces la atención se dirge a la humedad de la yerba sobre la espalda, al zumbido lejano de algún insecto, a voces,… Vuelves a las nubes, no importa que ya no sea la misma a la que hasta hace unos segundos intentabas encontrar semejanzas. Y así pasa el tiempo, no esperas que pase más o menos rápido. Simplemente no importa. No quieres detenerlo porque no estás pendiente de su existencia.

Los pensamientos, como las nubes, son etéreos y transitorios. Muchos pacientes llegan a la consulta con nubes debajo del brazo. Ese algodón amorfo que volaba libremente junto a bandadas de patos en V, está ahora aquí, en nuestra mesa de disección, preguntándose, probablemente, por la causa de su secuestro, ella, que está hecha exactamente de la misma materia insustancial que sus compañeras de excursión, por alguna causa que desconoce ha sido raptada y encerrada, girando desde entonces en esta nueva espiral sin fin.

Yo les pregunto: “¿Y qué diferencia hay entre la nube: nadie me quiere y la nube: todo el mundo me quiere?”, ¿acaso no están hechos de la misma materia? ¿qué hace que de pronto, esa nube parezca detenida, amenazante, y que donde antes había vapor evaporándose en capas sucesivas, esté ahora esa especie de nimbo tangible?.

Cuando House dice que todos los pacientes mienten, en realidad quiere decir que todos los pacientes –y todos nosotros- se mienten. Se engañan inconscientemente. No todos, obviamente, pero sí los ladrones de nubes.

El proceso es más kafkiano que poético. Tras el secuestro la interroga sin piedad, luego la escucha y pone la misma cara que yo cuando intentan relajarme a traición con chill out, convencido de que dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Vuelvo a colocarla en su sitio, confundida como una más, allá en el celaje, le paso el brazo por el hombro al paciente y le pido que soplemos juntos y en la misma dirección.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Las propiedades terapéuticas del jamón ibérico


A veces me encuentro con un rato libre en la consulta, aproximadamente una hora, entre uno y otro paciente. Alguien ha anulado la cita y ha dejado esa isla en medio para que disfrute de unas mini-vacaciones. Se me abre entonces un abanico de posibilidades: ¿bajo a tomar un café o a pasear un rato?, ¿repaso algo pendiente?, ¿ordeno la pila de libros de la derecha?, ¿practico malabarismo?,… Ayer, en tal coyuntura, me puse a observar los libros y comprobé con cierta sorpresa que cerca de la mitad me lo habían regalado pacientes. No eran libros comprados al azar, todos sin excepción se corresponden con algo que me gusta especialmente: Woody Allen, filosofía, la felicidad, sudokus,..





Por un momento –un momento algo paranoico, si quieren- pensé que en realidad estaba siendo sometido a terapia por un montón de personas que se turnaban semanalmente para despistar. La investigación estaría sufragada por ayudas del CIS y con esos fondos pagarían la mentira en forma de estipendio laboral. Algo como “El show de Truman”, más o menos.

En la vida real suelo dar poca información sobre mí, así que esto es pura terapia. No sé si se curarán, pero la mayoría sabe que me gusta cocinar y charlar sobre cine. En un intento por crear ese universo común en el que movernos, del que otras veces he hablado, empiezo a poner cartas tipo Tarot sobre la mesa, e implícitamente le pido a la persona que elija. Toda la verdad y toda la terapia están en cada una, clonadas, a pesar de su aparente independencia. Se elija la que se elija, el final será siempre el mismo: nos comunicaremos.

También me gusta la fotografía. Cuando hago fotos de paisajes busco siempre seres humanos que me sirvan de contrapunto. Es la medida universal. Aquella montaña sin Manuel, el pastor, tiene una dimensión completamente diferente. Lo que me cuenta el paciente, sin contextualizar, puede ser algo inexplicable. De hecho, la forma en que lo extrae de la realidad se convierte en sí mismo en un problema. Muchos pacientes hablan de lo que les pasa y tienes la sensación de que son ajenos a cualquier hecho o dato que tergiverse o anule tal reflexión, les hace falta el contrapunto, la referencia.

Bien, creamos el espacio adecuado. “Yo una vez….”, “Pues a mí….”, como dos viejos conocidos que se encuentran como vecinos en los asientos inescapables del autobús. Vamos intercambiando cromos y ahora traemos al ser humano a este paisaje y entonces… comienza la terapia.

Ayer terminé luchando contra el sudoku nº 54, en el que llevo una semana sin colocar un número. Volví a mirar la columna humeante de libros y pensé: “Igual he hablado poco de las propiedades terapéuticas del jamón ibérico”.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Los versos más tristes

El insomnio es un fugitivo. Un ejército de capsulitas bicolores trata de someterlo al injusto dominio del sueño y él huye a través de los ojos entrecerrados del insomne.

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche...".

El amor, el desamor, el estrés, el repaso de lo que fue y de lo que pudo ser, la anticipación negativa, el texto hasta entonces esquivo, la más profunda, inútil y silenciosa conversación,... Todo encuentra cobijo en el manto acogedor del insomnio.

- "No duermo". "Apenas duermo". "Me desvelo y ya no puedo volver a conciliar el sueño". "No me repara el cansancio, es un sueño ligero". "Lucho, lo intento todo, pero no duermo"

El insomnio es un fiel compañero de muchos trastornos. Tiene identidad propia y aún así, no tiene reparos en dejarse ver con otros, en un segundo falso plano. Los tests que exploran ansiedad, depresión, etc., siempre reservan uno o varios ítems a este aspecto. Si ponemos una crucecita ahí, mal asunto, el resto de síntomas cobrarán otra dimensíon.

El sueño es un gato. Lo llamamos y no viene. Obstinados, le hacemos gestos que ya debiera entender. Ronronea en la distancia, haciendo eses en un ritual de acercamiento, hasta que, ya en nuestro regazo, se arremolina confiado. Bastará, no obstante, una sombra, una duda, una simple amenaza de movimiento, para que salte de nuevo a la distancia, sin poder ya acariciar su lomo erizado.

Lo que los psicólogos llamamos "Higiene del sueño" tiene menos de policía de la Gestapo que las pastillitas citadas. Permite tratar al insomnio con cierta camaradería, aprovechar el resquicio de tiempo gratis, dejarse vencer por el balanceo del abandono. Es una especie de manual de rendición. Y en esa extraña carretera secundaria aparece de nuevo el felino para arrastrarte, ahora que ya has encontrado otra causa más noble, y tú vas, vencido al fin.

"...oír la noche inmensa, más inmensa sin ella..."


viernes, 31 de octubre de 2008

Ventanas


José me trajo ayer un poema. Yo prometí cambiárselo por otro. Pensé en unos versos de Rimbaud, pero luego he madurado la idea y he caído en la cuenta de que serían más adecuados estos otros de Baudelaire:


"...Il n'est pas d'objet plus profond, plus mystérieux, plus fécond, plus ténébreux, plus éblouissant qu'une fenêtre éclairée d'une chandelle. Ce qu'on peut voir au soleil est toujours moins intéressant que ce qui se passe derrière une vitre. Dans ce trou noir ou lumineux vit la
vit, rêve la vie, souffre la vie.Par delà des vagues de toits, j'aperçois une femme mûre, ridée déjà, pauvre, toujours penchée sur quelque chose, et qui ne sort jamais..."

(...No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrante, que una ventana iluminada por una candela. Lo que se puede ver a la luz del sol es siempre menos interesante que lo que pasa detrás de un cristal. En ese agujero oscuro o luminoso vive la vida, sufre la vida. Más allá de la oleada de tejados, entreveo a una mujer madura, ya con arrugas, pobre, siempre inclinada sobre algo, y que nunca sale a la calle...)


Baudelaire era un currante de la poesía, un trabajador urbano, que rompió definitivamente con la losa estética de Víctor Hugo. Su labor estaba destinada a la ruptura.


José es un trabajador infatigable. Pero su objetivo no es la ruptura, más bien al contrario, realiza una labor de mantenimiento. Cualquier cambio es susceptible de crearle un problema. De forma que lo analiza todo al detalle.

Hablo con él y me pasa como tantas veces, veo a esa otra persona encerrada dentro e imagino cuántos otros habrán intentado asir la mano profunda para rescatarla de ese ensimismamiento.


Cuando miramos a nuestro alrededor podemos ver posibilidades o peligros. Son unas gafas que nos compran nuestros padres de pequeñitos, en la feria del pueblo. Nos gustan tanto porque nos ayudan a ver el mundo con colores definidos. No importa que los colores sean totalmente diferentes a los reales. Con el paso del tiempo son tan nuestras que casi parece que es la única forma de mirar.


Sus razonamientos son aristotélicamente perfectos, como hemos visto otras veces. Si los demás son peligrosos, si el mundo es una jungla de depredadores, es mejor estar atentos. Si te hablan bien es en realidad una trampa que oculta la verdadera malvada intención. Tienes que aprender a defenderte.

José ha conseguido imitar aquello que cree que es el comportamiento ajeno. Puede criticar, indagar en la vida y obra del otro, puede estar al tanto de cuanto sucede a su alrededor y estar completamente centrado en sí al mismo tiempo. En ese agujero oscuro o luminoso vive la vida, sufre la vida.


Esa visión te da un tarjeta-oro de inseguridad, puedes disponer de todo el fondo que quieras. Tus días estarán medidos siempre por la falta de tiempo para hacer las cosas lo sufientemente perfectas como para no equivocarte. Pero nunca es suficiente. Para los demás quedan minucias. Me gustaría encontrármelo un día, en una terraza, sentado sin hacer nada, simplemente tomando el sol sin gafas, dejando pasar las horas.


Le he dicho a José que pruebe a cruzar el río. Pero él se siente cómodo en esta orilla. Como en aquel poema de Longfellow. Aún tiene reparos para aceptar la oferta y dejar los juguetes conocidos atrás.


"Abre la puerta niña, que el día va a comenzar", eso cantaba Triana aquellos años en los que nosotros no teníamos ventanas y nos tumbábamos desparramados para que la música nos bañara sin reparos. Por aquel entonces yo lucía melena -aunque mis hijas no se lo crean- porque me gustaba y porque era imprescindible para hacer los punteos con la guitarra simbólica en la pista de baile. "... para ver qué motivo es el que nos impide ver dentro de ti, dentro de mí..."